El príncipe Al Thani, de Qatar, satisfecho porque sólo le robaron 1.300 millones
Anteanoche, el príncipe Al Thani y su esposa favorita, tras la jornada de ayuno que actualmente les impone el Ramadán a los musulmanes, bajaron del primer piso de su chalé a la planta baja para cenar. Poco después volvieron a subir y comprobaron que todas las joyas de la esposa habían desaprecido, de igual manera que otros 500.000 francos en líquido. El valor de esas joyas se cifró en 1.300 millones de pesetas, pero el emir se dio por satisfecho, porque los misteriosos ladrones podían haber aprovechado la ocasión para afanar las joyas de sus otras tres esposas, premiadas democráticamente cada una de ellas con el mismo botín.Nadie se explica por el momento cómo pudo realizarse la operación. Como otros muchos colegas suyos del mundo de los petrodólares, que han escogido a Cannes como paraíso terrenal, el príncipe vive en un chalé escondido en la colina que domina la ciudad, enterrado prácticamente entre los árboles, vigilado día y noche por un guarda encerrado en una garita, dotado de todos los medios más sofisticados de seguridad, y, por añadidura, habitado por sus cuatro esposas, por su prole numerosa y por sus veinte sirvientes. La policía ha empezado por sospechar que alguno de estos últimos, en un momento de debilidad, el hombre decidió salir de la nada y les sirvió a los ladrones de cicerone.
Mientras cada uno de esos veinte empleados presta declaración, el príncipe, inmutable, continúa viviendo su vida. Al día siguiente del robo envió a su secretario particular a la policía para que denunciara el hecho, que, por lo demás, no entorpece para nada sus costumbres de hombre sin problemas mayores.
Cada noche, el emir parece ser que se desplaza hasta el casino con veinticinco millones de pesetas en el bolsillo y, en el peor de los casos, no pierde ni un céntimo más.
Al Thani, en su día, fue ministro del Petróleo. Su padre, Ben Afi Al Thani, fue emir de Qatar desde el año 1960 hasta 1973.
En esa época fue derribado por su primo, el actual cheik Khalifa, que acusó al padre del emir robado en Cannes de indolencia y de sus gustos exagerados por los automóviles en oro macizo.
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