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La nueva crisis energética y España / 1

La nueva crisis ha reforzado el liderazgo de Arabia Saudí sobre el mercado petrolero mundial

La economía mundial de los países occidentales no acaba de reponerse de los continuos sobresaltos que desde 1973 se producen en los suministros energéticos. España se va a ver especialmente afectada por el conflicto irano-iraquí, dada su mayor dependencia del petróleo generado en el golfo Pérsico. A partir de hoy, EL PAIS va a analizar la posición española. ante la nueva crisis energética.

La crisis irano-iraquí ha puesto de relieve una vez más el fuerte grado de dependencia de Occidente respecto a los países exportadores del golfo Pérsico. Mientras Occidente recibe de esta zona el 40% de su petróleo, la dependencia española de los suministros que atraviesan el estrecho de Ormuz es bastante más elevada.Para el año próximo, la política petrolífera española tendrá que afrontar el serio desafío de sustituir una parte importante de las compras de crudo que hasta ahora procedían de Oriente Próximo y que dudosamente podremos obtener en los próximos meses al nivel anterior a la guerra. La necesidad de sustituir suministros que han quedado rotos por el desarrollo de la guerra oscila entre los 3,5 y los 10 millones de toneladas anuales. Las existencias actuales, situadas entre 135 y 140 días de consumo, son ciertamente elevadas y le permiten al país un cierto grado de tranquilidad. Al nivel normal de consumo, España puede sobrevivir durante un año reduciendo sus existencias hasta los niveles normales (del orden de ochenta a noventa días) para compensar la pérdida de las exportaciones de los dos países en conflicto y siempre que las restantes fuentes de suministros permanezcan estables.

Pero en medios petroleros se estima que esta no es una situación tranquilizadora y que es necesario actuar con rapidez en varias direcciones. Una primera, sustituir los contratos de la zona de conflicto -unos diez millones de toneladas anuales- por otros de países como México y Nigeria o Argelia. Entre los países exportadores de petróleo, sólo México parece en estos momentos en disposición de aumentar su producción y su venta de petróleo, ya que los restantes -los miembros de la OPEP, de la que México no forma parte- se comprometieron a reducir su producción en un 10% durante su última reunión cumbre de Viena, m dida que no llevaron a la práctica ante el desencadenamiento de la crisis bélica entre dos de sus miembros más importantes. Las reducciones de producción no van a operarse de momento, e incluso Arabia Saudí está ampliando leve mente su capacidad y sus ventas.

La decisión de reducir la producción había sido tomada como consecuencia del sobrante de crudo que se registraba en el mundo en vísperas del conflicto. Este sobrante es el que explica la gran tranquilidad que ha caracterizado las evoluciones de los precios en los mercados internacionales, de forma que en los principales puntos de referencia -especialmente el mercado de Rotterdam- las cotizaciones spot eran inferiores a los precios oficiales, bien que las transacciones en este mercado son bastan te residuales. A mediados del mes de septiembre pasado, tras la reunión del día 18 en Viena, cuatro países habían anunciado la aplicación inmediata a los acuerdos de la OPEP de reducir en un 10% su producción: Argelia, Emiratos Arabes, Libia e Irak, la decisión se había tomado a consecuencia del sobrante de crudo en el mercado internacional, estimado en unos tres millones de barriles diarios, equivalentes a unos 150 millones de toneladas anuales. En la fecha mencionada, los restantes once miembros de la OPEP producían unos veintidós millones de barriles diarios, aunque su capacidad de producción sostenida era en esa fecha del orden de los veintisiete millones de barriles diarios.

La guerra ha provocado una transformación del mercado desde una situación de exceso de oferta a otra de dificultades para satisfacer la demanda. Irak producía, en efecto, unos cuatro millones de barriles diarios en vísperas de la guerra, la mayor parte con destino a la exportación, mientras la capacidad iraní está situada en torno a los tres millones de barriles diarios, aunque había descendido considerablemente en los últimos tiempos a causa de sus dificultades técnicas y humanas para lograr un aprovechamiento normal de su capacidad. Hacia el 22 de septiembre, fecha del desencadenamiento de la guerra entre los dos países, Irán estaría produciendo unos 1,8 millones de barriles diarios, producción que fue reducida drásticamente con motivo del inicio de las hostilidades a 500.000 barriles diarios, únicamente para satisfacer necesidades internas. No obstante, esta cifra es considerada bastante optimista por expertos del sector petrolero, y no respondería a la realidad actual.

