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Crítica:FESTIVAL DE MUSICA HISPANO MEXICANA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Concierto del grupo Koan

El primer concierto del Festival Hispano Mexicano convocó a un público bastante numeroso e interesado por conocer el «estado actual» de la música en los dos países. De alguna manera, a lo largo de los diez programas, puede irse formando una idea general de «por dónde van las cosas» en las distintas direcciones estéticas.El Grupo Koan, dirigido por José Ramón Encinar, interpretó con la probidad, conocimiento y entusiasmo característicos, tres páginas mexicanas y otras tantas españolas. En conjunto, los resultados no pudieron ser más variados. Desde la ironía strawinskiana de Silvestre Revueltas (1899-1940) al componer su 8 por radio, para una formación evocadora de los grupos populares de su país (mariachis), hasta una obra de Estévez para palmas, voz y recitador, fuimos pasando por distintas maneras de entender el fenómeno sonoro y, también, por diferentes grados de sabiduría, instinto y madurez.

Grupo Koan

Director: J. R. Encinar. Obras de Ramos, Soto Millán, Guinjoan, Lavista, Estévez y Revueltas. Sala Fénix. 13 de octubre de 1980.

El joven Ramón Ramos, que estudia ahora en Alemania, se acerca, en su Pentofóno para flautín, oboe, clarinete, fagot, trompa y cuerda, a las corrientes repetitivas en una fórmula tan simple como escasamente comprometida.

Eduardo Soto Millán, un mexicano también joven, rinde homenaje a Duchamps en su Rose Selavy, página compuesta este mismo año para soprano, tenor y pequeño grupo instrumental. Con alta imaginación poética, que se traduce en belleza sonora, Soto consigue una atmósfera especialmente atractiva a partir de una supercondensación dramática.

Dentro de una gama de colores que puede evocar la pintura de Tàpies, Juan Guinioan, en su Koan 77, muestra, una vez más, su buena mano técnica y su rigor estructural a pesar del carácter flexible-controlado de su partitura austera, equilibrada y sin grandes sorpresas.

Mario Lavista (México, 1943) es una de las personalidades más interesantes de la música mexicana de hoy. Su currículo es tan amplio como ecléctico. Formado bajo la dirección de Quintanar y Rodolfo Halffter, trabaja luego con Jean Etienne Marie, Pousseur, Xenakis, Stockhausen y Ligeti, para practicar luego la electroacústica en el Japón. Tan ilustre serie de maestros sirve al compositor más para incitar su propia personalidad que para convertirle en acólito de ninguno.

Bien claro quedó en su preciosa Antifonía (flauta, fagotes, percusión), capaz de explotar al máximo unos medios sonoros reducidos. Antifonía es más que una bella página; me parece la obra de un maestro.

Francisco Estévez traba ja en Alemania desde hace años. El pasado escribió Pulso para cinco ejecutantes que «intelectualizan» (dicho sea en el mejor sentido del término) las posibilidades de «palmas» y «pitos» característicos de los cuadros flamencos. En un momento dado, cuando se han ensayado diversas combinaciones rítmicas y métricas y toda suerte de contrapuntos, la voz apunta una leve evocación que suena más orientalista que jonda, para terminar con la incorporación de un breve recitado. Tras la interpretación, una ovación en tutti del público convierte la ideación de Estévez en algo así como una cadencia que los espectadores completan.

En fin, el Revueltas de los años treinta, moderno, incisivo y popular, cerró la sesión con un nuevo elemento de contraste estilístico e histórico.

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