Joan Miró, con ritmo de Pérez Prado
La ciudad toscana de Montecatini acaba de tributarle un homenaje al pintor Joan Miró. Dicho homenaje, en contra de lo que es habitual en estos casos, no se ha quebrado por mancha alguna de academicismo o de ortodoxia. El organizador del mismo, Carlos Franqui, supo convertir el festejo en un delirio salsero de jubiloso aroma intercontinental.
Acudieron más de cien invitados. Abundaban naturalmente los artistas plásticos: Renato Guttuso, Paul Rebeyrolle, Jesse Fernández, Baruj Salinas, José Luis Cuevas, Camilo, Eusebio Sempere, Manuel Fernández, Hernández Pijoán, Rafael Canogar, Lucio Muñoz, Talman, Alfaro, Francisco Farreras, Royo, Amadeo Gabino, Manuel Rivera y Cesare Peverelli, además de un coreado etcétera. No faltaron algunos escritores: José Angel Valente, Jacques Dupin y Joan Fuster. Del mundo de la música había representantes variopintos: Luciano Berio, Chet Baker, Raimon, Los Tropicales y Pérez Prado.En plena necho, y al aire libre, sobre el escenario del café Mambrinus, el mítico Pérez Prado, acompañado de la Big Bang Band, rememoró la ebriedad del mambo. El público coreaba hasta el delirio los estribillos trepidantes del gran Pantaleón.
Demasiada marcha, demasiado ritmo de escandalar para, a la mañana siguiente, poder pintar sin ojeras en los jardines de las Terme Tamerici, cerca del decorado que eligió Fellini para Ocho y medio. Allí se reunieron de todas formas decenas de pintores, dispuestos a improvisar una obra en honor del homenajeado invisible. Montañas de materiales pictóricos, valorados en un millón y pico de pesetas, aguardaban tentadoramente a los adormilados artistas, que, poco a poco, fueron enviciándose de fiebre creadora bajo el sol.
Muchos de los artistas que improvisaron obras de homenaje enviarán otro cuadro para que los visitantes del museo de Montecatini puedan apreciar las semejanzas y las diferencias entre un producto realizado en la tranquilidad del estudio y otro pintado en público. El propio Joan Miró ha anunciado, por boca de Francesc Vicéns y mediante un curioso mensaje en papel de estraza el envío de un gran óleo, que presidirá esta muestra surgida de la admiración internacional hacia su pintura y su persona.
El ambiente de este homenaje fue de absoluta libertad. Carlos Franqui supo aliar la jovialidad y el aliento creador. La heterodoxia entrañable del que ayer fuera castrista de primera fila quedó patente en la coherencia conseguida a partir de diferentes estilos pictóricos, musicales y poéticos.
La experiencia del Maggiomiró ha sido un éxito. Desde este mes de junio hasta septiembre, las obras realizadas quedarán expuestas en diversos lugares públicos de Montecatini. Asimismo, seguirán adhiriéndose al homenaje otros muchos pintores; entre los que ya han dado su total acuerdo figuran Vedova y Tàpies. Paralelamente habrá ciclos especializados de teatro, cine y poesía.
A la vista de los resultados, las autoridades de Montecatini piensan repetir la experiencia el año próximo; en esa ocasión, el personaje homenajeado será el poeta Eugenio Montale. Hasta entonces, pintores, músicos y poetas seguirán redondeando una amplia huella de admiración hacia Miró en el corazón de la Toscana.
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