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Oleada de terroristas "arrepentidos" en Italia

Juan Arias

No ha dejado de extrañar a algunos observadores el hecho que en las últimas semanas se haya casi desencadenado en Italia toda una serie de confesiones de terroristas «arrepentidos». El caso ha inspirado una simpática viñeta publicada por el semanal Panorama. El juez pregunta a un acusado de terrorismo: «¿Es usted culpable o inocente?». Y el acusado responde: «Arrepentido.»De hecho, después del catedrático Carlo Fioroni, amigo de Toni Negri, cuyas confesiones han dado como resultado la mayor redada de presuntos terroristas de los últimos tiempos, han hecho también confesiones Carlo Casirati, en Novara; Nicola Casato, en Nápoles. En regio Emilia, toda una serie de «terroristas arrepentidos» cuya identidad por ahora ocultan los jueces, están ofreciendo a la justicia una colaboración preciosa. Lo mismo está ocurriendo en Florencia.

Y lógicamente, en concomitancia con estas clamorosas confesiones, que siguen llevando a la cárcel a toda una serie de personas hasta ayer limpias de toda culpa, y hoy acusadas de subversión y de constitución de banda armada, ha empezado a aparecer toda una serie de desmentidos a estas confesiones y de insultos y amenazas a los «vendidos», como han sido apellidos estos inesperados colaboradores de la policía.

Las fuerzas políticas y sindicales han alabado el coraje de estos «arrepentidos», y han hecho una llamada para que también los ciudadanos que puedan ofrecer un testimonio serio lo hagan sin miedo. Lo ha pedido hasta Luciano Lama, secretario de la importante central sindical comunista CGIL. No se trata, ha dicho Lama, de «ir a la caza de brujas, sino de colaborar lealmente con la justicia contra los que amenazan nuestra democracia».

Pero la cosa no es fácil. Precisamente ayer ha conmovido a la opinión pública la noticia aparecida en toda la prensa de la odisea de una muchacha de trece años, la cual, con su confesión ante los jueces, permitió la captura de dos terroristas que habían participado en el asesinato del fiscal Calvosa y de su escolta. La joven, que habita en un pueblo de Frosinone, es hija de un obrero, tiene una hermana de dieciocho años y otra de tres. Su madre trabaja en una tintorería. Pues bien: toda la familia ha tenido que dejar el pueblo que les vio nacer para trasladarse anónimamente a otro lugar del país.

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