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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El equipismo

UN MINISTRO -qué más da cuál: uno- se defiende de algo -qué más da qué- rechazando una cierta culpabilidad que no tiene «el equipo actual del ministerio», y que tendrían los anteriores. Resalta, sin quererlo, una mala costumbre antigua y reactualizada: el equipismo. Cada nuevo alto cargo llama hacia sí, tras el acto gozoso del juramento, un par de parientes, el compañero listo que le hacía los deberes en el colegio -que puede seguir desempeñando un papel parecido-, tres paisanos olvidados, alguien que le favoreció una vez, y con ello forma lo que audazmente llama equipo. Son residuos del caciquismo, que a su vez lo era del feudalismo. La novedad del régimen, del sistema y del partido ha favorecido en estos tiempos el vicio del equipismo. Que a su vez deja sin función, y a veces sin trabajo -cesantes, como en los tiempos del género chico, de los dibujos de Cilla o los cuentecitos y chistes de Gutiérrez-, a los de¡ equipo anterior, a no ser que su padrino anterior tire de ellos a otro puesto o consiga un despido por arriba: lanzándolos a otro puesto.El prob lema no es tanto el del favoritismo; los altos cargos tienen a veces una lucidez repentina -lo que en lenguaje eclesiástico se llama «gracia de estado»- y buscan gentes capaces de ayudarles o con alguna relación, aunque sea leve, con el «ramo» parla el que a veces con su propia sorpresa han sido designados por quien intuye en ellos unos valores ocultos. El problema es de continuidad. Las democracias europeas resolvieron hace siglos este problema -Francia, concretamente, desde el-código Napoleón- creando una permanencia de funcionariog de rango y una inmutabilidad en las normas que está por encima de las alteraciones de poder. Si sobrevive el nepotismo, y sobrevive, se resuelve con la elegante caridad de dar al nepote un puesto sin decisión y, sobre todo, en disuadirle cariñosamente de que quiera cambiar todo lo establecido con el humano propósito de hacerse brillante y célebre. Habría menos que objetar a la corruptela del sobrinazgo si los recién elevados fueran simples personajes decorativos -en UCD hay una gran abundancia de personajes que saben arbolar la corbata y ajustarse el cuello italiano de la camisa, alisarse las arrugas del traje y atusarse el pelo- y no se empefiaran en trabajar para deshacer.

El equipismo es una alteración del orden que se hace más peligrosa a medida que el Estado ocupa, cada vez más, todos los terrenos de la vida nacional. Porque cada amigo de la provincia o soplón de examen quiere, a su vez, ampliar la pirámide por abajo y crear su propio equipo dentro del equipo. Es una peste.

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