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Montar no exige preparaciones complicadas

Los consejos más elementales para poder montar en bicicleta por los cortos recorridos factibles en ciudad, no hacen sino confirmar que con mínimos esfuerzos se puede tener en el vehículo de las dos ruedas un transporte útil en multitud de ocasiones. Y, lo que es más importante, con vestidos de calle, sin prepararse apenas especialmente para ello o tomar precauciones desmesuradas.Dado que las distancias a recorrer no serán nunca superiores a los quince o veinte kilómetros, no se exige ningún tipo de alimentación especial.

No hace falta vestimenta deportiva, que sólo sería necesaria para grandes recorridos o para hacer cicloturismo en carretera. Las únicas normas válidas para este tiempo, ya algo frío, deben ser la utilización de camisetas o camisas de hilo -también de algodón, pero no de fibra- y un buen jersei de lana. En caso de lluvia se llevará el lógico chubasquero, al que se debe añadir el pantalón y una bolsa de plástico para no mojarse los pies. El pantalón utilizado habitualmente con buen tiempo puede ser de cualquier tipo, aunque preferiblemente no demasiado ancho para evitar roces y manchas. Una horquilla o una simple pinza de la ropa sirve para recoger la parte baja del pantalón, que podría tocar más directamente en la zona de la cadena. Esta, a ser posible, debería ir siempre provista de cubrecadenas para proteger las salpicaduras con lluvia, lo mismo que los tornabarros o protectores de ruedas. Con buen tiempo es obvio que se ahorra el peso sin ellos. En cualquier caso, para tramos cortos, como debe ser la realidad del transporte en bicicleta por la capital, no existirá el típico problema de rozaduras en las ingles, a causa del sillín, se vista el pantalón que se vista. Evidentemente será más importante la calidad del propio sillín, de buen cuero o imitación, que de un plástico mato.

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La misma libertad que en el vestir existe en el calzado, aunque caben dos recomendaciones. Los mejores zapatos son los de suela poco flexible, para poder ejercer mejor la presión en los pedales, pero más importante resulta tener unos calapiés amplios, que sirvan para una mínima sujeción de los pies a los pedales y, a la vez, que dejen la posibilidad inmediata de sacarlos para apoyarse en el suelo en las paradas.

Circular bien

Al margen del mantenimiento, que se puede reducir al mínimo de echar un poco de aceite a la cadena de cuando en cuando, el resumen de cómo circular en bicicleta es bien fácil: primeramente, con prudencia en todos los casos, pues no se trata nunca de correr -la prisa es la mayor enemiga de la bicicleta-. En segundo lugar, con la idea clara de que es un vehículo más, pero «sin las posibilidades de aceleración de otros». Si en carretera el arcén es el sitio ideal cuando estuviera limpio, o existiera, en ciudad debe ser siempre el carril lento, con la precaución de separarse algo del carril-bus y dejar sitio amplio de paso a los autobuses. Los zig-zag, entonces, de quien no sabe montar bien, nunca pueden darse. Vale más ejercitarse antes en sitios cerrados al tráfico como el velódromo de Vergara. El resto: evitar baches, manchas de aceite o cristales, ya sólo depende de la citada prudencia, con la creciente habilidad y experiencia del usuario para superarlos.

Tipo de bicicleta

Respecto al tipo de bicicleta utilizada es también evidente que una de calidad, como si se tratara de un coche, una moto o un lavavajillas, proporcionará el mejor servicio. Existen algunos profesionales del ramo que podrán aconsejarle a la perfección según sus pretensiones, pero serán siempre reglas de oro que la máquina sea a su medida y que tenga cambios. En el caso de la bicicleta, que depende directamente de la energía del propio usuario, son datos fundamentales y que hasta ahora no se habían tenido en cuenta. Una bicicleta a medida no tiene por qué ser más cara. Y, desde luego, una comprada sin tener cambios para subir cualquie cuesta, por mínima y cómoda que sea, aburrirá, cansará y enfadará al que la monte. Por todo ello, las bicicletas plegables nunca son aconsejables para personas adultas o que quieran hacer un recorrido algo largo. El esfuerzo y las pedaladas necesarias para recorrer el mismo espacio que con una bicicleta de rueda grande, dado su menor diámetro, son bastantes más elevados.

Las medidas apropiadas de la bicicleta son imprescindibles, en principio, para que el cuerpo vaya inclinado lógicamente hacia adelante, pero no de forma forzada, incómoda y, a la larga, perjudicial para la columna. Por ello debe ser adecuada la distancia entre el sillín y el manillar a la longitud de brazos y tronco. El manillar, precisamente, puede ser el más asequible a cada uno: de carreras, de media carrera o de paseo: no importa. Sí es fundamental, en cambio, que sentados en el sillín y con un talón apoyado sobre uno de los pedales, situado lo más cerca posible del suelo, la pierna quede extendida. Para conseguir esto -que supondrá el sacar el máximo rendimiento a cada pedalada, sin darnos cuenta, pero no desperdiciando energías innecesarias o agarrotando las piernas- se debe elevar o bajar lo preciso la tija del sillín.

En cuanto a los cambios, poca gente sabe la importancia que su buen uso tiene en la práctica de montar en bici. Cuando se va en automóvil se toma como lógico cambiar, luego es normal que su ceda también en ella. Una bicicleta adecuada debe tener doble plato -grande y pequeño- y de trés a seis coronas o piñones. La relación de cadena entre el plato grande y coronas pequeñas es la de máximo desarrollo, luego sirve para en cada pedalada recorrer más espacio. Por eso, en las cuestas, no es apropiada, al costar también más esas pedaladas. El cambio tiene que ser obligado al plato pequeño y coronas grandes. En ambos casos se pueden utilizar siempre las coronas medias, sin cambiar más que de platos, que son los más influyentes.

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