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Ciento ochenta y cinco redactores dan vida al "otro poder" de Francia

A los 36 años de existencia del periódico, con más de medio millón de ejemplares de tirada diaria y 1.357 empleados en total, los 185 redactores de la plantilla de Le Monde, el domingo pasado, con dos años y medio de antelación, por primera vez por sufragio universal, eligieron a su compañero Claude Julien como director.La institución denominada Le Monde, en Francia, a veces, ejerce el poder de facto. Esto suele ocurrir cuando las instituciones se ponen nerviosas. Un ejemplo: en octubre pasado, en cuanto estalló el asunto de los diamantes de Bokassa y de Giscard, el director, Fauvet, se despachó con un editorial sentenciando: «Esta cuestión pone en entredicho el honor del poder».

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No hizo falta más. La Francia racionalista (sobre todo la racionalista) se conmovió. Giscard descolgó el teléfono, no se sabe lo que él y Fauvet se dijeron, «pero acabaron malamente», pudo confirmarse. El país y sus poderes constituidos temblaron. Y hasta que no pasó la tormenta, cada día, cada número de Le Monde, a primera hora de la tarde, era esperado en la calle como, en momentos de desconsuelo, se espera una intervención jupiteriana o saludable, según, del rey todopoderoso, es decir, del presidente de la República en funciones: el molesto e insustituible Le Monde, del que los franceses han hecho una especie de constitución de repuesto.

Para saber cómo vive y trabaja, de muros adentro, en su edificio de la rue des Italiens, al lado de la Opera, la feligresía de esta iglesia cartesiana y moralista (informar y comentar), temida y respetada por sus hinchas, como por sus detractores, nos dimos cita el sábado último con un periodista de la base, Roger Cans, 35 años, uno de los cinco redactores que integran la sección de Educación desde que, hace tres años, ingresó en el diario.

Un día en la vida del periódico

Son las ocho horas. Desde las seis, algunos redactores ya están en el diario distribuyéndole a cada sección las noticias caídas durante la noche. Roger Cans, en mangas de camisa, en la minirredacción de su sección, corrige un texto, «pero estoy a su disposición, porque no hay mucho trabajo hoy». Aquí no hay redacción común, a la americana, sino compartimentos estancos para cada sección del periódico, repartidos en las cinco plantas, salvo en la primera, propiedad de toda la dirección.

Mientras Cans corrige, interviene Valerie Lecasble, que hace prácticas en el periódico. Naturalmente, desearía entrar un día como redactora: «Para una neófita como yo, Le Monde es, en efecto, el único periódico con el que se: suena para trabajar y, al mismo tiempo, es el único totalmente inaccesible. Pero cuando se pasan aquí algunos días se da uno cuenta de que sus periodistas son hombres como los demás, con el rigor y el talento de los demás, y apasionados por añadidura».

Roger Cans terminó su labor. Un café, en el pub de enfrente. «En la cantina del periódico», explica, «hay dos salas diferenciadas.. A una van los empleados; a la otra, los periodistas. No es jerarquía, es una tradición. Existe una jerarquía funcional, pero nada más».

La confianza es total en el plano profesional. Aquí no hay patrón, como en los demás periódicos. Cada cual tiene su nombre y apellido. Son las ocho y media: el director, los redactores jefes y jefes de sección han terminado la reunión, de media hora, de cada rnañana, para ordenar el mundo, es decir, el periódico del día. «Ahora», dice Cans, «cada jefe de sección les cuenta a los redactores lo ocurrido en la reunión». La fiebre aumenta en las cinco plantas del, diario. Cans cuenta cómo entró en el periódico: «No conocía a nadie. Me presenté aquí, hice unas prácticas y, algún tiempo después, me contrataron. En esto, el director no interviene para nada. Los jefes de sección gozan de autonomía total para ello. Cuando me presenté a Fauvet me preguntó, en broma, si era de extrema derecha o de extrema izquierda, porque no me conocía de nada».

"Misógino" con excepciones

Llega el corresponsal del diario en Niza (para votar por la tarde) y se queja: «Si mis papeles no se publican, pierdo crédito ante mis informadores ». Cans comenta: «Para algunos colaboradores regionales, pertenecer a Le Monde es algo así como recibir la Legión de Honor. Y, a veces, abusan». Se habla de dinero. El sueldo medio de los redactores-hombres es de 12 .492 francos (212.000 pesetas); el de Ias redactoras, de 9.896 francos (168.000 pesetas); el director, algo más de 25.000 francos (400.000 pesetas),,y 20.000 francos (320.000 pesetas), los redactores jefes.

¿Quiénes son estos 185 periodistas tan serios, temidos y envidiados? A pesar de su fama de misógino, Le Monde emplea a cuarenta mujeres periodistas, eso sí, sin responsabilidades, salvo dos o tres excepciones, «pero se avanza en tal sentido». Treinta y seis tienen entre 31 y 35 años de edad, y, por el otro extremo, nueve periodistas tienen entre 61 y 65 años. Ni hay regla para contratar ni para calibrar al postulante: «Ni es necesario haber pasado por una escuela de periodismo», explica Cans, «ni poseer el carné de prensa o un título universitario. Ahora bien, en la práctica, el 64% ha recibido una instrucción superior».

Suena el teléfono. Alguien se interesa por la publicación de un artículo. Cans, ahora, habla de las presiones exteriores: «El público, en primer lugar, nos presiona porque sabe que no estamos en .manos del poder y que el periódico influye. El poder, claro, lo intenta todo, pero el periódico resiste, lo que no quiere decir que no nos autocritiquemos llegado el caso. Ha habido golpes económicos, al retirarnos la publicidad, pero hemos aguantado. Hoy sería imposible hundir Le Monde sin robarle una parte sustancial de sus redactores».

Son las 11.45 horas. Los artículos de la primera y de la última página ya están en composición. Cans habla de la información interna que liga a todo el personal de este diario leído en Francia, en más de un 60%, por los cuadros superiores y medios: «Existen dos boletines, uno del comité de empresa y otro del de redactores, en los que se informa de todo lo que ocurre en el periódico, personalizando las noticias». La libertad de los redactores para elegir temas y escribir es total, como lo es la del director, «pero cuando éste compromete al periódico, como en las elecciones nacionales, al tomar posición, consulta a cada uno de los redactores».

Ya son las 13 horas. Las rotativas han empezado a funcionar, media hora más tarde. Le Monde estará en la calle y Francia, es decir, la élite de unos dos millones de ciudadanos a los que llega el periódico, dormirá tranquila tras haberlo leído, y no leyéndolo para dormirse. Así es la institución de la que Giscard dice «Lo tergiversa todo», y el líder socialista Mitterrand, «Está contra mí»-, y los comunistas, «Consolida al capitalismo», y los anglosajones, «Su único peligro es su autosatisfacción».

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