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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Sombría economía mundial

LOS PAISES miembros del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, reunidos en Hamburgo, han podido comprobar que la salud de la economía internacional en 1979 fue bastante satisfactoria. Los países industriales aumentaron su producto nacional bruto (cantidad de bienes y servicios en un año) en un 3,4%, y, si se excluye a Estados Unidos (que tiene grandes problemas de inflación y necesidad de reducir su velocidad de crecimiento para fortalecer el dólar), el resto de los países industriales ha crecido por encima de un 4,2%, tasa superior a la de los dos años precedentes. Los países en vías de desarrollo, en su conjunto, han crecido algo más que los países industriales, un 4,6%, pero este promedio encierra tasas muy diferentes. Los países de Oriente Próximo vecinos de los grandes productores de petróleo, así corno los exportadores de manufacturas del Lejano Oriente y América Latina, han registrado aumentos superiores al 6%, mientras que los países africanos, es decir, los más pobres entre los subdesarrollados, apenas si han llegado a un crecimiento del 2,6 %, que es insuficiente para mantener el nivel de vida de unas poblaciones con fuerte crecimiento democráfico. En cualquier caso, 1979 no ha sido un año de crecimiento cero y la crisis del petróleo se ha capeado con holgura. El comercio internacional ha funcionado de modo muy favorable, hasta el punto de que en la segunda mitad del año se producía un fuerte incremento de los fletes marítimos.Las naciones de la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo) elevaron sus importaciones de manera espectacular, gracias a sus mayores ingresos. Los países industriales aprovecharon vendiendo en Irán, Venezuela o Arabia Saudí, por ejemplo, cantidades insospechadas, y los países en vías de desarrollo exportaron más a los unos y a los otros. Esto les permitió pagar su necesario abastecimiento de petróleo y mercancías industriales. Pero, cuando la cuantía de importaciones era más elevada, los mercados financieros internacionales facilitaron los capitales necesarios en condiciones muy favorables. Hasta 1979 los intereses pagados crecieron por debajo de los precios de exportación de los países en vías de desarrollo. En definitiva, la elevada capacidad de absorción de los países del petróleo, desde 1974, en la compra de mercancías permitió, a pesar del primer susto petrolero, que países ricos y en vías de desarrollo viviesen cómodamente al día sin necesidad de tener que ajustarse a la escasez energética. No se tomaron, quizá porque no había razones inmediatas, las medidas precisas para hacer frente a un hecho nuevo y decisivo como era la posible desaparición a largo plazo, o escasez a corto y medio plazo, de crudos, mientras que la vida económica seguía con bastante tranquilidad. La crisis ha sido más un motivo de alarma que una dramática realidad generalizada. Por supuesto que, entre bastidores, bullía una crisis real -la escasez energética, si no se producía un reajuste- y una crisis de expectativas; la inversión, que había sido el motor del crecimiento desde 1950, había desfallecido.

La armonía se ha alterado con la nueva subida del petróleo en 1979. Las perspectivas para 1980 y 1981 son las de un crecimiento prácticamente nulo, y más allá de 1981 tampoco hay grandes esperanzas. Los productores de petróleo han caído en la cuenta que sus excedentes de divisas se pueden volatilizar como el éter gracias a la inflación que padece la economía internacional; que, si no hay una política de ahorro de petróleo y su sustitución por otras fuentes energéticas, los crudos almacenados en sus desiertos valdrán en un tiempo futuro mucho más que cualquier divisa, fábrica o edificios. Como además parecen decididos a frenar su desarrollo interno por dificultades técnicas y, sobre todo, políticas y sociales (Irán, La Meca), el comercio internacional conocerá un menor dinamismo y las economías reducirán su crecimiento. Los principales damnificados van a ser los países en vías de desarrollo, con una demografía en aumento, con unos precios del petróleo y unos tipos de interés al alza, mientras sus mercados de exportación se contraen.

La solidaridad y la supervivencia internacionales están condenadas a caminar, si lo hacen, desde ahora codo con codo. Los países ricos no tienen otra alternativa a medio plazo que dedicar menos recursos al consumo e intensificar sus inversiones bajo el condicionante de resolver el problema energético. Pero si los Gobiernos y los ciudadanos no adoptan los reajustes exigidos por las nuevas circunstancias, la crisis, comenzando por los más pobres entre los países en vías de desarrollo, se instalará incómodamente en nuestras vidas.

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