Agresiones
Sobre las diez y cuarto de la noche del jueves día 6, caminaba tranquilamente por la plaza de Santa Bárbara, pacíficamente y sin alterar el orden (razón que se alude a veces para justificar ciertos desmanes), cuando salieron a mi paso una pandilla de cuatreros fascistas, fácilmente identificables por su aspecto, que sin motivo alguno me cercaron y me golpearon, mientras uno de ellos gritaba: «Hijo de puta, córtate el pelo para pasar por aquí». A continuación, prosiguieron su camino, en manada compacta de unos quince o veinte energúmenos, en dirección a la sede de ese partido fascista que todos conocemos, y que tiene como primer artículo de sus hipotéticos estatutos la agresión a las personas.Naturalmente que los insultos carecen de valor cuando parten de cualquier desalmado, máxime cuando faltan totalmente a la verdad. Lo realmente ensoberbecedor es que el hecho de llevar el pelo en disposición diferente al tupé y a la brillantina sea motivo para que alguien descargue su violencia juvenil, manejado por viejos cerebros grises de todos conocidos, y que se mantienen en la locomotora que rige este país, sin que nadie haga nada por evitarlo.
Evidentemente que mi estado de ánimo no está ahora exento de nerviosismo, pero creo que hechos como este suceden con demasiada frecuencia últimamente, sin que los medios policiales se decidan a terminar de una vez por todas, con la rabieta ocasionada por el resultado de muchas consultas electorales, que han demostrado que, afortunadamente para este país, nadie está con ellos.
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