Tres pasos en política exterior
LA REUNIÓN del Consejo de Ministros del Pacto Andino celebrada en Madrid ha servido para reforzar las relaciones de España con el Acuerdo de Cartagena, en el que participa en calidad de observadora y desde el pasado mes de agosto. Los cancilleres andínos han establecido aquí dos compromisos mayores y dos contactos diplomáticos de interés. Por una parte, los cancilleres de Bolivia, Perú, Venezuela, Ecuador y Colombia han homologado sus posiciones para presentar un frente común antelas conversaciones que celebrarán en Bruselas para intentar obtener un acuerdo de asociación con las Comunidades Europeas similar a los que la CEE mantiene con otras regiones del mundo. Asimismo, el consejo andino ha elaborado una estrategia conjunta con España ante la CEE, desde la perspectiva de la adhesión española al Tratado de Roma, con la intención de que las relaciones económicas hispano-andinas puedan conservar su actual carácter preferente, a pesar de los condicionamientos que impone la unión aduanera comunitaria.En un segundo plano están los contactos que los responsables de la diplomacia andina mantuvieron en Madrid con el ministro portugués de Asuntos Exteriores y con el presidente de Guinea Ecuatorial. Estos contactos se inscriben en el proyecto español de desarrollar la idea de una comunidad iberoamericana de naciones en tomo al vértice hispano.
Estos hechos se suman además a las progresivas concertaciones hispano-andinas en cuestiones de política exterior -cumbre de los países no alineados de La Habana, crisis de las embajadas en América Latina y procesos políticos de Centroamérica- y. ponen de relieve la proyección latinoamericana de la política exterior española.
Se trata, de todas maneras, de pasos aislados a los que se le suman, en un breve espacio de tiempo, la decisión hispano-británica de iniciar negociaciones sobre Gibraltar (y de suspender las restricciones al Peñón) y la visita a Madrid del presidente de Guinea Ecuatorial.
No obstante, estos tres hechos -la reunión andina, la visita del presidente Obiang y la apertura de negociaciones de Gibraltar- se sitúan en un panorama de incertidumbres y dudas. Las dificultades políticas de las Repúblicas americanas andinas, algunas de ellas con regímenes semidemocráticos, y de la propia Guinea Ecuatorial, donde Francia y Marruecos tienen amplios intereses políticos y económicos, no pueden ignorarse y no son nada desdeñables los problemas que presenta la proyectada negociación gibraltareña, sobre la que Gran Bretaña no ha hecho ninguna concesión de principio, excepto el ofrecimiento de un diálogo formal a cambio del final del cerco a la Roca.
Sería, por lo demás, injusto y poco equilibrado situar el alcance de la política exterior española sólo en estos tres temas, sin contabilizar otras graves cuestiones. Ahí están las vacilaciones y las concesiones de la diplomacia española ante el torbellino político que la diplomacia americana ha organizado en los últimos meses, arrastrando de manera implacableía los países europeos. Permanece, por otra parte, sin solución el contencioso hispano-marroquí; Francia sostiene sus reservas y retrasos al proceso negociador hispano-comunitario, que deberá entrar en su fase definitiva el próximo otoño, a pesar de las elecciones presidenciales del país vecino, y se mantiene en la mayor de las confusiones la definición de «occidentalista» que persiste en las declaraciones del Gobierno de Madrid sobre su política exterior, a caballo entre la opción OTAN y las relaciones con las naciones no alineadas y su carácter de país anfitrión de la Conferencia de Seguridad. Tambiéq vale la pena insistir, una vez más, en la ausencia de una unidad de acción exterior, que, amén de su diversidad administrativa, no acaba de encontrar una salida última a los proyectos de ley del servicio exterior y de cooperación que permanecen en continua cuarentena.
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