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Enrique y Ana: "Enseñamos matematicas con ritmos modernos"

Bajo la gran lona circense -azul, blanca y roja, con estrellas pacíficas de purpurina-, un guirigay provocativo. Hay público a porrillo. Niños, toneladas de niños, niños que quieren una foto con un cachorro de león en brazos, papeletas para una rifa de juguetes, bombones helados, pipas y banderines de Enrique y Ana. Niños. Pero también adolescentes algo vergonzosos. Y padres de familia sin familia. Y todos, sí, rodean a Gloria Fuertes, que firma autógrafos a remo y vela. Hasta que el burriqueo es un clamor, como si Jorge Guillén se paseara a lomos de Platero, y las palmas enérgicas reclaman que comience, por fin, el espectáculo.Comienza al son de una desafiante orquesta, ataviada de encarnado chillón. Los equilibristas, con pinta eslava y trajes blanquiazules, hacenjuegos de piernas, torres de carne de membrillo y, por supuesto -«¡Oooooh!»-, castos saltos mortales. El silencio, de pronto, se hace añicos: Miguel Bosé acaba de entrar. La muchacha se retuerce y chilla, mientras nuestro delgado Supermán se sienta a la derecha de Gloria Fuertes. En la pista, queridos pequeños, los caniches galopan sobre globos, juguetean con las palomas, pasan por insaciables aros y prueban las delicias del tobogán. Sin reducir el cuchicheo atronador de los espectadores, tres payasos relatan una historia bastante fofa de un castillo encantado.

Por fortuna, llegan los chimpancés acróbatas. Hay uno que es genial, distante y desgarbado. Sus amos dicen que es pasota. Lleva peluca pelirroja, hace gestos zumbones, se mosquea al menor pretexto. Y tiene un parecido prodigioso con un cruce improbable, si Alfonso Guerra me lo permite, entre la viuda de Pompidou y Daniel Cohn Bendit.

Toca recreo. Miguel Bosé es asaltado. Gloria Fuertes, también. Y un chiringuito de bebidas cálidas. Enrique y Ana se preparan. Y, por boca de él, hacen balance sobre un gran sofá: «Llevamos tres años juntos. Y este verano último hemos tenido una acogida impresionante en todos los sitios. No sólo en Es pana, pues en Venezuela nos acaban de conceder dos discos de platino. Mientras tanto, esto no es un secreto, otros cantantes pincharon Nosotros tenemos concertadas galas hasta finales de 1981. Cuando acabe todo eso, a lo mejor a Ana ya le ha salido voz de vieja ... ».

Ana sonríe, asomando ya su cabeza por el albornoz rosa. Tiene diez años. No tiene admiradores que le escriban: «Pero hablo con muchos. Y he tenido muchísimos novios: uno, argentino; otro, mexicano; otro, gaditano, y otro, catalán. Oye, no vayas a creerte lo que te digo. Todo es pura mentira» Al parecer, la verdad de la buena la enarbola aquí Enrique: «Hemos querido romper con lo pachanguero. Nuestras nuevas canciones intentan educar y deleitar al mismo tiempo. En realidad, es nuestro primer parto a fondo. Ofrecemos ritmos de actualidad, pues, a fin de cuentas, tenemos, además de los niños, el mismo público que Tequila, Miguel Bosé o Pedro Marín».

Gloria Fuertes se ha lanzado a buscarles rimas a la arisca tabla de multiplicar: «Una por cinco es cinco: / el obispo pega un brinco» Ella, rodeada de chavales, pícara y tierna, suspira: «¡Jesús, qué otoño! ». Pero informa del caso en cuanto puede: «Creo que mi labor se inscribe en el campo del surrealismo pedagógico. He procurado escribir unas letras que no digan las eternas gilipolleces de las canciones infantiles. Y creo que. los maestros me van a dar las gracias por este empeño de poesía aritmética. Es una tabla de multiplicar muy bailable y pegadiza. Y noto que, al interpretarla, Enrique y Ana están más sueltos que antes, más contentos. A mí me costó Dios y ayuda encontrar las rimas. Ellos, en cambio, han comprendido muy pronto el choteo surrealista de mis versos ».

Y lo demuestran, de blanco y con flecos, acompañados de diez muñecos de colores. Se les ve alegres, saltarines, con mucho besito mutuo, paródicos, inocentes, eficaces. Como en históricos recitales de Raimon, logran que miles de cerillas y mecheros se enciendan en la oscuridad. A la luz del éxito, la autora es reclamada. Enrique: « Diles algo ». Y Gloria Fuertes se lo dice a todos: « ¡Que viva la madre que os... tuvo». Gran murmullo de alivio. Los aliviados y sus retoños abandonan el circo dándole a la aritmética, que está de moda: «Ocho por una es ocho: / ¡Qué inteligencia derrocho!». Multiplicar y cantar.

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