_
_
_
_
Tribuna:SPLEEN DE MADRID
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Los cuerpos

La sociedad de consumo, como ya nos lo ha vendido todo, como ya no sabe qué vendernos, nos vende nuestra propia nostalgia (moda camp) o nuestro propio cuerpo: moda desnudista.Desnudismo, nudismo, naturalismo, viejas mitologías en camiseta que retornan siempre, después de cada guerra, para morir en otra guerra santa, generalmente la de la censura moral que se mantiene ambigua, cruenta, azarosa y necesaria, en España, encadenando mal al Prometeo gideano, turista, nacional y desnudista, mediante la Guardia Civil y el cuervo o águila de la multa correspondiente, que le pica en las aireadas entrañas. La multinacional del desnudo, tan incardinada en las multinacionales del turismo, ha encontrado en España la, coartada moral para privatizar y rentabilizar nuestro propio cuerpo, para cobrarnos una pastizara por disponer de nosotros mismos: el desnudo es inmoral, indecoroso, peligroso, asqueroso; luego debe restringirse a campos/ playas/ clubs privados (y bastante caros), con lo que el nudismo viene a resultar, como el aborto o el divorcio, un saludable ejercicio ecológico para gente montadísima, y un escándalo social cuando lo practican los peatonales.

No hace mucho escribí aquí una columna echando de menos los anuales anuncios, informativos y publicitarios, sobre playas nudistas para este verano, porque lo que pasa es que el negocio del desnudo, que iba divino, anda un poco zumbado por la moral eclesiástica dominante, que, como diría Sartre, antes de dar en vendedor de periódicos, suele ser la moral de la clase dominante. (Los más nacionalcatólicos son quienes mejor encuentran la gestión Suárez, en el reciente Gallup). Pero este frenazo moral a la industria del desnudismo no hará sino engordar dicha industria, encarecerla, ya que el desnudo de playa será así más restringido, elitista, minoritario y solitario. El andar en pernetas por el bello verano puede resultar tan caro, selecto, fino y privé como el andar de frac por un club de Londres.

La otra tarde he presentado en El Sol un libro de desnudos masculinos de los fotógrafos Von Gloeden, Von Pluschov, Galdí y Herman Puig, desde los muchachos /guirnalda pasados por la óptica de Hamilton a los nervudos mineros de las oscuras minas del revelado fotográfico y otras revelaciones. El libro ya está a la venta, y es caro. La privatización del desnudo, en libro o camping cerrado, supone la privatización del cuerpo, de la playa, de la naturaleza, de la libertad, porque las grandes urbanizaciones, después de habernos vendido el apartamento, el rectángulo de mar de la ventana, la plaza de parking y las horas de sol, ahora nos venden nuestro propio cuerpo, mediante clubs nudistas, ya que, si no tenemos un cuerpo que broncear, de qué nos sirve el mar, el sol, el apartamento, Marbella, Estepona o Costa Natura, que en la publicidad se denomina playa, cuando no es sino una urbanización que ha caído sobre Arroyo de en medio (tres kms. al sur de Estepona). En España hay seis o siete playas libres (nudistas) actualmente: tres en Ibiza, dos en Alicante, una en Vizcaya. Playa nudista significa ya, casi siempre, playa privatizada, explotada, hurtada al personal en beneficio de la industria turística o veraniega. Playa libre es playa de todos, donde uno puede desnudarse.

¿Cómo definir esta pugna entre naturismo e industrialismo? Bruckner contra Bruckner. El yugoeslavo Branco Bruckner, que por una parte preside la Asociación Naturista de Andalucía, «para la defensa del medio ambiente», por otra privatiza playas para promotoras inmobiliarias extranjeras. Así, el turista de calité podrá hacer nudismo en nuestras playas, mientras el indígena -y la dulce indígena, ay- regresan siempre del veraneo con el cuerpo recosido por las cicatrices y costurones de las multas municipales. Kramer contra Kramer, ya digo, pero en cueros vivos.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_