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Reportaje:JAPÓN, EN BUSCA DE PROTAGONISMO EN ASIA / y 2

El papel nipón en la estructura militar de Occidente es cada vez más activo

«Durante los últimos 35 años, Japón ha estado volcado en su desarrollo económico. Ahora somos económicamente fuertes, la segunda potencia industrial, y tenemos una mayor responsabilidad política a nivel global, lo que nos obligará a jugar un papel más activo, incluso en el campo de la defensa», admite en Tokio un funcionario del Gaimusho, el Ministerio de Asuntos Exteriores nipón.

El pasado mes de febrero, unidades navales japonesas participaron en unas maniobras realizadas en el centro del océano Pacífico por las marinas de Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanza. Unos meses más tarde, Tokio obtenía la condición de observador, análoga a la de España, en la Asamblea de la OTAN. Ambos ejemplos son sólo una pequeña muestra de cómo Japón va estando presente en las estructuras militares occidentales.Los partidarios de un incremento de los gastos militares en Japón alegan que se ha producido un cambio muy irriportante en la opinión pública, antes totalmente opuesta a cualquier tipo de rearme. Una encuesta gubernamental señala que un 86% de los japoneses consideran necesarias las llamadas «fuerzas de autodefensa», compuestas por algo más de 250.000 hombres. Tres años antes, el porcentaje era siete puntos más bajo. La victoria comunista en Indochina, el anuncio cle la retirada de tropas norteamericanas de Corea del Sur y los últimos acontecimientos registrados en Asia han contribuldo sin duda a extender esas opiniones favorables a algún tipo de rearme.

Limitaciones constitucionales

Si el ex ministro de Defensa Yasuhiro Nakasone gana la batalla por la jefatura del partido liberaldemocrático y del Gobierno, el próximo 16 de julio, existe la certeza de que se embarcará en un programa de mayores gastos defensivos y de presencia militar más activa en las alianzas occidentales. Pero incluso si el nuevo primer ministro es otro, menos conocido por sus declaraciones en pro del incremento del presupuesto de defensa, el resultado, a la larga, será el mismo. Y más con la sólida victoria electoral de los liberaldemócratas y el fracaso de la oposición, en su conjunto, y de los partidos antirrearme en particular.

El asunto es delicado y muy complejo, porque la Constitución japonesa prohíbe, en la práctica, la existencia de un Ejército, y sólo reconoce el derecho de autodefensa, de acuerdo con la Carta de las Naciones Unidas. Una interpretación en absoluto estricta del artículo nueve de la Constitución japonesa debe como anticonstitucional el envío de tropas fuera del país o, simplemente, la posesión de armamento destinado más al ataque que a la defensa, como pueden ser los bombarderos de largo alcance o los misiles balísticos intercontinentales.

La posibilidad de modificar la Constitución no puede descartarse, y menos ahora, cuando el partido gubernamental ha conseguido sólidas mayorías en las dos cámaras de la Dieta Nacional o Parlamento. Pero, a diferencia de la Constitución de la República Federal de Alemania, también redactada al dictado de los aliados después de su victoria en la segunda guerra mundial, y que ha sufrido decenas de enmiendas,lajaponesa no ha sido reformada. Los partidos de izquierda, conscientes de que la mayoría parlamentaria era conservadora, siempre se opusieron a una modificación del texto constitucional, que estaban seguros de que sólo favorecería a la derecha.

Gastos militares

Antes de llegar a acciones tan trascendentales como la reforma de la Constitución o el restable.cimiento del servicio militar obligatorio (las fuerzas de autodefensa son voluntarias), está el incremento del presupuesto defensivo, algo que además piden a gritos Estados Unidos y sus aliados occidentales.

En el presente año fiscal, Japón ha dedicado a defensa un 0,9% de su producto nacional bruto (PNB) es decir, unos 10.000 millones de dólares. El porcentaje es mínimo, si se compara con el de otros países como Estados Unidos, que invierte el 6% de su PNB, o Francia y la República Federal de Alemania que se gastan casi un 4%. Pero en cifras absolutas, Japón se sitúa en el noveno puesto mundial por or den de gastos militares.

Washington ha venido presionarido en los últimos años para que Japón comparta los gastos de la defensa del Pacífico y del Extremo Oriente. En la visita que realizó a Washington, a finales de mavo, el desaparecido primer ministro Mashayoshi Ohira, el tema de la contribución militar de Japón fue uno de los principales en la agenda de trabajo. Los europeos, por su parte, no ven por qué un país con un enorme desarrollo industrial y un,¡ gran agresividad exportadora que con frecuencia les perjudica tiene que dedicar porcentajes de riqueza mucho menores que ellos a gastos militares.

