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Cabeza recogió tempestades en Sevilla

Alfonso Cabeza, presidente del Atlético de Madrid, hace veinte años se lió el chambergo y se fue a Sevilla feliz para recaudar fondos pro damnificados del Tamarguillo. En una operación triste montada por la radio llorona de entonces, se fue a pasarlo bien. El domingo, a una teórica fiesta como es el fútbol, se fue a Sevilla a llorar. Sembró vientos con la oferta del cambio de escenario y recogió tempestades en el Nervión. Hasta le quemaron la camisa. Alfonso Cabeza se fue a llorar a los vestuarios. A sus jugadores les impresionó su reacción.

Alfonso Cabeza fue tuno en sus años universitarios y se. apuntó siempre a los viajes folklóricos. Hace veinte años fue uno de los participantes de la «Operación Clavel», aquella campaña montada por Boby Deglané en favor de los damnificados del Tamarguillo. Alfonso Cabeza conoció de tuno las juergas de la época, las rondas -tras pedir permiso en la Dirección General de Seguridad- patrióticas, es decir, las cantatas por amor al arte, los panderetazos para viajar hasta los carnavales de la Costa Azul y los «sal al balcón» a las madrinas de la tuna, que, en algunos casos, eran hijas de ministros, y con una de ellas se casó.

Alfonso Cabeza no tocaba ningún instrumento formal, pero se apuntaba a la bandera y la pandereta, o sea, al trapicheo nocturno. Cuando lo del Tamarguillo se fue a cantar a Radio España, con José María Requena al micrófono, y después se montó en Cibeles en un autocar para en Córdoba cantar en el teatro Principal y entre esta ciudad y Sevilla le firmara un autógrafo la duquesa de Alba, que apadrinó aquel montaje radiofónico. La radio de entonces se apuntaba siempre al lloro: «No dispares, Carlos, no dispares, ¡es tu hermano!, gritábanle a Pedro Pablo Ayuso en Radio Madrid. Boby Deglané se hacía el pícaro con aquello de «¿Señora o señorita? Señorita, porque usted lo quiere», y Federico Gallo jugaba a descubrir madres solteras en Fantasía. La radio tenía un gran poder de convocatoria para las riadas. En la del Tamarguillo se produjo un hecho que muy pocos conocen; allí, en Radio España, debutó como tuno, con la bandurria en la mano, el famoso director de orquesta Jesús López Cobos.

Alfonso Cabeza se divirtió de lo lindo cuando lo del Tamarguillo

El domingo fue otra cosa. El público le recibió de uñas. La colección de insultos que le dedicaron los béticos abarcó toda la gama familiar. Por primera vez, el impulsivo Cabeza se sintió anonadado. No pudo aguantar hasta el final del encuentro y se fue a llorar a los vestuarios. Aún le duraba el hipo cuando llegaron los jugadores. Los victoriosos atléticos se quedaron de piedra al ver los suspiros del presidente. El domingo se acabó de ganar a la plantilla. Los jugadores del Atlético estaban acostumbrados a tener un presidente estatua de sí mismo. Vicente Calderón se mezclaba con los profesionales muy de tarde en tarde. En cierta ocasión, y cuando un técnico le comentó que había un muchacho con problemas. Calderón respondió: «Yo no tengo por qué hablar con un jugador. Tenga usted en cuenta que tengo tratamiento de usía».

A los jugadores de fútbol les van más aquellos que tienen un trato a la pata la llana que aquellos con los que hay que charlar tras una póliza de tres pesetas. Santiago Bernabéu contaba siempre con el aprecio de los jugadores porque, entre taco y taco, les hablaba de las miserias del mundo y de sus propias frustraciones. Era la suya una demagogia de mitin callejero. Pero a los futbolistas les llegaba al alma.

El Atlético, que va este año de pobre, de equipito medio, se desmelena en cada ocasión. Y ahí está sin haber conocido la derrota en lo que va de campeonato. Alfonso Cabeza recogió en Sevilla la tempestad que él mismo provocó cuando se planteó la posibilidad de cambiar el orden de los partidos. Pero hay que apuntarse a los personajes de este tipo. El fútbol -lo he dicho muchas veces-, como los toros, sin gentes que hagan frases, pierde su salsa. En los momentos más dramáticos, Helenio Herrera hacía aflorar las sonrisas. Bernabélu causaba admiraciones y odios al mismo tiempo. Hay que conservar a Cabeza tal cual es.

El fútbol ha encontrado una veta inagotable en este maño impulsivo al que, por ahora, deportivamente, le están saliendo bien las cosas.

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