La
historia de España, Asimoy y Loveeraft, además de Goya («al que he mirado con pasión durante toda mi vida») y Solana, entre otras, son las obsesiones que funcionan cuando Enrique Cavestany, madrileño de 37 años, se pone a hacer su pintura visceral que algunos califican de surrealista, pero que él considera como un exponente del realismo que vuelve. Con ese bagaje y, por supuesto, con un solo cuadro, Cavestany acaba de obtener el premio de pintura convocado por la Caja General de Ahorros de Avila, y llamado Adaja. Las 250.000 pesetas de que está dotado el galardón le confirman a Cavestany su creencia en los concursos. El Adaja, además, tenía para él otro atractivo: es uno de los pocos concursos españoles en los que la entidad organizadora se inhibe y deja la iniciativa de discernir a profesionales de la pintura. Ha tenido ojo la entidad bancaria abulense: seleccionó a Eusebio Sempere, Antonio López, Juan Barjola, Enrique Gran y Luis Gordillo para ese cometido.Como Hegel a la señora que le pidió que disertara sobre el significado de una taza de té (la anécdota la recordó recientemente Fernando Savater), y ante lo que el filósofo contestó que una taza de té era simplemente lo que parecía ser, y como Beethoven hizo cuando le preguntaron el significado de una sonata y la tocó de nuevo, indignado, Enrique Cavestany enseña sus cuadros cuando le piden una definición de su pintura: «Yo pinto esto», dice, mostrando los lienzos. Sí puede decir por qué se está produciendo el presente regreso a fórmulas realistas: «Los lenguajes se agotan y hay que recurrir a otros nuevos; no se puede pintar como hace veinte años. Y eso es lo que yo hago: pintar como me apetece hacerlo ahora, con matices de mi tiempo».
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