El efecto combinado del cese de las exportaciones de ambos países ha sido la desaparición súbita del mercado de unos cuatro millones de barriles diarios o quizá algo menos, lo que significa unos doscientos millones de toneladas a ritmo anual de producción. Si el exceso previo era de unos tres millones de barriles diarios, resulta ahora un déficit diario, en estos momentos, del orden de un millón a un millón y medio de barriles diarios, más bien la primera de las citadas cifras, que habrá sido compensado parcialmente por Arabia Saudí con el aumento de sus ventas. El déficit real estaría pues en torno a 500.000 barriles diarios de crudo, que de momento habrán de ser compensados a nivel global por una reducción paulatina de las existencias almacenadas por los países consumidores.

Más moderación

A la vista de estos datos parece que el papel de los países moderados en el mercado mundial del petróleo ha subido, ya que Arabia tiene en estos momentos la sartén por el mango en su calidad de válvula de ajuste de la oferta y la demanda mundial de crudos y en materia de precios. Los conflictos en el seno de la OPEP a lo largo de estos dos últimos años, que se habían saldado con posiciones de equilibrio o, en todo caso, ligeramente a favor de las naciones moderadas del golfo Pérsico, pueden cambiar de signo al menos en los próximos meses, a juicio de numerosos expertos. Irán ya no tiene la fuerza de los seis millones de barriles diarios que producía en la época de la caída del sha y no podrá, en consecuencia, jugar la baza petrolera a favor de su radicalismo político. Tampoco Irak, otro de los países árabes radicales, tendrá mucho peso en el próximo futuro. En total, son unos diez millones de barriles diarios de capacidad de exportación, es decir, alrededor del 30% del potencial de la OPEP, momentáneamente aparcados en el mercado mundial del petróleo. En el mismo sentido, la fuerza de algunos de los compañeros de fila de esta tendencia, como Libia o Argelia, queda muy mermada, pues su producción se convierte en bastante residual en el contexto mundial e incluso en el seno de la Organización de Países Exportadores de Petróleo.

El liderazgo saudí

La guerra irano-iraquí ha reforzado, por tanto, el papel de líder de Arabia Saudí en el mundo del petróleo y en sus manos está la capacidad teórica de regular los «picos» de oferta y demanda que se produzcan en el mercado mundial de crudos, ya que sus solas variaciones de producción pueden inclinar este mercado mundial a favor de la escasez o de la abundancia.

La incógnita está en saber hasta qué punto los saudíes aprovecharán la oportunidad para utilizar su posición dominante en el mercado en favor de una revalorización de los precios de los crudos.

La experiencia reciente dice que los conflictos armados y las crisis periódicas en que se ha visto envuelto el mundo árabe han servido para alzas espectaculares de los precios del crudo. Esto sucedió durante la guerra del Yon Kippur, en otoño de 1973, y durante la crisis iraní, a comienzos de 1979. Pero la situación actual parece que puede suponer una ruptura de esta tendencia, ya que los saudíes no están muy convencidos de que una nueva alza de los precios de los crudos sirva en estos momentos para algo distinto a la provocación de nuevas y graves tensiones internacionales. Los países industrializados difícilmente soportarían una nueva operación de reajuste de los precios al alza, aunque un horizonte de precios del crudo del orden de los 45 dólares por barril no parece muy, lejano.

Los precios

En cambio, las oscilaciones de precios sí parece que van a ser importantes en los mercados de productos (EL PAIS, 5 de octubre de 1980. «Las consecuencias de la guerra irano-iraquí sobre el mercado petrolero», de Roberto Centeno). Los dos países implicados en el conflicto han dejado de exportar y se empiezan a convertir en importadores de productos petrolíferos refinados, ya que su capacidad de refino ha quedado muy seria mente afectada por los combates. Reconstruir sus refinerías les va a costar un largo periodo de tiempo, especialmente a Irán, cuya refinería de Abadán (600.000 barriles diarios, es decir, unos treinta millones de toneladas al año) parece irrecuperable a medio plazo. Algo similar le ocurre a Irak, aunque sus necesidades, por cuestiones de tamaño económico del país, serán lógicamente menores. Los precios de los productos petrolíferos han comenzado ya una escalada espectacular en los mercados internacionales ante esta expectativa de mayor presión de la demanda.

Los niveles de precios en el mercado internacional van a estar muy influidos por la presión que sobre la demanda pueden ejercer los países industrializados si las condiciones climatológicas experimentan un fuerte endurecimiento. Es decir no sólo la presión de estos dos países, Irak e Irán, que se convertirán en importadores de productos, sino la climatología invernal, van a ejercer una influencia importante sobre el mercado mundial en materia de precios.

En cuanto a España, las lluvias pueden aliviar la situación o empeorarla, ya que la central nuclear de Almaraz no entrará en funcionamiento pleno hasta dentro de un año, a pesar de que su producción, en período de pruebas, pueda aportar dentro de unas semanas los primeros kilovatios que liberen al país de la necesidad de recurrir a mayores importaciones de crudo para convertirlo en fuel con el que mover las centrales térmicas.

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