Hay matrimonios que simulan un parto para inscribir al niño adoptado como legítimo
Todo el mundo conoce en El Escorial el chalé de las monjas italianas. Hogar de 130 niños de hasta trece años . Abandonados, semiabandonados o en guardia y custodia. De padres emigrantes o con conflictos. Sor Tomasina recibe a matrimonios adoptantes que prueban suerte con ella, pero únicamente los orienta hacia el Tribunal de Menores o la Asociación de la Adopción. Tiene niños que serían perfectamente adoptables, pero tanto el respeto hacia la patria potestad como una visita o llamada de la familia lo impide. E incluso imposibilita la salida a unas vacaciones con matrimonios que se prestan. Son los niños abandonados y semiabandonados los que están realmente en inferioridad de condiciones en cuanto a la adopción: Recogidos en los centros que se conocen hoy como hogar infantil del Instituto Provincial de Puericultura (antes Inclusa) u otros hogares infantiles o ciudades escolares provinciales. Víctimas de los más diversos dramas humanos, esperan toda su infancia y adolescencia integrarse en una familia. Son estos niños los que, día a día, se marcan con ese mal irreversible llamado «hospitalismo» y que corresponde a aquella leyenda de soledad y tristeza.
«La condición indispensable para que se lleve a cabo la adopción», explica Gregorio Guijarro, fiscal del Tribunal Supremo y presidente de la Asociación para la Adopción, «,es que sea un niño abandonado. Pero la falta de un órgano central que controle el número exacto en cada establecimiento. crea dificultades y se hace imposible elaborar estadísticas».
Gregorio Guijarro es partidario de que los establecimientos sean de carácter privado: «Las personas que se ocupan de tales instituciones son generalmente vocacionales. Si estos centros se hicieran estatales, la burocracia lo invadiría todo. En este momento se pretende una remodelación. Hay que evitar los abusos, tanto del letrado que cobra 100.000 pesetas por un expediente, como los casos de «simulación de parto», en los que el niño queda inscrito como hijo legítimo y constituye un delito sancionado por la ley, u otros parecidos».
A este apartado corresponden esas gestiones, que, como se decía antes, rozan, las fronteras de lo legal. Se dan en clínicas maternales o infantiles. El personal del más ¡mportante hospital infantil de Madrid ve salir de sus salas, con demasiada frecuencia, niños en adopción que, evidentemente abandonados, rara vez pasan por el Instituto Provincial de Puericultura. Se retienen bajo pretextos, has ta que, calladamente, aparecen unos adoptantes bien recomenda dos y con la autorización de un tri bunal. Las pruebas desaparecen los implicados lo olvidan y sólo se ar chivan, bajo siete llaves, aquellos justificantes que salvaguardan la integridad del centro. Y aquí no ha pasado nada.
Según el abogado Emilio Lavín ya no existían niños adoptables en los centros, cosa que confirmó el doctor Jardón, médico pediatra del Instituto Provincial de Puericultura. Esto ocurría hace un par de meses, pero actualmente el stock es considerable y reclama una alternativa.
Los niños que se amontonan en los pabellones del edifico de O'Donnell, 50, de Madrid, aunque prácticamente están abandonados, en teoría cumplen semestre tras semestre los plazos indispensables para considerarlos abandonados. Si en el transcurso de ese tiempo la madre o el padre les hiciera una visita, aunque fuera dos días antes de cumplirse los seis meses, se interrumpe la condición y hay que volver a empezar de nuevo. En muchos casos, hasta alcanzar la edad laboral. «Algunos familiares», confirma el doctor Jardón, «los sacan un par de días, la mayoría vuelven sucios y hechos una pena, utilizados a veces hasta para pedir limosna ».
La generosa aplicación de la patria potestad
José Manuel tiene dos años, es el penúltimo de los hijos de un matrimonio de Parla. El tuberculoso y ella con graves desórdenes psíquicos. Llegó al centro con otros dos hermanos de tres años y ocho meses, a instancias de unos vecinos que denunciaron malos tratos a los pequeños. José Manuel llora continuamente, exige una atención y afecto constante, que el personal, encargado de otros muchos niños, no puede dedicarle. Entonces José Manuel se golpea, se autoagrede.
Personas cualificadas opinan que esos transtornos remitirían por completo con el cariño exclusivo de unos padres adoptivos. Pero la concepción que se tiene de la «patria potestad» ampara a los familiares, que, al acercarse el plazo de los seis meses, lo sacan un día y lo devuelven, muchas veces molido a golpes.
