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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Poder y deporte

SEGURAMENTE UNO de los rasgos más desagradables del poder político es su compulsiva tendencia a trasmutar, como nuevo rey Midas, en cuestiones de Estado todo cuanto toca y a utilizar en beneficio propio cualquier fenómeno social.La pasión con la que el mundo contemporáneo sigue los acontecimientos deportivos hace especialmente atractiva para los Gobiernos la interferencia en ese campo, ya que les asegura publicidad y les permite apropiarse corsariamente de su popularidad. Dos polémicos temas de actualidad -el boicoteo a los Juegos de Moscú y el frustrado traspaso del argentino Diego Maradona al Club de Fútbol Barcelona- pueden servir para ilustrar estas reflexiones.

La decisión del Comité Olímpico Español de participar en las Olimpiadas es tanto más elogiable cuanto que ha tenido que sobreponerse al efecto disuasorio del adverso comunicado gubernamental, hecho público las vísperas de su reunión. Señalamos hace dos días las razones extradeportivas de la campaña contra los Juegos Olímpicos y la inconsistencia de sus argumentos políticos. Ahora sólo queda felicitar al Comité Olímpico Español por haber desoído la coactiva recomendación del Gobierno. La conjetura de que el comunicado adverso de la Oficina de Información Diplomática y la resolución favorable del Comité Olímpico han sido dos momentos coordinados de una única maniobra, ideada para que la participación española en los Juegos no le impidiera al Gobierno salvar la cara frente a Washington, no puede, desde luego, descartarse. Sin embargo, un mínimo sentido del, honor nacional y una voluntarista creencia en la transparencia en la gestión pública en un sistema democrático aconsejan rechazar tan retorcida hipótesis.

Por lo demás, sería deseable que la, atención prestada por el Gobierno español al atletismo no se limitara a la puramente negativa de recomendar la inasistencia a unas Olimpiadas. La deplorable situación de nuestro deporte, la ausencia de instalaciones adecuadas para la participación popular en disciplinas, y especialidades absurdamente convertidas en elitistas y la escasa atención prestada a la cultura física de los niños y adolescentes, constituyen un boicoteo del Gobierno al espíritu olímpico todavía más grave que su recomendación de no asistir a los Juegos de Moscú.

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Pero si la campaña contra las Olimpiadas ilustra una de las formas de manipulación de los acontecimientos deportivos por los Gobiernos, la negativa del comité ejecutivo de la Asociación de Fútbol Argentina para permitir a Argentinos Juniors el traspaso de su crack Diego Maradona al CF Barcelona muestra otra variante de ese fenómeno: la voluntad del poder político de fagocitar a sus deportistas triunfadores para reforzar su imagen. El intento de disociar a la AFA del Gobierno de Videla podría ser creído en cualquier otro lugar antes que en España, donde tenemos todavía fresco el recuerdo del deporte como delegación patrimonial del Movimiento.

El bizarro argumento utilizado para vetar una operación mercantil entre dos clubes e impedir a un ciudadano mejorar sus condiciones de trabajo, es que Argentina, esto es, lo que la dictadura militar ha decidido que es la nación a la que oprime, necesita a sus mejores hombres para ganar esa supuesta guerra de honor, autoestima colectiva y heroísmo que libran cada cuatro años las selecciones de futbolistas profesionales en el campeonato del mundo. Nada importa el argumento de que su fichaje por el Barcelona no le impediría a Diego Maradona alinearse con el equipo internacional argentino, al igual que lo hacen Mario Kempes -delantero del Valencia- o Ardiles -centrocampista del Tottenham- La dictadura de Videla todavía paladea las mieles de popularidad inducida que le proporcionó la Copa de 1978 y está dispuesta a utilizar todos los resortes para que sus futbolistas le ofrezcan en 1982 una nueva oportunidad de aplicar el panem et circenses como sistema de gobierno.

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