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La Real tendrá que conceder simultáneas

«Para poder perder, la Real tendrá que conceder simultáneas.» Alberto Machimbarrena, Viejo aficionado, entrañable filósofo de la sensatez futbolística, sentenció el encuentro del año con la mejor de las definiciones. La Real está a punto de conseguir el récord del Madrid -27 encuentros sin perder- y no se vislumbra la posibilidad de que su racha invicta pueda ser interrumpida. Ni siquiera por los árbitros amigos de Plaza. El Madrid, que siempre supo ganar los encuentros decisivos, se limitó a evitar la derrota.

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El partido del año se estropeó desde el comienzo. En los graderíos hubo ambiente de tensión. Hubo, incluso, quien se atrevió a prohibir a dos donostiarras que aplaudieran a su equipo en el momento en que una gran bronca acogía su presencia. Hacía años que no se veía una cosa igual. «Chamartín es hoy la suma climática, desértica y política del país», diría un ex jugador de fútbol.El Madrid, eufórico por su triunfo sobre el Celtic, se supuso superior. Sus jugadores, tenaces y hasta contumaces en la búsqueda de la victoria imposible, hallaron al final un empate, impensado durante la mayor parte del encuentro. «Los jugadores del Madrid tienen la arrogancia de quien se considera protegido por el juez más que por las leyes vigentes», comentaba un seguidor atlético.

Se estropeó el partido por el exceso de nervios. En medio de una serie de acciones casi siempre perdonables, surgió el polémico Juanito y encendió la mecha de la guerra. Hasta entonces, solamente había habido escaramuzas. Los madridistas, en medio del griterío, le perdonaron sus cosas. Ayer no querían hablar de él. Algunos llegaban incluso a pensar que no merece jugar en el Madrid porque está fuera del estilo de la casa.

En los vestuarios hubo palabras mayores. Jugadores que ayer estaban juntos en la selección nacional se insultaron en los pasillos y hasta estuvieron muy próximos a la agresión física. La verbal estuvo en los aledaños de los juzgados de guardia. Hoy, probablemente, todos estarán arrepentidos, pero, durante el encuentro, propiciaron un ambiente hosco, que era lo que le faltaba al graderío. Los cuatro gamberros de siempre, los correligionarios de aquel loco que agredió a Linemayer, intentaron utilizar los ligeros mástiles de sus banderas para la agresión contundente. Son los españoles que oran y embisten cuando se dignan usar de la cabeza. Como Juanito con Gorriz.

El epílogo del encuentro fue feroz. Para echarse a temblar. En medio de las acusaciones mutuas surgió la voz de un suplente madridista, Rincón, que, según relató Diario 16, dijo esto: «Os tenían que fusilar.» Fuese y no hubo nada.

En un mundo de locos como es este del fútbol nos ha salido ahora el Atlético de Madrid, que pretende erigirse en defensor de la Constitución. Este club considera inconstitucional una norma del Comité Nacional de Entrenadore que impide a Marcel Domingo entrenar. El Comité es el mismo que defendió al propio Marcel para que percibiera los salarios del Recreativo de Huelva, que le dio el cese esta temporada tras cortos y poco afortunados servicios.

El Atlético quiere defender la Constitución, que sí votaron sus socios, pero que no estoy seguro que aprobaran sus directivos. La Constitución que ellos defienden es muy particular. En la cuarta cláusula de la rescisión de contrato a Luis se le quería imponer la condición de que no hiciera declaraciones en contra de la entidad. La libertad de expresión también está respaldada por la Constitución, pero, al parecer, este apartado lo olvidan quienes maldirigen el club.

A Luis, tras diecisiete años de brillantes servicios prestados al club como jugador y como entrenador, ni siquiera le han dicho adiós. Le enviaron a un funcionario al bar de José Luis para que rescindiera el contrato. Calderón y Santos no tuvieron el gesto de dar la cara. A lo mejor es que se les caía de vergüenza.

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