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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Portugal: una experiencia limitada

UN DATO importante no siempre destacado en los resultados de las elecciones portuguesas que llevaron al poder, el pasado mes de diciembre, a una nueva mayoría de centro-derecha es el de su provisionalidad. El ejecutivo presidido por el socialdemócrata Francisco Sa Carneiro, que tomó posesión ayer en Lisboa, no tiene por delante nada más que seis u ocho meses para gobernar, porque, a finales de verano, deberá ser disuelta nuevamente la Asamblea de la República y convocarse, para principios del otoño, nuevas elecciones legislativas, las ordinarias que prescribe la Constitución cada cuatro años. Y este es un plazo demasiado corto de tiempo para que puedan llegar a verse resultados concretos de una nueva forma de ejercicio del poder.Pero hay más. Y es que, como los principales dirigentes de Alianza Democrática señalaron durante la campaña electoral, el programa de Gobierno de la coalición choca con algunos de los presupuestos de la Constitución todavía en vigor: tutela militar del régimen político, a través del Consejo de la Revolución; existencia de un sector público que abarca, a través de nacionalizaciones sancionadas constitucionalmente, a un 70% de la actividad económica e institucionalización de la participación de los comités de empresa en la gestión de las mismas. El texto fundamental portugués no puede ser revisado, según prevé la propia Constitución, hasta después de esas elecciones ordinarias que tendrán lugar el próximo otoño. Razón por la que esos comicios adquirirán un carácter definitivo y decisorio en muchos aspectos. Esa batalla será continuada, a principios de 1981, por las elecciones presidenciales.

La preocupación principal de la nueva mayoría gobernante será, entonces, según confesión privada de algunos de sus principales integrantes, la de no arriesgar demasiado enjugadas que puedan suponer, para aquella fecha, una erosión de prestigio ante la opinión pública, sobre todo cuando cuenta como interlocutor social a unos sindicatos dominados por un Partido Comunista que administra ahora un 20% de los sufragios. Consciente de ello, el nuevo presidente del Gobierno luso, Sa Carneiro, ha insistido en su toma de posesión en las dificultades de partida, sobre todo, económicas y sociales, con las que se enfrenta su Gobierno. Pero la Alianza Democrática sabe que, de aquí al otoño, tampoco puede defraudar a ciertas zonas de su electorado que esperan cambios de rumbo bruscos e inmediatos.

Hay, finalmente, otro factor que condicionará la acción del Gabinete Sa Carneiro durante estos meses, y es la manifiesta hostilidad que ensombreció, en el pasado, sus relaciones con el presidente de la República, general Ramalho Eanes, y que no puede decirse que haya desaparecido. Divergencias que ya se han manifestado durante el mismo acto de toma de posesión a la hora de enjuiciar la labor de los tres gobiernos de confianza directa del general Eanes que precedieron en el poder al de Sa Carneiro. Para éste, la situación económica que hereda puede comprometer el éxito de su gestión, mientras que para el presidente de la República el nuevo Gobierno tiene por delante buenas perspectivas, «gracias a la probada mejora de la situación económica nacional». En un eventual duelo entre Gobierno y presidencia de la República no hay que olvidar que la Constitución reserva a ésta poderes excepcionales en la resolución de las crisis políticas, así como el derecho de veto sobre las leyes emanadas del Parlamento.

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