_
_
_
_

Los celos, una constante de la sociedad italiana

Una serie de cuatro episodios de la televisión italiana, titulada Los celos, ha desenterrado en Italia un sentimiento que se creía ya superado por la permisividad de los tiempos modernos: el del amor celoso. Artículos de Prensa, novelas, análisis e investigaciones de sociólogos y psicólogos han contribuido a avivar esta polémica colectiva, a través de la que se ha redescubierto que en Italia (y lo mismo puede suceder en otros países mediterráneos como España y Grecia) todavía se mata o se muere de celos.

El resurgimiento del tema de los celos en Italia hace pensar, por una serie de circunstancias, que este tema nunca se ha desarraigado del gran público. En primer lugar, sorprende que tanto el autor de la obra que ha dado pie a la serie novelada de televisión, Alfredo Oriani, como la misma obra en sí, sean desconocidos. Se trata de un autor de finales del siglo pasado, que escribió esta novela en 1899.Alfredo Oriani escribió, también a finales del siglo pasado, una serie de obras particularmente de carácter «osado», que habrían hecho «bramar» a los censores de Madame Bovary. Pero estas obras pasaron sin pena ni gloria para el público medio masivo. Los celos se trata de una obra mórbida, que describe la vida del amante celoso de su mujer inteligente. En sus páginas, la novela revela amores homosexuales e incestos, que se dieron aproximadamente en un ambiente italiano de 1887.

"Kitsch" erótico

Según los críticos, Los celos es en realidad una antología del kitsch erótico del fin de siglo, a través de la cual se adelanta el papel central que va a jugar el tema de los celos en la «novela interior» del siglo XX de Marcel Proust, o, algunos años más tarde, del italiano Italo Svevo o del francés Robbe-Grillet.Otra de las sorpresas que produce el resurgimiento del tema de los celos es que llega después que en 1968 se introdujeran en las novelas y en los medios de comunicación los conceptos de práctica de la libertad y del amor múltiple. Marco Lombardi presentó, en su novela Cerdos con alas, este giro de una juventud tan libre como indiferente. ¿Por qué desenterrar ahora el tema de los celos? ¿No será porque, por encima de las apariencias, este sentimiento responde a una actitud más profunda del público?

Mientras que los periódicos dan en las primeras páginas los problemas más acuciantes de crisis políticas, terrorismos, inflación, paro etcétera, lo que se lee en los salones de espera, en las peluquerías, es lo referente a los amores de las vedettes y celebridades, sean legítimos o no.

Todo sucede como si los italianos, incapaces de reencontrarse y reflejarse en los problemas colectivos, eligieran la reflexión sobre la vida privada, como les acusan los «estudiantes comprometidos».

En Italia, el tema de los celos posee una tradición secular. Stendhal veía en el pueblo italiano un colectivo enérgico, capaz de matar por amor, locura que los franceses serían incapaces, según la opinión del autor de Rojo y negro, de cometer. Más recientemente, Italia ha sufrido dramas pasionales increíbles, tales como el de aquella vecina de Roma que, renovando el mito de Medea, asesinó al final de la guerra mundial a tres niños porque el padre de los mismos, que era su amante, no quería abandonar a su familia.

Atroz es también la historia de aquel marido furioso que cortó, en San Remo de un mordisco, la nariz a su mujer, para que permaneciera fea el resto de sus días y así nadie se interesara por ella. No hace mucho tiempo también se dio el caso, en Sicilia, de un novio de 74 años que abandonó, furioso por los celos, a su novia Teresa, de 84 años, en vísperas de la boda, porque se enteró de que cincuenta años antes su novia había tenido un flirt con otro. Las páginas de los periódicos italianos calificaban de «drama pasional» esta última historia, «que cambia la imagen de una Italia que parecía que ya se había instalado en el bloque de las sociedades permisivas».

Entre los jóvenes también se da el problema de los celos, aunque se respeta la libertad del otro. «Soy muy celosa», reconoce una joven de veinticinco años; «el problema es que no lo puedo confesar. He aceptado el formar con mi amigo una pareja abierta, por tanto, yo no le puedo obligar a la fidelidad». Marco, el varón de otra pareja, dice que él no es celoso, pero su compañera asegura que él ejerce sobre ella, si no un derecho de propiedad, al menos una presión o una forma de chantaje moral de dependencia.

Italia ha descubierto que todavía sigue siendo celosa. Alberto Moravia, maestro de la novela psicológica italiana, escribía hace poco en el Corriere della Sera: «No creo que exista amor sin celos».

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_