Fernando es un compañerito de José Manuel de apenas cuatro años de edad. Su padre es un gitano chatarrero y su madre prostituta. Están separados. Tiene una hermana de seis años que vive con unos familiares en calidad de adoptada, aunque no haya ningún tipo de papeles que lo acredite. Hace unos meses alguien del centro advirtió al gitano de que si no venía a ver a su hijo se lo iban a quitar, y como él no puede consentir esto, de cuando en cuando lo saca, le da una vuelta a la manzana y lo vuelve a dejar.
Buen porcentaje de estas criaturas, producto de las más diversas impotencias familiares o simples egoísmos, pasarán -al cumplir los cuatro o cinco años- a las ciudades escolares, donde las adopciones son ya mínimas. Una bien conocida está en el kilómetro doce de la carretera de Colmenar Viejo, que alberga a doscientos niños, de tres a seis años, en el pabellón infantil, y ochocientos en el resto, todos escolanzados.
«Pero a estas edades la adopción ya no tiene sentido», opina Mariano Pérez-Galán, pedagogo vocacional y rector de la ciudad escolar, «existe aquí una fama muy compleja de situaciones y sólo un 10% son realmente abandonados». «A los diez y doce años un niño/niña que no sea la del centro». «Lo que se procura es presionar a la familia para que reincorpore a ese hijo, siempre que la situación socioeconómica o de conflicto que motivó su venida al centro haya variado».
A Marlano Pérez-Galán le preocupan los problemas especícicos de cada alumno y lucha cada día con las dificultades que conlleva una institución masiiicada, y la falta de personal cualificado impide la atención individual, que resultaría satisfactoria.
Por último, los que verdaderamente son dignos de lástima, porque nadie se interesara por ellos, son los niños subnormales, mongólicos o con parálisis cerebral que nadie se interesara por ellos, teórica y prácticamente abandonados. Son carne de institución para toda la vida.
Adoptantes en lista de espera
En la mayoría de los casos se trata de matrimonios estériles y su motivación suele equivaler al deseo normal de tener hijos. Sin embargo, la selección indica que hay otras razones: desde el deseo de llenar un vacío en personas que han vivido egoístamente hasta el hijo «distracción», el hijo «salvavidas» o el hijo «compañía para la vejez».
Visitación Pérez de la Paz, diputada provincial, es, desde hace un año, la responsable del tema de la adopción en la diputación. Este se lleva por la comisión de servicios sociales, pero está adscrito a Presidencia. En su opinión, la selección de padres no puede hacerse bajo un criterier unipersonal. Para esto se creó una comisión compuesta por dos médicos, una psiquiatra, dos asistentes sociales y un abogado. Se aplican unas normativas al estudio de las solicitudes: edad, características culturales y económicas, motivaciones reales, etcétera. Las entrevistas entre solicitantes y miembros de la comisión ofrecen gran complejidad. Al tocar detalles íntimos de la pareja se alcanzan cotas emocionales muy altas.
Para facilitar las adopciones y evitar la piratería, Visitación es consciente de la importancia que tiene agilizar los trámites de selección y controlar por medio de un órgano central las listas de adoptantes. Pretende que una primera entrevista informe o disuada al matrimonio sin rodeos. De momento, la realidad es bien distinta. «Hoy por hoy, y tal como están las cosas», opina Gregorio Guijarro, «el sistema más rápido y eficaz para conseguir un niño en adopción es "meterse en el bolsillo", ganarse la simpatía de una de las personas relacionadas directamente. Asistentes sociales, monjitas, encargadas de maternidades, etcétera; si se logra caer mejor que los demás de su lista el resto es fácil».
La misma sugerencia que debieron hacerse el popular cantante español Manolo Escobar y su mujer hace dos años. No se dirigieron a ningún centro, los trámites eran muy largos: «Hablamos con la persona indicada y en poco tiempo recogimos a la niña en una provincia española». Las anécdotas entre los solicitantes son numerosas: desde el notario que reunió los requisitos pero se pre sentó solo a la entrevista, porque «a su mujer no la necesitaba», «él era quien decidía», hasta el matrimonio de cincuenta años que solicita una niña recién nacida para que los cuide cuando sean más mayores.
La diputada comenta que las parejas jóvenes, con buen nivel cultural, son las que mejor reaccionan. Las entrevistas son sinceras y positivas. Un argumento que convence plenamente a la hermana Pura es que el matrimonio se haya concebido bajo la ¡cica de tener hijos.
Desde abril no se ha vuelto a oír nada sobre la política iniciada por la diputación en cuanto a soluciones.
Carlos Revilla (presidente de la diputación) y María Visitación Pérez de la Paz, como integrantes de una institución pública, confían en que, al tener ésta un control público de la gestión, haya mayores garantías.
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