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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Manolete y Joaquín Vidal

Quiero manifestar mi descontento con la crónica publicada, el viernes día 11 de enero por Joaquín Vidal, titulada A propósito de Manolete.

No me sorprende que, como consecuencia de los juicios críticos vertidos por el mencionado señor Vidal en el programa de TVE Sombras del ayer dedicado al toreo de los años cuarenta, se haya levantado una polvareda inusitada, y éstas son las mismas palabras que el señor Vidal utiliza en su crónica, aunque a él le parezca desmedida y le sorprenda la reacción habida contra su intervención crítica en dicho programa de TVE.

Posiblemente, el señor Vidal no alcance a comprender que a través de sus juicios críticos, con los que intentó desprestigiar la imagen de Manolete, en realidad lo que llegó es a llamar, de forma indirecta, idiota a toda la afición de aquellos años cuarenta, que convirtió a Manolete en la indiscutible gran figura del toreo. Manolete transformó la lidia, elevó la afición y marcó una época cumbre, no sólo en España, sino en México, donde se le recuerda como un ídolo, incluso, si cabe, más que en España. Por algo sería que en aquellos años cuarenta, en que las plazas no se llenaban con turistas, Manolete, en la cúspide del toreo, cobraba 300.000 pesetas por corrida, cantidad que todavía hoy, cuarenta años después, cobran algunas figuras. Manolete no precisaba morir corneado para convertirse en mito.

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Respecto a los toros de entonces salían pequeños y grandes, y en cuanto al trapío, comparándolo con los de hoy, también se podría hablar algo sobre la falta de fuerza, las caídas y el aborregamiento. Lo cierto y significativo es que en aquellos años los toreros resultaban corneados con bastante más frecuencia que los de hoy.

Manolete, además de la técnica, que dominaba, poseía un estilo majestuoso y un gran valor, trasmitiendo su arte y emocionando al, público en general. Y es que, sencillamente, todas las tardes se quedaba completamente quieto cuando una y otra vez los cuernos pasaban rozándole el cuerpo. Y eso, que

(Pasa a página 12.)

Manolete y Joaquín Vidal

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