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Crítica:ULTIMA DE FERIA EN ALCALA DE HENARES
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Continúa la esperanza en el toreo de Pepe Luis

Pepe Luis Vázquez hizo el toreo. La esperanza renace. No mucho, pues su actitud en la plaza produce desconcierto. ¿Tiene abulia o un exceso de seriedad responsable? Pepe Luis, ayer también en Alcalá, va a lo suyo, que es torear. Ninguna concesión a la galería, absoluta sencillez, técnica estricta.Con dos muletazos nada más, ya tiene al toro colocado en suerte y a punto para iniciar lo fundamental de la faena. Muchos otros toreros exteriorizan el esfuerzo, dan importancia al toro, se preocupan de producir esa psicosis de imprecisiones y zozobras que valora todo cuanto sucede en el ruedo.

En Pepe Luis sólo son esos muletazos y a empezar. La faena discurre en línea de pureza. Así, en su primer novillo: unos naturales pulcros, en los que torero y res parecen sentirse tantico incómodos. Con la derecha, dos series de redondos superiores, cargando la suerte; otra, juntas las zapatillas, impecable de tempie; otra de frente, al estilo inconfundible de su tío Manolo, que ya es un clásico de la tauromaquia.

Plaza de Alcalá de Henares

Ultimo festejo de feria, Corrida mixta. Cuatro toros de Marcos Núñez, correctos de presencia, escasos de cabeza, incluidos los de lidia ordinaria. El rejoneador Manuel Vidrié, dos orejas y oreja. Curro Romero: estocada corta (palmas y pitos). Pinchazo bajo y estocada desprendida (silencio). Dos novillos de Torrestrella, discretos de presencia y nobles. Pepe Luis Vázquez: dos pinchazos, perdiendo la muleta, y bajonazo descarado (vuelta al ruedo). Pinchazo y estocada corta (aplausos y también pitos cuando saluda).

Este es el toreo fundamental, pero la faena no se reduce a la eterna cantilena de los dos pases. Forman parte de ella los recortes, exquisitos y plurales, de los que pude contar, por lo menos, una docena: ayudados, trincherazos, cambios de mano por delante y por detrás, y aun éstos variados a su vez; de costadillo, de la firma, y, naturalmente, el de pecho hondo. Pero quizá el punto crucial del muleteo lo marcó cuando porfiaba para el de pecho, se le quedó en la suerte la res y salió de la cara airosamente en el giro inspirado del molinete con la izquierda.

En su otro novillo repitió la pulcritud del toreo en redondo, desmerecido a mitad de faena por un vozarrón que rompió. el silencio: « i Becerrista! ». No se lo merecía el torero en aquel momento. Los novillos que le trajeron esta vez eran decorosos, suficientes para la categoría de la plaza, y el espada toreaba en línea de seriedad, dentro de los más puros cánones. Aquel citar ofreciendo medio pecho, la muleta plana y adelante, cargando la suerte, es el toreo verdad que ya casi nadie ejecuta y menos aún los pegapases. Pero el vozarrón hizo efecto en el público y en el torero, que perdió ánimos y acabó embarullado.

Pudiera ser que le falte enfadarse consigo mismo, como gráficamente dicen los taurinos, o quizá pinturería, al estilo de ese Curro, que de ella ha hecho un rito. En el ovacionado quite a la verónica, en su primer novillo, un primor de temple y sabor, con media adormeciendo la embestida y desmayando el lance, Curro o cualquier otro torero habrían sacado mayor partido mediante el desplante y la marchosería, que son perfectamente lícitos en este arte y ayudan a provocar el entusiasmo en los tendidos.

Así parece que ha hecho, salvando las distancias, Manuel Vidrié, un rejoneador de los mejores que haya habido nunca en la historia de esta modalidad torera, el cual no salía de la frialdad en el ejercicio de su acabada técnica. Ayer, en Alcalá, volvió a ser el fácil, seguro y meritorio rejoneador de siempre, pero aderezando su actuación con pinturería, con lo que provocó el entusiasmo en los tendidos. Las intervenciones de Vidrié fueron, de principio a fin, pero sobre todo en banderillas, versión impecable del mejor toreo a caballo.

Y para marchosería ahí está Curro, pero Curro opera en otra órbita. No hay quién como él componga la figura y derroche prestancia, normalmente para no torear. Es la antítesis de lo que decíamos de Pepe Luis. Tuvo dos toros nobles, y les pegó derechazos bien aliviados con el pico y salvando las distancias, lo cual, naturalmente, no pudo convencer al público. En Sevilla habría sido otra cosa. De cualquier forma esperábamos menos, y al final, como no había motivo, no se produjo escándalo; aunque todos apreciamos las prisas que tenía el polémico coletudo por abandonar el coso. Un espectador le gritó al rejoneador: «Date prisa en matar para que se pueda marchar Curro». Y Curro, para entonces, ya estaba a pocos metros de la puerta de cuadrillas, vigilado de hito en hito, más en corto, por miembros de la Policía Nacional. Y con éstas se llevó a la gente de calle, como siempre. En ocasiones ni es necesario torear para mantener en alto la fama de faraón del arte taurino. Cuestión de ángel, claro, o como dirían pasado Despeñaperros, de pellizco o de duende. Y Curro es Curro; algo que no-se pué-aguantá. Exactamente.

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