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Tribuna:SPLEEN DE MADRID
Tribuna
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Andrés Amorós

Andrés, Andrés Amorós, ha declinado un cargo oficial, un nombramiento de algo, una dirección general, una cosa, con lo que ya no sólo es el crítico de nuestra generación, sino además el santo patrón laico Amando de Miguel pretendió demostrar, en Los intelectuales bonitos, que la literatura y el pensamiento no son, en España, sino un fielato hacia la política. Pues no, he aquí que no todo el mundo da el pesaje intelectual de Josep Meliá.Torrente-Ballester acaba de hablar agudamente, descaradamente, de cómo la derecha se lo permite todo al intelectual, menos la heterodoxia, que es pecado contra el espíritu. Y todo Poder es derecha. Uno, la verdad, no había visto en su vida a nadie que renunciase a nada, aquí en el verbeneo madrileño. La gente no es que no renuncie a un cargo, sino que ni siquiera renuncia al rumor de que le puedan dar el cargo. Andrés Amorós me asombró sin conocerle, mediados los sesenta, con un ensayo titulado Sociología de la novela rosa, cuando aquí sólo se escribían ensayos, aún, sobre los discursos completos de José Antonio Primo de Rivera. Eljoven profesor rompía aguas con Corín Tellado.

Aunque él siempre dentro de su work in progress, un día me asomé a esa formidable y espantosa máquina y conocí físicamente al desflorador sociológico/ literario de doña Corín. Era un hombre que tenía sobre su juventud cronológica como un dibujo a plumilla de juventud romántica, posromántica, perenne y, por lo mismo, marchita. Libros, ensayos, estudios, conferencias, oposiciones, cátedras, tenis, toros, música, viajes, todo. Jugando al tenis se desmanganilló el esqueleto entero y un día, en un cóctel cultural, vino hacia mí sobre sus dos muletas, como en breve peregrinaje de la cultura hacia la incultura:

-Soy Andrés Amorós.

Literatura viva. Ejercía o quería ejercer sobre la literatura viva, salvando, si era preciso, el trecho de parqué (y no sólo de parqué), que le separaba de mí (o de cualquier otro escritor relativamente joven, hubiera sido igual). Sólo por ese gesto comprendí, sí, que era el más y mejor dotado para entender y explicar la literatura viva, que para él está tanto en Pérez de Ayala como en el cheli de Ramoncín. Ya me lo habían dicho:

-Te explica en sus clases. Habla de tí y de otros que escribís en los periódicos.

Somos, ahora, profundamente amigos. Yo diría, mejor, finamente amigos, porque esta palabra un poco mordoré, «fínamente», le va mejor a su manera buida y correcta de entender la amistad. Lo malo de salir con una señorita en las revistas del corazón es que en seguida le avisan a uno las ánimas del purgatorío de Boccaccio:

-Es una choricilla.

Lo malo de salir en los cócteles y los estrenos con un maestro y amigo de verdad es que en seguida le avisan a uno las ánimas del monte literario /becqueriano de las ánimas:

-Es un ambiciosillo.

Sí, Andrés, alguna vez he tenido que revolverme contra eso como sacando una espada, y ahora te lo digo, ahora que sin saberlo ni quererlo has dado serena réplica a esl diminutivo /despectivo del serpentario cultural. El ambiciosillo, que tanto sabe de las materias que se le someten, renuncia porque lo.que quiere es trabajar y no engordar en un despacho ministerial, no perder su perfil tuberculoso de profesor de piano a domicilio. Hace un año, cuando me confió que tenía una pequeña lesión tuberculosa, le dije: «Eso en tí, Andrés, no es una enfermedad: es una tautología». Crítico de nuestra generación, y además modelo. Una generación que prefiere matar su hambre en los periódicos a perder la línea en los restaurantes políticos.

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