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Lavilla propugna regenerar la democracia, reformas económico-fiscales y el ingreso en la OTAN

«Con la transición formalmente cerrada por la promulgación de la Constitución de 1978 aparece instalada una forma de estar y de hacer en política que justificada, e incluso necesaria en la fase de transición, constituye hoy el más perfecto símbolo de la crisis del Estado en su particular versión española». Esta afirmación puede servir de fondo a la crítica de la situación política de nuestro país, que el presidente del Congreso, Landelino Lavilla, hizo anoche en el Club Siglo XXI, con ocasión de la conferencia que pronunció sobre el tema «Convivencia y respeto social».

Lavilla añadió que «la evidencia de la crisis justifica la urgencia de lanzar un programa de regeneración o de restauración de valores».Advirtió que empleaba el término «regeneración por pura coherencia semántica. A mi juicio, la crisis de nuestra convivencia social tiene carácter netamente degenerativo, es decir, de decaimiento y declinación de los valores, principios y formas que definen la convivencia, desfigurándola hasta el punto de hacerla extraña y hostil a nosotros mismos. De aquí la necesidad de regenerar, es decir, de dar nuevo ser a nuestro sistema de relación social y político. No se vea, pues, por un fácil e injustificado mimetismo histórico, la invocación de doctrinas pretéritas que hoy son, sencillamente, imposibles de resucitar».

Antes, al referirse a la transición política, el presidente del Congreso había dicho que durante ese tiempo «los problemas se amontonan y se suceden a ritmo vertiginoso, los más urgentes impiden prestar la necesaria atención a los más importantes; es preciso crear simultáneamente todos los mecanismos propios del nuevo sistema democrático», y añadió: «En esta situación es imprescindible, o si se prefiere inevitable, que la acción política se muestre con un alto componente de habilidad, audacia, improvisación, casi magia».

Más tarde explicó lo que, a su juicio, exige la España de los años ochenta «desde la perspectiva integradora de un centro en su reformismo moderado y progresista a la vez»..

Articuló esa política en cuatro dimensiones fundamentales «que hacen referencia a nuestra fe en la ley, al sentido del progresismo humanista, a la posición ante la crisis económica y a la opción internacional».

Respecto del primer apartado propugnó la modernización de la Administración de justicia y conseguir «una eficacísima acción policial de índole no sólo represiva, sino preventiva».

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En lo económico Lavilla pidió atender de forma relacionada las variables productividad, beneficios-salarios; criticó «el patológico sistema de financiación de las empresas españolas», apoyado en un crédito a corto plazo abundante y barato y una utilización inadecuada de la letra de cambio como instrumento de crédito. Pidió sanear el sector público y «poner coto al despilfarro».

La reforma fiscal necesita, para el presidente del Congreso, dejar de revestir aspectos aparentemente punitivos, de forma que las contribuciones más elevadas, en caso de publicarse, lo fueran «como título de honor y no de aparente sospecha». Es preciso, siguió, que tributen las rentas reales, para que no se estime como renta lo que es pura inflación, y, por fin, que la renta ahorrada e invertida reciba un trato de favor.

España, en la Alianza Atlántica

En política exterior calificó de problema fundamental. y heredado el «aislamiento de la comunidad occidental» Y propugnó la necesidad de superar los simples pactos con Estados Unidos para pasar a la colaboración «y la corresponsabilidad, sólo viable en un sistema de cooperación e integración multilateral, como el de la OTAN, donde nuestro peso actual y potencial, militar son mayores que los de muchos de sus miembros».

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