Dependencia exterior

Saburo Tanaka, director de la Oficina de Información Pública del Ministerio de Asuntos Exteriores, prevé que no será fácil aumentar el presupuesto de defensa, ni siquiera en esa décima que falta para llegar al 1 % del producto nacional bruto nipón. «El sentimiento de que Japón debe asumir sus responsabilidades en materia de defensa existe en la calle, pero nadie está dispuesto a aceptar sacrificios, o a que los gastos militares resiten dinero del destinado a prestaciones sociales», añade Tanaka.

El cualquier caso, el tema está efectivamente en la calle. Hace sólo dos años, el general Hirumi Kurisu, jefe del Estado Mayor, fue cesado fulminantemente como consecuencia de unas declaraciones hechas a la prensa, en las que explicaba que un jefe militar japonés tendría que actuar al margen .de la Constitución en caso de un ataque sorpresa enemigo, ya que la ley fundamental no prevé ese tipo de situaciones.

El Gobierno quiso dejar claro con el cese del general Kurisu la primacía del poder civil sobre el militar, aunque ordenó un estudio sobre posibles lagunas en la legislación sobre defensa nacional. Hoy día existe un relativamente amplio consenso de que hay que hacer algo en este campo y de que Japón debe ser parte activa de la defensa de Asia.

La casi absoluta dependencia del exterior que tiene Japón para los suministros de alimentos, materias primas y, sobre todo, energía, es otro argumento empleado por los partidarios de que el Gobierno de Tokio «asuma sus responsabilidades». Una de las primeras, especialmente recomendada por Washington al parecer, sería la extensión de su área de patrulla naval hasta Filipinas, por el Suroeste, y hasta Guam, en el Este. «Si Japón depende de las líneas de navegación marítima para su abastec;miento de materias básicas, es lógico que contribuya a garantizar la seguridad de esas rutas navales», alegan los defensores del rearme.

Presiones

El diario Yomiuri reconocía poco antes de las elecciones, en un editorial publicado en su edición en inglés, que existen presiones internas y externas para que Japón refuerce su potencial defensivo y pedía extrema prudencia y la búsqueda de un consenso nacional sobre tan espinoso tema. El editorialista señalaba también que Estados Unidos ya no es el gendarme mundial y que necesita el apoyo de sus aliados, especialmente en áreas donde no puede ejercer directamente su influencia.

«En Corea, Japón debe exportar una docena menos de automóviles a Estados Unidos, para así repartir los gastos», bromea el corresponsal inglés.

Presencia militar norteamericana

Los recientes acontecimientos de Corea y del continente asiático en general han desaconsejado la retirada de esas tropas norteamericanas. Pero quizá ello se traduzca en una disminución de los efectivos estadounidenses en el archipiélago japonés, que ascienden a 46.000 hombres. Tampoco eso parece del agrado de Tokio, preocupado ante la posibilidad de cualquier cambio en el statu quo de la región.

En caso de guerra total, Japón depende de la «sombrilla nuclear» norteamericana. Como único país que ha sufrido los efectos devastadores de la bomba atómica, Japón es hipersenible al tema nuclear, si bien no puede permitirse, por su carencia de recursos eriergéticos, el renunciar a la utilización industrial del átomo. Tokio ha firmado el Tratado de no Proliferación Y, en cuanto a la.s armas nucleare s, su política está basada en tres principios: no producir armamento atómico, no importarlo y no estacionarlo en su territorio.

Pero, incluso en el caso de una guerra conn,encional a gran escala, Japón depende de stis acuerdos defensivos con Estados Unidos. Los japoneses reconocen abiertamente que el tratado con Washington, que ahora cumple veinte años, ha permitido el vertiginoso despegue económico del país. «Nuestras relaciones con Estados Unidos son excelentes. Cierto que hay problemas comerciales y económicos, pero creo que ambas partes están de acuerdo en no dejar que se conviertan en problemas políticos», dice Saburo Tanaka.

Fuerzas de autodefensa

Creadas en 1950, a raíz de la guerra de Corea, que obligó al envío de tropas norteamericanas estacionadas en Japón, las fuerzas de autodefensa han ido creciendo en número, material y presupuestos, hasta alcanzar el nivel actual de algo más de un cuarto de millón de hombres, casi un centenar de buques de guerra y unos quinientos aviones de combate.

La década de los ochenta verá a Japón sentarse en la mesa del juego del poder en Asia, por muy reacios que sigan silendo a ello sus dirigentes. El informe anual del Departamento de Defensa norteamericano al Congreso, el pasado mes de enero, recogía ya la disposición de Tokio a participar en la planificación conjunta de la defensa de Asia. Si favor con favor se paga, los japoneses no pueden desatender la repetida llamada de Washington y de sus aliados occidentales. «Japón se desenvuelve muy bien en el sistema de economía de mercado libre; justo es que contribuya a defender su supervivencia», razona un defensor del rearme.

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