"Desde cien kilómetros veíamos el gigantesco incendio de la refinería iraní de Abadán"
ENVIADO ESPECIAL Cinco niños, tres mujeres y cuarenta y cuatro hombres, todos ellos españoles y residentes en el área de la ciudad suriraní de Bandar Jomeini, en pleno campo de batalla, se encuentran en Treherán sanos y salvos e inician hoy, desde la capital iraní, un viaje de regreso a España que incluye un amplio rodeo. La evacuación, que ha sido organizada por la Embajada española en Irán, comprenderá el traslado de nuestros compatriotas de Teherán al puerto iraní de Bandar Anzali, sobre el mar Caspio. Desde allí hasta la ciudad soviética de Bakú, en barco, y desde Bakú, en avión, hasta Moscú, para enlazar fuego con Madrid.
Los rodeos del regreso obedecen al cierre de los principales aeropuertos de Irán, que, pese a lo que en un principio se imaginaba, permanecerán cerrados varias semanas.Las personas adultas pertenecen en su mayoría a la empresa española Caminos y Puertos, que construía las instalaciones portua rias de Bandar Jomeini, en la costa del Pérsico, anteriormente denominada Bandar Shapur.
No obstante, también entre ella se encuentran otras personas que trabajaban en Teherán en empresas españolas y que desean regresar a España, al menos hasta que finalice la guerra.
«Los bombardeos comenzaron el día veintidós», dice Félix Barrios, mecánico, de 34 años, nacido en Puebla de Sanabria. «Cuando el Gobierno declaró Bandar Jomeini zona de guerra, la mayoría de los español es que allí estábamos recibió la orden de evacuar. El día 25 de septiembre», prosigue, «todos menos cinco de nosotros partieron en minibuses hacia Teherán, por la ruta de Ahwaz y Dezful. Nosotros nos quedamos hasta el pasado 29 de septiembre. Los bombardeos eran continuos y desde cien kilómetros al este de Abadán veíamos las enormes columnas de humo que se alzaban desde el foco incendiado de la gigantesca refinería, bombardeado de modo sistemático por los iraquíes».
Combates encarnizados
Para Félix Barrios, con José María Torca, Eugenio Ojer, Carmelo Meiral y Miguel Calelha, la peripecia del viaje a través de la zona de los combates se complicó todavía más por varias averías del pequeño autobús en el que viajaban. «En la ciudad de Ahwaz, al norte de Abadán y Joranishar, mientras uno de nosotros compraba un repuesto en una tienda, cayó un proyectil a muy escasa distancia y temimos por su vida». A lo largo de centenares de kilómetros los viajeros españoles pudieron comprobar el encarnizamiento de los combates, a veces a corta distancia.
«La confusión era bastante elevada entre las tropas que vimos. Cada cual iba por su cuenta con su arma», dice Félix Barrios, que asegura que en ningún momento vieron tropas iraquíes por la carretera principal por donde circulaban.
«Las gentes de Bandar Jomeini, que nos conocían, se portaron maravillosamente con nosotros. Pese a que teníamos buenas existencias de alimentos -incluso chorizo y salchichón españoles-, nos ofrecieron de su comida e incluso nos invitaron antes de la evacuación a instalarnos en sus casas», agrega, y asegura que en la antes populosa ciudad de Abadán, la mayor refinería petrolera del mundo, la evacuación de sus moradores ha sido prácticamente total.
«A lo largo de nuestro viaje en autobús vimos centenares de ellos por las carreteras, en camiones, e incluso a pie, con algunos enseres. Además resultaba impresionante ver desde decenas de kilómetros de distancia las alargadas columnas de humo que salían hacia el cielo, tras los bombardeos de sus refinerías», dice Félix Barrios.
«No hemos pasado demasiado miedo, aunque sí un poco; lo que todos deseamos ahora es salir de aquí cuanto antes y que acabe esta guerra. Nos espera un viaje de salida con muchas escalas, pero no hay más remedio que dar el rodeo previsto por la Embajada».
Para Manuel Morales, de 35 años, nacido en Barcelona e ingeniero industrial, que pertenece a la empresa de contratas Clopsa, y que actualmente se hallaba en Teherán, su salida del país obedece a que no puede realizar con normalidad su trabajo, al haber quedado restringida la actividad bancaria.
Alarmas antiaéreas
Ayer mismo -a las tres y media de la tarde, doce y media hora de Madrid-, este enviado especial pudo escuchar en plena calle el aullido de las sirenas de la alarma contra ataques aéreos, aunque también pudo observar cómo tras algunos minutos, durante los cuales las sirenas hacían presagiar lo peor, la vida de la ciudad volvió a recuperar su ritmo normal.
Las alarmas son preventivas -alarma aniarilla-, o bien obligadas -alarma roja-, que es la que fue dispuesta ayer por las autoridades de la defensa iraní. En ocasiones, obedecen a preparativos ante eventuales bombardeos; cuando suena alarma obligada, el cielo de Teherán se ilumina todo él de bengalas trazadoras que lo dibujan de color malva.
«Ya he presenciado varios "festivales" de estos», como él los llama, «pero no me causan impresión», dice Manuel Morales, que al igual que Félix Barrios parte mañana de Teherán con destino al mar Caspio.
La evacuación, organizada detalladamente por el embajador español Javier Oyarzún, el cónsul Manuel Pradas y todo el personal de la Embajada, comenzará de hecho el domingo a las cinco de la tarde, hora local, dos de la tarde, hora de Madrid, desde el puerto iraní de Bandar Anzali, y ha sido precedida por gestiones ante la Embajada soviética en Teherán para conseguir visas de entrada al territorio de la URSS para los integrantes de la expedición española.
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