¿Corrupción municipal? / 1
La dimisión de Richard Nixon como presidente de Estados Unidos por unas escuchas radiofónicas durante las elecciones dio -ante el mundo entero- la medida de la auténtica madurez democrática de aquel país.Comprendo que una investigación y unos resultados tan espectaculares no se pueden exigir a una democracia tan tierna y juvenil como la nuestra, pero sí sería muy conveniente que se fuera entrenando en esta labor de clarificación administrativa con autoridades de menor entidad, como puede ser -por ejemplo- un concejal del Ayuntamiento de Madrid.
En tres frentes de la gestión municipal en arquitectura y urbanismo creo percibir indicios, bastante concretos, de partidismo, discriminación y, tal vez, algo más que quiero ir desmenuzando en artículos sucesivos y que se refieren a la revisión del Plan General de Madrid, a las licencias de edificación y a su forma y manera de concederlas, y que se refieren también al Plan Especial de Protección y Conservación de Edificios y Conjuntos de Interés Histórico- Artístico de la Villa de Madrid.
Una situación heredada
Hace ya mucho tiempo, el 30 de octubre de 1952, publiqué en Abc un artículo de crítica sobre «El gran Madrid», con el que inicié un ingrato trabajo, ininterrumpido durante veinticinco años, sobre el urbanismo que se estaba haciendo en Madrid y que nos ha llevado a la situación en que ahora nos encontramos.
No me produce ninguna satisfacción el comprobar que mis advertencias o pronósticos -que más que técnicos eran de sentido común- se han cumplido hasta en su más mínimo detalle y que, como cualquier Quijote, de ellos sólo coseché burlas y alguna que otra pedrada.
Últimamente, al llegar la deseada democracia, pensé que la labor crítica no sería necesaria, ya que con libertad de Prensa y pluralismo político no se podrían volver a repetir atentados urbanísticos como los que habíamos padecido.
Sin embargo, con tristeza he comprobado en los últimos meses que no era así y que, por tanto, en conciencia, debía volver a escribir de nuevo.
Y quiero comenzar haciendo algunas consideraciones personales de tipo político que tienen estrecha relación con mi actitud actual ante las perspectivas urbanísticas que estoy comenzando a detectar.
Aunque no se conoce ninguna nación donde se ha impuesto el corqunismo, en la que se haya aceptado la legalización de ningún partido político ajeno a su ideología, creo que fue acertada la legalización del Partido Comunista de España. Pues es preferible, recibir insultos y amenazas; como las que he recibido yo recientemente de un comunista, autoridad municipal de urbanismo, al enterarse de mis deseos de clarificar puntos poco claros de su actuación, que una puñalada por la espalda.
De otra parte, si el poder se midiera por votos, como parece lógico en pura ley democrática, el poder de decisión urbanística del PCE en el Ayuntamiento de Madrid no llegaría más allá del 15 %.
Sin embargo, creo que es bastante palpable que en la gestión urbanística municipal de Madrid, y en otros ayuntamientos, este diminuto porcentaje de adhesión del pueblo responde, en poder real y efectivo, a mucha mayor proporción. Y se percibe en el ambiente, en la Prensa, en los intelectuales, en los profesionales, algo así como un achantamiento general que silencia -en autocensura- las descaradas manipulaciones, a cielo abierto, del PCE en muchos aspectos de la gestión municipal madrileña, y muy especialmente en urbanismo.
Quede claro, pues, que mi contestación -como ahora se dice-, aun siendo totalmente quijotesca, no es contra molinos de viento que, en mi locura, me parecen gigantes, sino exactamente lo contrario: contra gigantes de ambición de poder, con representatividad popular de modestos molinos manchegos.
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