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Etiopía desmiente haber intentado invadir Somalia

Un portavoz del Ministerio etíope de Asuntos Exteriores desmintió ayer que su país hubiera intentado invadir Somalia. Las informaciones provenientes de Mogadiscio fueron calificadas por este funcionario etíope como «pura invención». Según la misma fuente, con la «invención» de esta noticia, Somalia trata de justificar la «venta» a Estados unidos de su base estratégica de Berbera. Sin embargo, el embajador somalí en Roma insistió en las acusaciones contra Etiopía, afirmando que once divisiones etíopes participaron en el intento de invasión. «Una división cubana, compuesta por unos 8.000 hombres, estaba estacionada cerca de la frontera», agregó. Las fuerzas etíopes lograron penetrar 45 kilómetros dentro de Somalia, según afirmó el embajador.

Más información
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En Washington se recuerda que, después de que hace menos de una semana se firmara el acuerdo que permite a las tropas de EE UU acceder a Mogadiscio y a la antigua base soviética de Berbera, un alto funcionario del Departamento de Defensa estadounidense declaró que no habría ninguna obligación por parte de su país de defender a Somalia en caso de ataque etíope. Frente a la presión etíope, que se acentúa desde hace varias semanas, la guerrilla somalí de Ogaden ha perdido buena parte de su capacidad de maniobra.En los campamentos situados a lo largo de la frontera somalo-etíope, los jefes militares del Frente de Liberación de Somalia Occidental (FLSO) reconocen que las tropas de Addis Abeba, ayudadas por expertos soviéticos y cubanos, han sido reforzadas en numerosas guarniciones, algunas de las cuales están situadas a escasos kilómetros de la frontera somalí.

El FLSO cuenta todavía, en su lucha por la independencia de esta provincia, «colonizada por Etiopía», con el apoyo de la población de Ogadén, de etnia somalí en su mayor parte. Pero el problema de la guerrilla reside en su escaso y pobre equipo militar, utilizado contra un adversario que tiene medios muy superiores.

Carentes prácticamente de apoyo externo, los guerrilleros han reducido su actividad a pequeñas acciones de sabotaje y hostigamiento, así como a pequeños trucos, con los que pretenden hacer creer a los periodistas que tienen más fuerza de la real.

Así, al noroeste de Somalia, a una veintena de kilómetros de la ciudad fronteriza de Borama, el FLSO hizo visitar al enviado de la AFP uno de sus campos, que, según los guerrilleros, se encuentra «a diez kilómetros dentro de la región de Ogadén». Finalmente, el guía admitió que se trataba realmente de territorio somalí, no sin añadir, con una sonrisa de excusa, que «la frontera zigzaguea».

Escaso armamento

Los guerrilleros disponen tan sólo de armas ligeras, fusiles automáticos Kalashnikov, de origen soviético, algunos morteros y unas cuantas ametralladoras. La gran arma, que muestran con gran orgullo, no es más que una vieja ametralladora Grinov, que, además, no dispone de munición.El comandante guerrillero Mohamed Gatur nos propuso seguir un ataque contra el puesto etíope de Dhar Warnaje, situado a una docena de kilómetros del campo, pero, después de tres días de contraórdenes, la operación terminó siendo anulada finalmente.

En un principio, la guerrilla de Ogaden había afirmado que el enemigo permanecía encerrado en sus guarniciones, pero, posteriormente, ha admitido que llega con sus patrullas hasta la frontera, utiliza blindados y artillería y que los guerrilleros no salen nada más que durante la noche para reavituallar a los combatientes del interior.

Más al norte, en el sector de Ciltire, las cosas son algo más serias que en el campo de Kulujeed. Allí sí que se está realmente a unos quince kilómetros hacia el interior del territorio enemigo. Las tiendas blancas -demasiado visibles- del primer campamento han dejado su lugar a pequeños refugios disimulados bajo los arbustos espinosos, para tratar de pasar desapercibidos y evitar el bombardeo de la aviación etíope.

Suenan unos cuantos silbidos e, inmediatamente, trescientos hombres se forman sobre el lecho seco del río Shinile. Si no se ven morteros ni ametralladoras, cada guerrillero sí que lleva su arma, que, casi siempre, es una Kalashnicov.

Sólo algunos heridos quedan bajo cubierto. Estos últimos participaron en la acción más reciente, que tuvo lugar en los días 29 y 30 de julio, cerca de Arrabi, a una quincena de kilómetros del campamento. Hasta allí marchamos a pie -ya han pasado los tiempos en que el FLSO conducía a los periodistas en land-rover- «Podríamos llevarle hasta Dire-Dawa o Harrar, pero necesitaríamos semanas», comenta un oficial.

Después de dos horas y media de marcha a través de unas colinas cubiertas de vegetación calcinada por la sequía, nos muestran cadáveres completamente momificados que visten uniformes etíopes perfectamente reconocibles. Esta acción, según los responsables del FLSO, habría causado cuatrocientos muertos por parte etíope y ochenta por parte de la guerrilla.

La concentración de fuerzas etíopes a lo largo de la frontera complica el aprovisionamiento de las bases guerrilleras que se encuentran en el interior de Ogaden. Las dificultades causadas por los etíopes a los civiles somalíes, a las que hay que unir los problemas creados por la sequía, han obligado a más, de un millón de personas que vivían en Ogaden -y, en su mayor parte, apoyaban a la guerrilla- a refugiarse en el interior de Somalia. De esta forma, el FLSO ha perdido aún más fuerza.

Aparte de la ayuda prestada por el Gobierno somalí, el FLSO recibe, según uno de sus responsables, «cierta ayuda material, que no llega a cubrir nuestras necesidades, de Egipto, Irak y, en menor medida, de Siria». El FLSO no está reconocido por ningún organismo internacional, e incluso la Organización para la Unidad Africana (OUA) acaba de afirmar en Lagos que Ogaden pertenece a Etiopía.

El estado mayor del FLSO insiste en que nada ha cambiado en su lucha. Pero, después de haber intentado liberar Ogaden, en 1977, con la ayuda del Ejército somalí, el FLSO nunca ha estado más lejos que hoy de sus objetivos finales.

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