Polonia
Con gran sorpresa he leído la serie de artículos del señor J. L. Pérez Regueira (véase EL PAÍS de 25, 27 y 28-9-1980 y el editorial de 27-9-1980), todos ellos dedicados a Polonia. La tesis principal y común es que los acontecimientos de las últimas semanas han sido, y siguen siendo, dirigidos contra el sistema socialista en Polonia y que el deseo de sustituir este sistema une a las diversas y amplias fuerzas sociales.Incluso sin profundizar demasiado en el análisis de estos acontecimientos -de sus fuerzas principales (obreros) y sus demandas y postulados, así como del mismo curso del conflicto y su transformación en un pacífico (aunque no libre de tensiones) diálogo social- éste conduce al claro rechazó de la mencionada tesis.
Lo que ha ocurrido y tiene lugar en Polonia es la determinada protesta de las fuerzas obreras contra los graves errores en la política económica y las deformaciones en la vida sociopolítica del país y la discusión general -a veces difícil y dura- sobre el modo de funciona miento del sistema socialista en Polonia, de sus instituciones y de su ulterior desarrollo. Pero ni la oleada de protestas -expresadas con la máxima fuerza en las huelgas- ni el debate nacional que se desarrolla no han sido, ni tampoco son ahora, dirigidos contra las bases socialistas del país ni contra los principios cardinales de la política exterior de Polonia, que son el fundamento de su seguridad y de la europea. La discusión es sobre el futuro de Polonia socialista; su tema esencial es cómo hacer real y efectivo en Polonia los principios básicos socialistas de la democracia y justicia social, cómo reformar el sistema de organización y gestión de la economía socialista de Polonia para hacerlo más efectivo. Participan en esta discusión, además de la clase obrera y su partido, todos los trabajadores agrupados en los sindicatos. Desempeñan un importante papel otras fuerzas sociales, incluyendo a los intelectuales y estudiantes. Presenta sus opiniones la Iglesia. Surgen los intereses particulares,- que no siempre- son compatibles con los generales. Pero atribuir a estas fuerzas un papel de enemigos del sistema es un error. Esto no excluye, evidentemente, que existen elementos y opiniones antisocialistas, pero son algo marginal y posiblemente muy atractivos para los enemigos del socialismo, por ellos magnificados y glorificados, pero no teniendo ninguna importancia para Polonia, ni hoy ni en el futuro. Situarlos en primer lugar y omitir las cosas cardinales es, al menos, Inconsciente deformación de la imagen de Polonia, así como la evocación de viejos clichés sobre el supuesto nacionalismo y la «locura» de los Polacos.
Ciertamente respeto el derecho del señor Pérez Regueira a tener y expresar su propia opinión sobre los últimos acontecimientos en Polonia, como respeto el derecho de EL PAÍS a publicarla, aunque creo que de su importante periódico y de sus colaboradores se puede esperar, al menos, más objetividad y ponderación. Desgraciadamente, en este caso, faltaba./ , primer secretario de la Embajada de Polonia en España.
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