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Gente

Felipe González

Tuvo ayer un lapsus linguae, que no corrigió, al hablar de su respuesta a Adolfo Suárez en el reciente debate parlamentario provocado por la presentación de la moción de censura socialista al Gobierno: «Cuando le contesté a Nixon...», dijo el líder del PSOE.El incidente verbal se produjo en una comida en la que fue presentado el libro de Eduardo Chamorro Felipe González, un hombre a la espera, y no fue estnctamente casual. El dirigente socialista, que ha desterrado su manía de coleccionar cajas de puros y ya está liquidando las últimas, comparó al jefe del Gobierno español con el protagonista del Watirgate, destacando de ambos la acción por explicar al pueblo que la capacidad de trabajo político debe premiarse con el perdón de los pecados cometidos y la reelección permanente.

Fue un almuerzo en el que sobre los comensales gravitaba un cierto fantasma americano. Nixon no fue la única alusión estadounidense de González, quien habló de las intenciones de crear un partido radical como un propósito moral, «aunque no en el sentido de la moral que tiene Carter, que es un moralista cuáquero». Justamente después de asociar a los cuáqueros con los radicales, asoció Felipe González a Suárez con Nixon.

Presentó el libro el periodista Miguel Angel Aguilar,- pero antes fue José Manuel Lara, presidente de Planeta y editor del volumen,el que los introdujo a todos. Fue un día de lapsus, porque el editor habló de su confianza «en quien pueda suceder a Felipe González». Lara sí corrigió y dijo en seguida el nombre del jefe del Ejecutivo actual. Miguel Angel Aguilar no cometió lapsus alguno, pero síltivo oportunidad para efectuar un mentís a Ramón Tamames; en plena campaña electoral del pasado año, el señor Tamames dijo que el PSOE tenía tras de sí cien años de honestidad «y cuarenta de vacaciones». El libro de Chamorro demuestra, dijo Aguilar, que durante esos cuarenta años la clandestinidad socialista estuvo impregnada de una lucha «dura y a veces sangrienta». Felipe González se alegró de no haber sido él quien hiciera esa reparación histórica.

Felipe tenía otros motivo de satisfacción: según él, la biografía no es biográfica. «Si hubiera sido de otro, yo estaría hoy de viaje y no almorzando con ustedes». A pesar de todo, hay datos que él desmiente: no fue monaguillo ni flecha. Su contacto con los curas fue difícil, porque le echaron una bronca por silbar en clase y le reprimieron «lo único que entonces sabía hacer: silbar». Hoy, Felipe silba muy mal: «Por eso, quizá, me dediqué a la política». Más feliz que Felipe estaba Carmen Romero, su mujer, que apenas aparece en el libro, pero que ayer estaba en el almuerzo. «Me alegro mucho de que Chamorro me dejara en el incógnito», fue lo único que dijo la ayer lacónica esposa del líder socialista.

Fuera de la discusión biográfica, hubo una especie de conferencia de prensa política, en el curso de la misma, Felipe González condenó las agresiones de ETA Político-militar en la Costa del Sol («hay que reaccionar ante eso con una dureza tremenda»), anunció que su partido hará «todo lo posible» por forzar una consulta nacional sobre el tema de la OTAN y llamó la atención sobre la exacerbación de los nacionalismos en Europa. «Se esta produciendo un verdadero dislate con los nacionalistas. Su exacerbación es muy peligrosa; tan peligrosa que puede llevar a confrontaciones bélicas», dijo Felipe González, quien, por otra parte, ayer aparecía exultante.

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