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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Mon dieu... la France!

El racismo del que España está siendo objeto por parte de las autoridades galas es una muestra incontestable del menosprecio y la demagogia con que algunos países de la Europa comunitaria reciben el deseo de los españoles de integrarse en la CEE.Parece como si Giscard d'Estaing tuviera preparado un programa contra los intereses españoles: recomendaciones sobre el Sahara una vez descubiertos los fosfatos, encubrimiento o falta de transparencia en materia de terrorismo, boicoteo de los agricultores franceses al tránsito de productos agrícolas hispanos destinados a la Comunidad Europea, retraso en las negociaciones sobre la adhesión de nuestro país a la CEE y trato discriminatorio hacia nuestra lengua son algunos de los golpes bajos que Francia nos ha asestado en los últimos años.

¿Se trata de un odio revestido de piedad, de una soez competencia? No cabe la menor duda. Hojéese EL PAIS del día 27-7-1980 y se podrá leer: «Francia quiere ampliar su presencia en América Latina». La pregunta que uno debe formularse inmediatamente es: ¿en detrimento de quién? La respuesta, obvia.

Pero en este asunto franco-comunitario hay dos gotas que rebosan el vaso; a saber: la solicitud formulada por la CEE a la Academia Mejicana de la Lengua para que se encargue de la traducción de términos técnicos y del arbitraje de los mismos entre los países de habla hispana y la propia Comunidad Económica Europea, y el desplazamiento del que está siendo víctima en el país galo la lengua española.

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Lo que resulta incomprensible es que el Gobierno de Madrid consienta, con una resignación abominable, las bofetadas que la Administración Giscard y algunos otros Gobiernos de países comunitarios nos están propinando con un cinismo orgiástico y una crueldad sarnosa..., porque ni el ministro Oreja, ni Calvo Sotelo, ni De la Cierva, ni el propio presidente Suárez han reaccionado nunca -a no ser con las monsergas perorático-circunloquiales ante los micrófonos o las cámaras-, con esa fuerza indeleble que otorga la razón ecuánime y el orgullo, contra tan deplorables gestos de bon voisinage. /

Diplomado superior de Estudios Franceses Modernos.

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