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RELIGION

El Papa recuerda a los obispos holandeses que es necesaria la fidelidad

Juan Arias

Se inauguró ayer por la mañana el sínodo particular de los obispos holandeses, con una concelebración presidida por el papa Juan Pablo II en la capilla Matilde, del palacio apostólico. Las discusiones tendrán lugar durante los próximos doce días en la sala vaticana «de las cabezas rotas».

El papa Wojtyla pronunció en francés una homilía después del Evangelio, en la cual, con un lenguaje abiertamente pastoral y casi poético, supo trazar, sin embargo, las líneas maestras de este sínodo.Empezó el Papa presentando a los turbulentos obispos holandeses la imagen del Señor como el verdadero «pastor», según la imagen del salmo 22. «Es El, dijo el Papa, «el pastor del pueblo y el pastor de la Iglesia», añadiendo en seguida que el Señor confía el «ministerio pastoral» a los obispos y al Papa y que es sólo un ministerio «de servicio». Citando el capítulo 42 de Isaías, el Papa recordó a los obispos la imagen bíblica del pastor: «Que no grita, que no rompe la caña inclinada ni apaga la mecha que aún humea.» Pero Wojtyla les recordó que Isaías añade también: «El proclamará el derecho con fidelidad.» De Isaías, que ya preanunciaba la necesidad de la «fidelidad», el Papa pasó a comentar al evangelista San Juan: «El que me ama observa mis palabras.» Y añadió: «Ser pastor y obispo de almas significa ser fiel a la palabra, conservar la verdad.»

El Papa les dijo claramente a los obispos holandeses cuál deberá ser el límite último de este sínodo: « La enseñanza del Concilio Vaticano II: su contenido, su inspiración y su finalidad.» Por tanto, por lo que se refiere a los obispos, «fidelidad a la verdad», y por lo que se refiere a las aplicaciones concretas de la verdad católica a las nuevas exigencias de una sociedad secularizada como la holandesa, el metro será el concilio «desde el principio hasta el final del sínodo», añadió el Papa. Pero precisamente todo el debate consistirá en la discusión de una serie de experiencias hechas en Holanda durante estos últimos años, según ellos, «inspiradas en los resultados del concilio», y según Roma, «que van más allá del concilio». De lo que se acusa a los católicos y a los cinco obispos progresistas de los Países Bajos es precisamente que están viviendo ya el Vaticano III. En la carta enviada por el Papa a los católicos holandeses, Wojtyla, después de rendir homenaje a la vitalidad del catolicismo holandés por lo que se refiere a su gran espíritu misionero y a su apertura a los problemas sociales, recalca la importancia de la «comunión» entre la «Iglesia de Roma y la Iglesia local» y cita unas palabras del viejo cardenal Alfrink, que decía que el obispo «tiene una responsabilidad propia, no puede contentarse con reflejar la voz del pueblo, hacer escuchar su voz como un creyente más en medio de la masa, sino como la de un hombre que ha recibido una misión y que marcha a la cabeza de los demás».

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