Un alejandrino
El otro día Pilar Urbano, en su sección inalámbrica, hacía crónica negra de un documental en color, de un filme político en el que aparece mi voz en off. Entre otros buhardillismos, tenebrosidades, inexactitudes, Pilar Urbano reproduce un alejandrino mío que no es mío ni es alejandrino, pues Pilar Urbano, que no ha leído otra preceptiva literaria que Camino, le añade una sílaba al verso, sumando así exceso a la mentira.«Su rostro de Dama de Elche del socialismo ruso». Así pretende Pilar que dice mi «vehemente verso». No. Nunca he concebido esa parida iconográfica de ver en Dolores Ibárruri (la dama en cuestión) una Dama de Elche rusa, ni he escrito la palabra «ruso», y, sobre todo, suburbana Pilar, que catorce versos dicen que es soneto, pero nadie ha dicho nunca que quince sílabas auditivas sean alejandrino, sino catorce. No me duele ni pesa ni inquieta, naturalmente, todo el mogollón de imprecisiones y parcialismos que Pilar Urbano pueda muñir en torno a mí o al tema, pero me importa mucho que me pongan o me quiten una sílaba en un verso, pues he hecho muy pocos en mi vida «por parecer que tengo de poeta la gracia que no quiso darme el cielo », como decía Cervantes. Lo malo es que a mí el cielo tampoco me ha dado el Quijote. O alguna de esas piezas menores que permiten a Luis Rosales decir que Cervantes era, ante todo, un gran autor teatral, y no lo sabía. Cuando escribo una prosa ritmada (que no rimada, Pilar, amor), tengo a bien que los memoriones me digan que no he fallado -en la medida- un solo verso, pues ya sé que en la poesía los he fallado todos. Pilar Urbano, que informa tan disparatada y superficialmente sobre un hecho tan claro como un documental, me temo que informará mucho más oscuro sobre el celuloide jamás filmado de lo que pasa en la política, pues ahí sí que no hay moviola para contrastar. Yo invito, en cambio, a la compañera y camarada de profesión Pilar Urbano a que vuelva a ver/oír el rollo en cuestión y aprenda de una maldita vez lo que es un alejandrino, cosa que, al parecer, no le han explicado nunca en la Escuela de Periodismo del Opus (si la hay), en la Escuela de Periodismo de la Iglesia (si ha ido) ni en la Escuela Oficial de Periodismo (si aún funciona eso).
Hay anunciada una manifestación por la libertad de expresión en la plaza del Dos de Mayo, con permiso de la autoridad competente y si el tiempo no lo impide, para el 13 de este mes, con la concurrencia, entre otras bascas, de cantantes y poetas. Uno, que firma modestamente la solicitud de permiso para la manifestación pacífica, con otros troncos, uno, ya digo, tiene el gusto de invitar a Pilar Urbano a tomar una mirinda ese día en mitad de la movida y explicarle, ante el recitado de Rafael Alberti, un suponer, lo que es un alejandrino, un endecasílabo, una espinela, una redondilla, una décima y una jácara, e incluso una jícara, que si me la acepta se la brindo de chocolate.
Podrías hacer tu crónica negra de la página en blanco de la libertad de expresión, Pilar, y de paso ponerte un poco en ambiente de lo que es un alejandrino, que los novísimo/venecianos de la poesía actual -Gimferrer, Azúa, Liafio, Colinas, etcétera-, ¿te suenan, tía?, han vuelto al cultivo de las formas clásicas, según acuerdo de madrugada en la terraza de Teide, Recoletos, que ya he citado aquí como balneario de las culturas nocturnas en el ferragosto madrileño, tal como me lo encontré a mi entrada por Atocha en el Madrid más señor, o cuando menos más señorito, del paseo del Prado. No me duelen las calumnias, Pilar, porque ayudan más que las anécdotas. Las anécdotas sólo ayudan a la biografía y las calumnias hacen leyenda. Y lo que uno quiere es ser legendario por lo menos tres meses. Me duele que me desmanganilles un alejandrino y, sobre todo, que no sepas lo que es, Pilar.
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