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De penalti dudoso y en el Último minuto

Ganar en el último minuto y de penalti injusto es la máxima aspiración de los forofos. Empatar ante la Real cuando la Liga estaba en juego era todo un consuelo para los aficionados madridistas. Batir a Arconada por dos veces cuando ya había dejado la impresión de que la Real era su guardameta y diez buenos colaboradores fue más que una satisfacción. Perder un punto en cinco minutos cuando la victoria parecía asegurada fue una justificada frustración para los jugadores donostiarras.Sólo un equipo como el Madrid, que lucha hasta el último instante, es capaz de hallar una mínima satisfacción. Sólo un equipo como el Madrid puede equilibrar un encuentro perdido por sus propios errores. La Real vino a hacer su partido, que no era otra cosa que aguantar sin desmayos y con todos sus efectivos los ataques del Madrid y buscar en el contragolpe la posibilidad del triunfo. El Madrid cayó en la trampa realista desde el primer minuto y no supo salir de ella en ningún momento.

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La Real cedió terreno deliberadamente y además forzosamente porque el Madrid se lanzó a un ataque desaforado desde él inicio. La Real se agazapó para dar el zarpazo en el momento oportuno. Contra un equipo que únicamente dejó atrás en la mayoría de las ocasiones a Benito, la Real únicamente hizo tres excursiones hacia la puerta de García Remón en el primer período. De las tres no pudo obtener un rendimiento mayor: marcó dos goles.

El Madrid se emborrachó de balón. Lo dominó casi siempre. Los saques de Arconada fueron a parar a pies de los centrocampistas blancos y los despejes no siempre acertados de los defensores realistas también fueron controlados por Del Bosque y Stielike. La Real dio la impresión de que se conformaba con el empate y con la práctica de un supercerrojo al viejo estilo. Idígoras estuvo tanto tiempo dentro de su área que en campo contrario, y Satrústegui, que bajó a defender como un defensa más, estuvo a punto de batir a Arconada con un cabezazo desde cerca en el que pudimos ver una de las tantas intervenciones magistrales del guardameta internacional.

El partido, ante la impotencia madridista, tuvo demasiada tensión. El árbitro no arriesgó un alamar para sancionar las primeras brusquedades. Más faltas llegaron a cometer los realistas, pero aquellas que merecieron sanción importante fueron protagonizadas por madridistas. Del Bosque, Stlelike y Benito practicaron el juego sucio cuanto pudieron, y el segundo tiempo estuvo a punto de convertirse en una batalla campal.

El Madrid dejó bien sentado que tiene una defensa floja. Benito no pudo detener a Alonso cuando marcó el gol, y para evitar uno de Satrústegui recurrió a cogerle por la cintura. La Real desbordó por los extremos siempre que lo intentó. El Madrid no supo resolver el problema de la barrera defensiva realista. El centro del campo basculó, como es habitual, excesivamente sobre Del Bosque, y delante, Juanito pecó de individualismo, como también es costumbre, y Cunningham se anuló solo. El jamaicano trató de esconderse siempre. No entró en acción nunca, y en la única Jugada que intentó pretendió superar a cuatro contrarios, uno tras otro, y, naturalmente, no lo logró.

La lección magistral del encuentro corrió a cargo de Arconada. El meta realista demostró poseer todos los recursos de los guardametas históricos. En los despejes de puño estuvo impecable, y de reflejos, inconmensurable. Detuvo un disparo a bocajarro de Juanito en el segundo tiempo de manera increíble. Lo más importante, con todo, lo hizo sobre los disparos rasos y junto al palo, que son el viejo ideal de los entrenadores. Arconada llegó a todo. En el segundo final parecía crecer para alcanzar el balón. Se estiraba como aquel viejo Poblet que ganaba los sprints en el metro final; se alargaba sobre la marcha. Era como un robot articulado al que se le alargaban los brazos para llegar a lo inalcanzable. Arconada hizo más por los dos puntos del partido que los restantes jugadores puestos en fila.

El estrambote final fue de final copera. Barullos continuos, empujones, algún mal modo y trompicones, propiciaron el empate. El penalti que dejó la Liga en un más largo suspense, a mi entender, no lo fue porque faltó voluntariedad en la acción de Gajate, si es que el balón le dio en el brazo. Quizá con anterioridad hubo tina falta a Santillana merecedora de tal sanción.

El encuentro tuvo más emoción que buen juego y excesiva dureza. La Real supo jugar mejor sus bazas. El Madrid sólo dio su talla en lo que a coraje se refiere. Y nada más.

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