La fiesta nacional
Cuando hace años ocurrió el cambio político en España, fue para mí una gran satisfacción pensar que por fin la llamada «fiesta nacional» pasaría a llamarse, como se merece, «vergüenza nacional», desapareciendo, y que ésa, afortunadamente, minoría de españoles dejaría de herir al resto de sus compatriotas en su sensibilidad, divirtiéndose con la contemplación de un acto cobarde, sádico y cruel. Pero poco después de dicho cambio, las propias autoridades dieron muestras de esa falta de civismo al sacrificar cientos de perros inocentes, víctimas ya de la poca atención y el poco sentido común de sus amos, dejando, sin embargo, impunes a estas personas.Por si esto fuera poco, me entero por su periódico que la Diputación Provincial va a financiar los toros con nuestro dinero, es decir, también con el dinero de los que deseamos que esa «vergüenza nacional» desaparezca. Pero lo que ya se sale completamente de órbita, es que los taurinos pretendan que su fiesta dependa del Ministerio de Cultura (esto sería un insulto a la Cultura?
Paco Camino se pregunta qué tienen ellos que ver en el Ministerio del Interior, y yo le doy la razón. Pero, ¿qué tienen ellos que ver con cultura?
Las corridas de toros sólo sirven para, además de torturar a un ser noble e inocente, fomentar la agresividad y crueldad que ya los españoles llevamos dentro; y si en vez de abolir dicha fiesta se la pone en auge, y si los toros van a pertenecer al Ministerio de Cultura, «arreglado está este país» (como dice Sánchez Plaza en EL PAÍS, en el caso de que los taurinos no consigan el cambio del Ministerio del Interior al de Cultura).
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