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Necesidad de explicaciones

Ya se ha producido el retorno a sus actividades normales de la mayor parte de miembros del Gobierno. Es de esperar que esta regularización de la vida oficial, aunque sea en sus, más altas esferas, sirva para detener la carrera de bulos, especulaciones, rumores y especies más o menos fundadas a propósito de algunos de los interrogantes principales en la política de estos momentos. Tal vez porque aparentemente no pasaba nada, se había desatado una ola de vaticinios sobre lo que podría pasar este otoño. La respuesta a tantas conjeturas, sin erribargo, no la tendremos más que cuando quienes tienen la responsabilidad de decidir lo hagan y se conozcan sus decisiones.Comprendemos que el presidente del Gobierno guarde todavía en el ámbito de lo no divulgable algunas de las más importantes opciones que ha tomado o piensa tomar en las semanas venideras, si es que finalmente opta por modificar el estado statu quo (...) .

Nos resistimos a creer que el Gobierno y su presidente se comporten de esta manera debido a que carecen de explicaciones para cualquier asunto que afecta a los ciudadanos. Por el contrario, constándonos, como nos conta, que el presidente Suárez es persona de muy notables dotes de convicción y persuasión cuando habla en privado, tenemos la perplejidad de no saber por qué persiste en su actitud de no querer convencer a nadie en público, como, por otra parte, es una de sus obligaciones como dirigente. No estamos refiriéndonos, desde luego, a las generalizaciones sobre la necesidad de consolidar la democracia. Eso lo ha hecho el señor Suárez en repetidas ocasiones, por cierto, con éxito decreciente, como cabía suponer ante un discurso demasiado repetido. Nos referimos a las cuestiones que afectan directa e inmediatamente a las gentes: los efectos de la reforma fiscal en determinados sectores sociales particularmente castigados; la incidencia de lo que ocurre en el mundo africano sobre el presente y el futuro de las Canarias, de Ceuta y Melilla; el aumento del desempleo (véase el caso de Marinaleda); el presente y el futuro de la radiodifusión y la televisión no oficiales, etcétera.

No se trata, como decimos, de que el Gobierno ofrezca fórmulas mágicas: este país sufrido, paciente y desilusionado quizá se conformaría con ver palpablemente que alguien se ocupa de las cosas y rinde cuenta de ellas.

24 de agosto

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