Las vacaciones de nuestros hijos
NUEVE PROVINCIAS españolas, entre ellas Madrid, han variado este año sus períodos vacacionales de Semana Santa para los estudiantes. La medida, que supone que los niños no tengan colegio en dichas provincias del 3 al 13 de este mes salvo Zaragoza, que es del 2 al 12, ha suscitado un aluvión de comentarios del más variado signo entre los padres de los alumnos, descontentos muchos con la imposibilidad de compatibilizar sus jornadas de asueto con las de sus hijos en edad escolar.La primera reflexión que la medida merece es la necesidad de que el calendario escolar sea lo más parecido posible en toda España. Esta necesidad es tanto más perentoria cuanto que las atribuciones de las autonomías en la materia podrían, en un momento dado, provocar un verdadero caos a este respecto si los diversos Gobiernos autonómicos no conciertan entre sí tema tan esencial. Pero lo que resulta del todo irritante es que las disparidades se produzcan mientras se mantiene el régimen centralizado de enseñanza y el Ministerio no dé explicaciones de qué criterios se han seguido en cada caso y cuáles se deberían haber aplicado, según su opinión, en todos ellos.
Por lo demás, la queja acerca de la incompatibilidad entre vacaciones de padres e hijos si bien es comprensible, no nos parece del todo razonable. Aunque no se puede negar a la escuela su carácter de «guardería», en el mejor sentido de la palabra, y aunque es cierto que cumple también ese papel y que ese servicio es algo necesario para la sociedad, los padres no pueden contemplar las vacaciones de sus hijos sólo en función de las suyas. Ni es aceptable que la falta de infraestructuras para solventar los problemas de las parejas en las que ambos cónyuges trabajan conlleve siempre y necesariamente el sacrificio de los hijos en lo que se refiere al empleo del ocio.
Algo parecido podría decirse respecto al tema de las vacaciones del profesorado, muy poco empleadas pira el recicla e profesional y técnico de éste, y menos aún en las escuelas estatales.
Lo preocupante de la meditación sobre este tema es que, si se contempla la realidad, a la postre en España se le acaba exigiendo mucho más al niño que al adulto. En efecto, un niño de seis años está sometido a una serie de controles escolares, exámenes, evaluaciones, que no se exigen a los universitarios con períodos vacacionales más prolongados y con muchas menos horas lectivas por curso. La exigencia de educación y preparación respecto a nuestros niños contrasta con la lenidad o menor responsabilidad de otros ambientes estudiantiles superiores. La necesidad de enfocar los períodos vacacionales preferentemente por las necesidades del niño nos parece absolutamente evidente.
En este sentido, la decisión de retrasar las vacaciones de la Semana Santa, aunque produzca inicialmente algunos desajustes y problemas, sin duda molestos a numerosas personas, creemos que es finalmente acertada. -Lo, que resultaabsurdo es que se haya tomado precipitadamente y, como decíamos al principio, que exista una variedad de situaciones según la provincia de que se trate. Pero la defensa del tiempo libre para nuestros hijos debe ser mantenida y los problemas de infraestructura social y servicios que este país padece no pueden ser ocultados mediante el cómodo sistema de mandar a los niños a la escuela.
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