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El Atlético borró sus negativos en Sarria

El Atlético mejoró su triste estampa de esta temporada y borró sus negativos en Sarriá, terreno que le es propicio por tradición. El éxito rojiblanco se cimentó en los iniciales veinte minutos del partido, por su excelente fluidez en esta fase al contragolpe. La falta de confianza en sus propias posibilidades, el excesivo conservadurismo de la segunda parte y el dominio embarullado del Español, producto sólo de la inercia del equipo que juega en casa, pudieron echar por tierra la buena labor de conjunto desplegada por el Atlético. Ayfuch, peligrosísimo en su dureza, lesionó a Rubén Cano y Rubio, aunque, incomprensiblemente, acabó el partido en el campo. El árbitro fue más culpable que eljugador. Este debió pensar que, si se lo permitían, adelante.Los despistes, barullos, entregas al contrario e imprecisiones con que se inició el partido por ambos lados presagiaron una tarde de despropósitos. Para el Atlético, sin embargo, duró poco esta racha negativa. Bien movido por un luchador e inteligente Dirceu, acertó a salir al contragolpe con ambición. Marcos, Rubén Cano y Rubio comenzaron a jugarse el tipo ante Ayfuch, y la lógica del gol rojiblanco llegó con justicia. Era un Atlético desconocido, con seguridad atrás, precisión en el medio campo y peligro adelante.

Al Español no le quedó más remedio que luchar contra su mediocridad. La defensa se mostró siempre insegura, los escarceos del joven Zúñiga se perdían en la inoperancia de Molinos y Fernán ez Amado, y Fortés, Flores y Marañón se vieron maniatados por Sierra, Arteche y Ruiz, respectivamente. Pero el Atlético no está para alardes y poco a poco fue decayendo en su excelente fútbol. Llegó la polémica -sólo para un público muy crispado- acción de Pereira y su brazo, y el flamear injusto de pañuelos desde las gradas pareció enardecer a los jugadores de Miera, que buscaron la presión insistente sobre el marco del siempre sobrio y acertado Navarro. Fortés perdió la ocasión más clara, y el meta rojiblanco se lució en un remate -el único que le permitió Ruiz- de Marañón.

Hubo otra acción que motivó una cierta y lógica prudencia en el juego ofensivo rojiblanco, cuando Rubén Cano controló un balón a media altura, pero tuvo la desgracia de que su costado derecho se encontró con un placaje severísimo del onnipresente Ayfuch. Los tacos fueron el instrumento que utilizó en su «deportiva» entrada. Quedaron grabados en el cuerpo del ariete rojiblanco, y Ayfuch quedó, por su parte, limpio de tarjeta. La cara de Rubén Cano fue luego un poema -ya en la segunda parte-, cuando, tras otra entrada del defensa españolista, no sancionada, el árbitro pitó falta contra el Atlético por la mirada sorprendida del delantero.

Se echó atrás, por tanto, el equipo madrileño. Y denotó entonces una clara falta de fe en sus posibilidades. Ya no salía al contragolpe. Apenas traspasó la línea central en una ocasión, aunque en ella evidenciara la flojedad de su rival, porque pudo haber asegurado el marcador. Urruti envió a córner el testarazo final de Rubio. Las oportunidades, no obstante, fueron ahora del Español, aunque su presión resultara torpe y embarullada. Navarro se mostró a gran altura en dos durísimos lanzamientos de Flores, y Marañón remató muy flojo a las manos del meta rojiblanco, mientras Ruiz seguía implacable en su marcaje a Marañón, que terminó aburrido, con lo que el poder ofensivo del Español, ya de por sí escaso, quedó reducido a la nada. Luis tampoco quiso arriesgar y el Atlético buscó ya amarrar el gol.

Y hay que volver a hablar de Ayfuch y del árbitro, en otra acción criticable, cuando Robi, en clara falta, retuvo el balón en el suelo durante algunos segundos. A Ayfuch no se le ocurrió otra cosa que patear el cuerpo del sorprendido Robi, exaltando los ánimos de Pereira, que acudió a salvar a su compañero. Jiménez Sánchez sacó tarjeta a Pereira -justamente-, pero tampoco se decidió a mostrársela al españolista, lo que hubiese supuesto su expulsión, ya que minutos antes no había tenido más remedio que amonestarle tras otra durísima entrada a Rubio. Resulta curioso observar el criterio de determinados colegiados al impartir justicia. La violencia de ciertos jugadores desaparecería si algunos árbitros supieran cortarla.

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