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No hay ramos de flores en Moscú para celebrar el Día de la Mujer

En la Unión Soviética se celebra hoy uno de los días festivos más señalados del calendario, el Día de la Mujer. Desde las adolescentes hasta las babushkas (abuelas), todas recibirán regalos de amigos y parientes más cercanos. Sin embargo, la mayoría de ellas no serán obsequiadas con el recuerdo ruso más tradicional, el ramo de flores. Aunque parezca difícil, en la URSS, una de las dos primeras potencias mundiales, no sólo escasean la carne, el salchichón, los huevos o el vodka, sino también las flores. Durante estos días, en las tiendas del Estado y en los mercados koljosianos han alcanzado unos precios desorbitados.La decisión de «mantequilla o cañones» de la posguerra se ha convertido en esta nueva etapa de «guerra fría» en «carros de combate o claveles». La frase, insólita, se escuchó ayer en el tumulto formado ante la puerta de una floristería oficial, en la calle Sretenka: «Que se dejen de gastar dinero en armamento para invadir otros países y abastezcan suficientemente a la población de todo lo que necesitamos.» Las protestas se han generalizado en los mercados libres, donde los azerbayanos o georgianos traen las flores que cultivan en su parcela particular y fijan los precios libres, que en las últimas horas, según crecía la demanda, ha batido los récords de otras ocasiones.

Un solo clavel se cotiza entre tres y cuatro rublos, es decir, trescientas o cuatrocientas pesetas. Con sólo multiplicar por doce sabemos lo que cuesta la docena. El salarlo medio del soviético oscila entre 140 y 160 rublos, 14.000 ó 16.000 pesetas al mes. Por otro tipo de flores, como son las calasen, se pagan cinco rublos la pieza. Debemos reconocer también que las flores que cultivan particularmente los ko1josianos tienen mejor aspecto que las que venden, cuando las hay, en las tiendas del Estado.

Lo más sintomático de la anécdota floral es el reflejo en la población de alarmantes síntomas de descontento por la situación actual de la economía soviética y un rechazo, cada vez más evidente, por las aventuras militares en las que se meten los dirigentes soviéticos, sin contar en absoluto con la opinión popular. Son muchos años de privaciones, alimentándose de promesas, para que el resultado final sea el mismo. Faltan artículos de primera necesidad y la calidad de otros productos es deficiente.

Con una situación económica a finales del pasado año, que preveía no alcanzar las previsiones del último plan quinquenal y en algunos casos tener que acudir al socorro urgente de otros países, como era la importación de trigo norteamericano, surgió la invasión de Afganistán. El pueblo, una vez repuesto de la primera sorpresa, empieza a dar muestras de cansancio. Por añadidura, la posibilidad de que los Juegos Olímpicos queden reducidos a contactos deportivos entre los países del área comunista, provoca la indignación, no contra Carter, sino, con efecto de boomerang, contra quienes en el Kremlin tomaron decisiones que, a dos meses vista, empiezan a considerarse precipitadas.

Tal vez una solución, que al parecer ha empezado a tomar visos de realidad, es adelantar el 26.º Congreso del PCUS, que debería celebrarse en mayo de 1981, y convocarlo para finales de 1980. Si los resultados obtenidos del 25.º Congreso no pueden calificarse de halagüeños, la celebración del nuevo podía suponer un intento de convencer al pueblo de que sus problemas, los cotidianos, pueden llegar a solucionarse. Aunque mucho nos tememos que los ciudadanos de a pie soviéticos han perdido toda la confianza en sus políticos y con la tradicional paciencia eslava lo que realmente aguardan es el cambio definitivo en los cuadros dirigentes.

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