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Venció el Atlético de penalti y al final

Ganar de penalti y en el último minuto debe ser la postrera de las ilusiones. Pero no suele ser la menos gozosa, porque, cuando se produce, toda la angustia anterior se da por bien empleada. Los seguidores atléticos, que el domingo casi llenaron el Manzanares, sólo pudieron respirar hondo cuando a dos minutos del pitido final se produjo un discutible penalti, que permitió el triunfo. Atrás quedaron el gol de Dani y el tremendo susto que este mismo jugador causó al estrellar en el larguero un precioso balonazo enviado desde fuera del área.Los socios del Atlético de Madrid le han tomado gusto a la victoria. El domingo, con ese antecedente de los siete goles de Chamartín, probablemente se hicieron a la idea de la goleada, pero el Athlétic no fue el mismo de hace tres semanas. Carmelo Bernaola afirmaba antes del encuentro que el Athiétic no podía jugar a ritmo de vals vienés. Según él, a un «borono» lo que le va es marcar de cerca al contrario y pelear por la pelota sin pensar en disposiciones triangulares y otras lindezas importadas. Efectivamente, el Athlétic de Sáez fue superior al del austriaco «Seneka». Los defensores bilbaínos no se limitaron esta vez a esperar la llegada del adversario. Desde el primer momento, cada marcador se pegó a su par, para evitar sorpresas. El Athlétic tuvo una actuación mucho más seria.

No dieron los vascos en el Manzanares aquella impresión penosa de Chamartín. Urquiaga se pegó a Rubio para no dejarle entraren el área, Núñez persiguió por todo el campo a Marcos, y Goicoechea le cerró el paso eficazmente a Cabrera. Tirapu, en un gran derroche de facultades, se encargó de perseguir a Dirceu, a fin de evitar que el brasileño armara el juego madrileño. Dirceu, para escapar de su secante, tuvo que recurrir a jugar muchos momentos en una zona más rezagada y el Atlético acusó esta circunstancia.

El apelotonamiento del centro del campo le vino de perlas al Athlétic, porque ello imposibilitó el rápido contragolpe local. Sólo en un par de ocasiones estuvo a punto de escaparse Cabrera. La única gran jugada del partido, personalista pero excepcional, fue la protagonizada por Marcos Alonso. El hijo de Marquitos se metió por la banda izquierda y, pegado a la línea de fondo, hizo dos regates fastuosos. De encaje de bolillos. De jugador caro. Estuvo en un tris de marcar un gol de epopeya. Disparó a puerta con escaso ángulo y no pudo finalizar con éxito la inverosímil jugada. De haber batido a Meléndez, a estas horas aún estarían aplaudiéndole.

El Athlétic se jugó la baza de Dani en los golpes de sorpresa, y hasta última hora dio sensación de ganador. García Traid intentó cambiar a Marcelino por Rubén Cano, pero justamente cuando el número del lateral estaba levantado sobre la banda se produjo la igualada. Fue el propio Marcelino el autor del tanto. Con anterioridad ya había sustituido a Julio Alberto por Bermejo, para pasar a Quique a su auténtico puesto. García Traid acabó por devolver a Bermejo a la caseta, para dar opción a Rubén Cano, que apenas llegó a entrar en juego.

El Atlético tuvo el primer aviso sul lo de la temporada. Los disgustos no tardarán en llegar. Atrás falta un auténtico libero, un hombre que sepa enviar el balón lejos, pero al compañero mejor situado. Arteche y Baibino son simplemente marcadores. Quique, de gran defensa, se convierte en un centrocampista más, y Ruiz no es hombre de primera línea en la zona ancha. Sí, en cambio, podría ser libero.

El Atlético de Madrid no tiene un conjunto suficientemente firme. No hay que hacerse demasiadas ilusiones. Hasta el momento presente se ha salvado de la derrota más por afán de triunfo que por auténticas condiciones técnicas. El Athiétic de Bilbao, que ha mejorado, le puso en aprietos. Meléndez fue portero más seguro que Aguirreoa, la defensa se mostró más firme y De Andrés y Dani volvieron a ser sus mejores hombres.

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