Las culturas nocturnas
Lo que está amenazado otra vez son las culturas nocturnas, aquí en Madrid, el celuloide que se te incendia en las manos a Pilar Miró más allá de la madrugada, la contradanza de los vagos que trabajan de noche y los maleantes que hacen el bien a deshora, los poetas en prosa sentados en el bordillo de la acera, como Ricardo, para ver pasar una democracia procesional que se beatifica a si misma, los que arden en una lamparilla de whisky toda la noche, como Miguel Angel, para apagarse con la última noticia, los que comparten con Jean Cocteau el sol de los muertos, que es la luna.Lo que está amenazado otra vez, aquí en Madrid es el oído izquierdo de Lola Salvador, que se lo van a operar, el desnudo en ese de Rosa Valenty, flagelada de sayones cuaresmales, una viñeta del Libro rojo del cole, que se ha venido a trasnochar, en vez de dormirse en pikolín, como nos decretaba a todos la telerretro, y el miedo a salir de noche, contra el que luchan todas las mañanas Juan Diego, Patricia Adriani, Omar y Damián Rabal. Nos reunimos hace días, hace noches, en el doble fondo o sótano de un mesón para cenar con Meliano Peraile, a quien don Luis Coronel de Palma le ha dado trescientas mil de vellón por un cuento, más el medio millón en oro que vale la hucha, según evaluación maciza de la señora de Sueiro, que ya he hablado aquí hace poco de la movida del oro como sonrisa cínica contra los que hablan -o escriben- en plata. En torno de Meliano, Raúl del Pozo, López Salinas, Carlos Alvarez, Masó, Pilares, el Julianillo, que estuvo quince años triunfales en la trena de Franco, y el que enseña una foto de cuando era teniente rojo, a los catorce. Hay como una inercia de clandestinidad.
Claro que si Coronel de Palma le ha colocado esa pasta a Meliano, con su mano izquierda, también le ha colocado (dicen, suenan, largan, inventan, mienten, calumnian y algo queda), sin que se entere su mano derecha, un taco así de millones a Jordi Pujol y la Banca Catalana, con lo que tendríamos realquilada (el potencial es el modo verbal de moda) la autonomía barcelonesa dentro de una hucha madrileña de oro y madroño.
Si la luna es el sol de los muertos, la noche era el día de los contraculturales, de la resistencia antifranquista y de las que querían debutar con Marsillach (no sé si en el teatro o en la vida). Las culturas nocturnas, del grito vasco de Amparo Gastón al surrealismo madriles de Francisco Nieva, del antipoema de Angel González al contraamor de Gloria Fuertes, gran vecindona del patio de la noche, las culturas nocturnas, digo, son las que vuelven a zozobrar cuando la ultraépica acerca sus legiones cruentas y adolescentes hasta el astro rockero de El Sol:
- ¿Tú eres el que ha traducido a Bukowski?- le digo a uno de los hijos de Luis Berlanga, almorzando con la familia en Somosaguas.
-Yo soy Pegamoide- me dice.
Los Pegamoides, el Aviador Dro, los Obreros Especializados, que ponen su rock hebdomadario, urbano y madriles en la rueda de los días/noches, son los nuevos venenos que nos acechan en el fango, y que, según Robert Graves, debemos apurar hasta las heces. Pero Mariano José de Larra, protagonista de esa cultura nocturna que es todo romanticismo, sufre prisión correccional en Prado del Rey por intento de suicidio (lo cierto es que no dan una serie sobre él porque era un peligroso social), y las nuevas culturas nocturnas, que son las que luego consumen los burgueses diurnos, han saltado de Oliver a El Sol, pasando por Bocaccio, Paddington y Carrousell (qué cosas, María), con la muerte en los talones, porque vuelve a haber censuras sin censura, con toda la peligrosidad del plural, presiones que son ya represiones y crímenes que acontecen (y no se averiguan) mucho más acá de Cuenca. Las culturas nocturnas de Heráclito a Bretón pasando por el Café Ruiz, nunca pasarán de la resistencia a la existencia. La luna, sol de los muertos, es también el sol de los presos.
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