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Timoner no se explica el hundimiento del ciclismo español

Desde su observatorio de Felanitx, en Mallorca, Guillermo Timoner, un hombre que hizo historia en nuestro deporte, asiste nostálgico a la caída del ciclismo español. Para él, seis vecess campeón del mundo tras moto, tiene difícil explicación el hundimiento de su deporte. El colabora en lo que puede, asiste a todas las carreras que se celebran en la isla y anima a los jóvenes con su ejemplo.

Guillermo Timoner ha cumplido ya los 54. Nació en una familia de agricultores y desde muy pequeño se aficionó a la bicicleta: «Yo no pasé hambre en la infancia. En mi familia había lo bastante para vivir. Lo que me ató a la bicicleta fue la afición, el gusto por la victoria. Cuando ganas, sientes algo muy grande, y yo me acostumbré a eso». Se dedicó a la pista «porque entonces las carreteras eran muy malas en Mallorca». A los diecisiete años ya había ganado su primer título nacional de persecución.Fue entonces cuando un ex corredor belga, Luciano Cou, hoy suegro de Eddy Merckx, le ofreció llevarle a Bélgica para competir en pruebas de pista por toda Europa. Timoner aceptó y se convirtió en un emigrante del deporte. Corría persecución, pruebas de seis días y americanas, hasta que un día le contrató Bernich, un apoderado que le convenció de que lo suyo era el medio fondo tras moto: «Yo me tenía más fe en persecución, pero él me convenció, y yo me alegro de haberle hecho caso».

Su paso a la especialidad de tras moto convirtió a Guillermo Timoner, hasta entonces un buen profesional, en un supercampeón. Su potencia, velocidad y fondo hicieron que dominara durante diez años en la especialidad. En ese tiempo consiguió seis títulos e hizo dos segundos puestos: «Desde luego, fue un acierto para mí el pasar al tras moto. Gracias a eso he dejado tras de mí una gran ejecutoria. A veces me preguntan si no me hubiera gustado más ser un corredor de ruta, y yo pienso que no puedo quejarme con lo que he conseguido. No creo que hubiera podido hacer más en otra especialidad. Lo mío era esto, lo mismo que lo de Bahamontes era la escalada».

La suya es una especialidad rara y difícil: «Quizá lo más importante es la compenetración con el entrenador, que lleva la moto. Yo tuve dos: primero, Van Ingelgen, y después, Meuleman. No dirige la carrera el entrenador ni el corredor, sino los dos de acuerdo. Cuando parecía importante tirar, el entrenador me preguntaba: "¿Ça va?". Si yo no le contestaba nada, era que iba reventado. Si contestaba oui, era que me sentía fuerte, y si le decía oui, oui o je me proméne, era que estaba fortísimo, y, entonces, él tiraba y tiraba, hasta que sacábamos vuelta al segundo». Tiraba de fuertes desarrollos «hasta un 72 x 14 llegué a llevar, aunque en las pistas pequeñas eso no era posible. En el velódromo de Madrid, por ejemplo, llevaba un 60 x 16, porque con otro más largo me hubiera salido de la pista». Con una moto delante se anula casi en su totalidad la resistencia del aire, y eso permite alcanzar enormes velocidades. En la prueba de medio fondo (100 kilómetros) Timoner alcanzó su mejor promedio, con 82,800 kilómetros por hora. Su velocidad punta llegó a pasar de los 115 kilómetros por hora.

Un deporte vivo

Pasados los años (están a punto de cumplirse los veinticinco de su primer título), Timoner vive tranquilo en Felanitx, donde posee una tienda de artículos deportivos; cerca, en Puerto Colomb, tiene también una tienda de recuerdos turísticos, que cierra durante el invierno. Utiliza la bicicleta para huir de la rutina del trabajo. Corre continuamente en carreras de veteranos y de todo tipo: «En Mallorca, este deporte sigue vivo. Continuamente hay carreras, y se celebran en medio de un gran ambiente. Yo creo que el ciclismo español no está tan mal, que no está muerto, sino vivo, porque lo mismo que ocurre en Mallorca ocurre también en otras partes. Hace falta sólo un trabajo un poco mejor de las federaciones y, sobre todo, una figura. En cuanto la haya se volverá a hablar de ciclismo».

Todos los deportes esperan siempre la figura, como se espera un mesías. Pero, en elciclismo, hay una dificultad: «Este deporte es muy duro y la gente no está hoy por los sacrificios, porque la vida es más sencilla que antes. Yo no quiero colgarme ninguna medalla, pero, a los 35 años, tuve una tremenda caída en los Seis Días de Madrid. Tuve fisura de cráneo y estuve unos días entre la vida y la muerte. Después necesité de dos operaciones en el brazo derecho, con injerto de hueso de la cadera, para recuperar en parte el movimiento. Estuve ocho meses escayolado, con un clavo en el brazo. Bueno, pues los dos últimos meses, con el brazo escayolado en avión, me entrenaba por aquí, por Mallorca. Hacía cada día ochenta kilómetros y, al final, no podía ni ducharme, porque la escayola me cubría gran parte del pecho. Mi mujer me lavaba como podía, limpiándome por debajo de la escayola con unos palillos con un algodón mojado en alcohol. Lo hacía porque no quería dejar el ciclismo. Los médicos me dijeron que me retirara, que estaba loco si pensaba que podía volver a ser alguien. Y yo no tenía necesidad de dinero. Era sólo afición. Bueno, pues me recupere y, después de eso, fui campeón del mundo tres veces más, la.última, a punto de cumplir los cuarenta años».

Aparte de la falta de afición de los corredores actuales, Timoner apunta otras causas: «La gestión federativa quizá no sea todo lo buena que puede ser. Por ejemplo, en el caso de la pista, yo creo que en España hay instalaciones suficientes, pero hay poca actividad. A mí me ha entristecido que no hayamos concurrido a los últimos Juegos Olímpicos. Y pienso así porque me hubiera gustado ser olímpico, y en ocasiones he lamentado el haber sido profesional desde tan pronto, porque no pude ir nunca a los Juegos. Ahora encuentro triste que ni siquiera esté presente el ciclismo español. No me explico este hundimiento en un deporte que aún se practica».

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