Cien refugiados vietnamitas esperan desde hace meses su traslado a España
El calor es sofocante en el campo de refugiados de Kai Tak, junto al aeropuerto, pero una veintena de personas ha acudido a la cita al saber que alguien que venía de España quería verles. Christine, una intérprete del Alto Comisariado de las Naciones Unidas para los Refugiados, les ha convocado a primera hora de la tarde y traduce sus tímidas quejas.Todos ellos fueron seleccionados, hace ya varios meses, por representantes del Gobierno español. En un principio eran 250, pero los retrasos sucesivos han hecho menguar esta cifra. La mayor parte ha «desertado» hacia otros países y ahora mismo sólo quedan en este campo de refugiados 91 personas, que aún confían en ir a España.
Están realmente hartos de esperar, hacinados en un campo de estas características, y lo que más les duele es la incertidumbre. Al principio se les dijo que en abril; después, que en mayo; luego, que en junio, y, ahora, la última palabra de Madrid es que no podrá acogérseles antes de septiembre. Al parecer, el motivo es que no hay plazas en los albergues provinciales, como el de San Rafael, en Segovia.
La tragedia de los exiliados vietnamitas, los llamados boat people, obligó a que las Naciones Unidas convocaran, a mediados del año pasado, una conferencia internacional en Ginebra para tratar de establecer lugares de asentamiento para quizá un millón de refugiados procedentes de los tres países de la antigua Indochina: Vietnam, Camboya y Laos.
El Gobierno español se comprometió entonces a acoger a un millar de estos refugiados, y quinientos de ellos, procedentes de Tailandia, están ya establecidos en nuestro país. El resto de la «cuota» debía cubrirse, inicialmente, con 250 refugiados de los acogidos en Hong Kong y otros tantos procedentes de los campos de Filipinas e Indonesia. La selección fue hecha, a finales de 1979, por funcionarios españoles, de acuerdo con las circunstancias familiares y las aptitudes profesionales de los que deseaban establecerse en España.
Organización británica
Los refugiados en Hong Kong, que llegaron a ser más de 70.000 el verano pasado, son, pese a todo, los más afortunados. El Gobierno de la colonia británica ha mantenido una actitud ejemplar hacia los centenares de personas que llegaban diariamente a este ya de por sí superpoblado enclave. Si el hacinamiento es inevitable, parece que el agua corriente, los cuidados médicos, la comida y un mínimo de calor humano no han faltado en los campos de refugiados de Hong Kong, atendidos por el Gobierno de la colonia, las Naciones Unidas y algunas instituciones caritativas.Pero los aspirantes a establecerse en España se lamentan de que, aunque aquí pueden comer, la vida es dura en un campo de refugiados, máxime con niños pequeños. Si se les dijera, por fin, una fecha concreta, les sería más fácil soportar los meses de espera y muchos de ellos se dedicarían a estudiar castellano,añaden.
«Al principio había un gran entusiasmo y muchos se apuntaron a las clases de catellano», dice el padre Labayen, un dominico que ha pasado treinta años en Vietnam y que da clases a los refugiados, la mayor parte de los cuales hablan vietnamita. «Pero a medida que se iba retrasando el viaje a España fueron dándose de baja, y hemos tenido que suspenderlas»
Los refugiados dicen que tienen que trabajar durante el día, que llegan muy cansados a la hora de las clases nocturnas y que, sobre todo, no están seguros de que acaben yendo a España. «Si hubiera una fecha concreta», asegura uno de ellos, «yo dejaría mi trabajo en Hong Kong y me dedicaría a aprender español; pero no tengo esa certeza ».
Cuando se les pregunta por sus profesiones u oficios, todos se muestran muy seguros de ser útiles. Hay carpinteros, sastres, pescadores, chóferes, y uno de los más jóvenes dice sonriendo que «somos muy habilidosos». La casi totalidad de los varones son chinos étnicos, que vivían en el norte de Vietnam, cerca de Hanoi, mientras que las mujeres son vietnamitas.
Una larga historia
Todos han pasado enormes calamidades, después de pagar al Gobierno de Hanoi entre ocho y diez taeles de oro (entre trescientos y cuatrocientos gramos) por cada adulto y dos o tres taeles por cada niño, simplemente para poder salir del país. Después vino una larga travesía por el mar de China, en barcos frágiles y sobrecargados y bajo el acoso de los piratas tailandeses, que robaron, violaron y asesinaron a muchos de ellos.Salieron de Vietnam a principios de 1979 y desde finales de ese año están esperando el viaje a España. «No es fácil pedirles que esperen unos meses más», dice Christine, la intérprete y asistente de las Naciones Unidas. Dadas las «bajas» en la lista de refugiados que querían establecerse en España y que han optado por otro país, habrá que hacer una nueva selección hasta completar el «cupo» de 250 personas. En opinión de personas familiarizadas con este grave problema, el Gobierno español debería admitir también a algunos de los refugiados acogidos en Macao, la colonia portuguesa situada a sólo unos kilómetros de Hong Kong. «Los refugiados de Macao están en peores condiciones, no pueden trabajar fuera del campo y, además, nuestras buenas relaciones con Lisboa nos obligarían a hacer un gesto siquiera simbólico y recibir a algunos de ellos». Hay unos 4.000 refugiados en Macao, aproximadamente la décima parte que en la colonia británica.
Necesaria formación cultural
El padre Labayen recuerda sus primeras conversaciones con los refugiados que fueron seleccionados para venir a España y elogia la labor desarrollada por el cónsul general, español en Hong Kong, Julio López Jacoiste, que pidió a Madrid películas, libros y hasta cartillas de párvulos para enseñarles el castellano. «Muchos creían que España está en Africa, otros que cerca de la India y hasta alguno dijo que en Australia», dice el cura dominico.En alguna ocasión corrieron rumores por el campo de refugiados de que España estaba en guerra, lo que causó la alarma de los seleccionados, añade el padre Labayen. Ahora, los 91 que quedan en la lista tienen una idea bastante aproximada del país donde quieren establecerse. «Lo único que les falta es la promesa de una fecha concreta y ésa sólo puede hacerla el Gobierno de Madrid». La mayor parte de los refugiados del campo de Kai Tak dudan de que eso llegue a suceder alguna vez.
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