_
_
_
_
_
ARAGÓN

Los médicos de la maternidad de Zaragoza no daban crédito al cambio de recién nacidos

En Zaragoza no se habla de otro tema y en la ciudad sanitaria de la Seguridad Social todavía se vive bajo la sensación de bochorno que cundió en el centro en el momento en que trascendió la noticia de que dos niños recién nacidos, en un lamentable error del personal sanitario, habían sido «equivocados» de madre. El equivoco fue deshecho cuando los niños llevaban ya tres días en los domicilios de la familia Jiménez-Sánchez, de Zaragoza, y Escribano-Fornosano, de la localidad de Gallur. En principio, los médicos se resistían a admitir la posibilidad del error, pero ante la insistencia de uno de los padres se procedió a un minucioso examen, en el que resplandeció la verdad: los niños habían sido intercambiados. Sus padres prefieren olvidar el incidente y se han negado a ser fotografiados junto a los bebés.

En la mañana del martes, día 10, nacieron dos niños en la ciudad sanitaria de la Seguridad Social de Zaragoza, con un intervalo de ' dos horas (a las seis y a las ocho, respectivamente). El primero, hijo primogénito del matrimonio Jiménez-Sánchez-que reside en Zaragoza, era rubio, de tez sonrosada y pesaba 3,800 kilos. El segundo, era el primer hijo también del matrimonio Escribano-Fornosano, residente en la localidad -de Gallur, pesó 3,300 kilos y tanto su, piel como su cabello eran muy morenos. Poco tiempo después, los recién nacidos fueron vacunados y, al volver a sus cunas, se produjo por error un cambio y cada niño fue entregado a la familia que no le correspondía. Ya en sus domicilios se incrementaron las sospechas de la familia de Zaragoza de que aquel hijo no era el suyo y, comprobada la veracidad de este hecho, el sábado se realizó un nuevo cambio y los respectivos padres pudieron abrazar a sus hijos verdaderos.La pesadilla ha terminado para las dos familias, que sólo desean olvidar cuanto antes el desagradable incidente. Por razones diferentes se niegan rotundamente a que el hecho trascienda y a que ni los niños ni ningún miembro de la familia sean fotografiados.

«El caso es demasiado serio», dice Manuel Jiménez, «y su trascendencia puede ser enorme. Por ejemplo, cualquier madre que tenga un hijo con deficiencias físicas puede creer que también se lo han cambiado. Conozco mi responsabilidad y sé en el fondo que el hecho debería ser denunciado, pero no creo que con ello pueda evitar que casos como este vuelvan a producirse, igual que es lógico sospechar que no es la primera vez que esto ha sucedido».

A Adelia, la madre de Gallur, se le nota todavía el nerviosismo de los días vividos: «No quiero saber nada; no me importa que esto pase o deje de pasar en el futuro. Allá cada cual con sus problemas. Sólo sé que, cuando llegó la ambulancia, pasé el susto más grande de mi vida. No podía creer que el niño no fuese mío, sólo pensé que algo muy grave le estaba pasando ».

Milagros, la madre de Zaragoza, pudo ver unos instantes a su verdadero hijo, pero no recordaba ningún rasgo porque todavía se encontraba bajo los efectos de la anestesia. Fue una hermana suya, que la acompañaba en ese momento, quien se fijó atentamente en el pequeño y quien después llevaría hasta el último extremo su convencimiento de que se había producido un error. Pero a sus protestas le decían en la clínica que «esos cambios son muy frecuentes en los recién nacidos», a la supuesta pérdida de peso medio kilo también le contestaban que era normal. Un esparadrapo en el pie del niño, en donde figuraban borrosamente los datos de la familia de Gallur y que estuvieron a punto de tirar sin haberlo mirado, determinó que la familia diera crédito a un hecho insólito: se habían llevado a casa a un hijo que no era suyo.

Manuel Jiménez se personó en la clínica a las once de la noche del viernes e hizo acudir al director del servicio de maternidad, doctor Horno. Este, en un principio, se resistió a admitir que se hubiera producido un error y llegó a decir, incluso, que «la confusión pudiera estar en los esparadrapos y no en los niños». Los razonamientos y la insistencia del padre lograron vencer la actitud inicial y, tras realizar a la mañana siguiente una completa prueba genética del matrimonio y del niño, se procedió a enviar una ambulancia a Gallur para recoger al hijo verdadero de Manuel y Milagros.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

«El niño no quería el pecho»

«Yo notaba algo», dice la madre de Zaragoza, «no sentía nada definido por el niño y llegué a pensarn que el sentimiento maternal nacía con el tiempo. Y es curioso, pero algo le pasaba a él también, porque no quería coger di pecho, y el mío lo ha hecho desde el primer momento».

Los niños, a su manera, también se han expresado. Por las declaraciones de las «dos madres» de cada, uno sabemos que el pequeño Alejandro Jiménez no dejaba dormir a sus «padres» de Gallur y que el otro no recibía con agrado el alimento de la que, durante cuatro días, fue su madre en Zaragoza. Ahora, en cambio, ambos comen y duermen a plena satisfacción en sus verdaderos hogares.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_