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Editorial:
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Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La fuga de Zamora

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LA INCREIBLE noticia de que cinco de los más peligrosos terroristas de este país se han fugado de la cárcel de Zamora vuelve a poner die actualidad a los GRAPO, extraño origen y no menos extraña actuación, que habla sido desarticulado por completo una y mil veces en declaraciones de la policía y del Gobierno, y que ahora, sin duda, se podrá volver a articular con sus jefes en la calle.La primera consideración es sobre las condiciones de seguridad de la cárcel de Zamora -al parecer, mínimas, según la propia Inspección de Prisiones- y las razones por las que tan peligrosísimos individuos -en la acepción gubernamental- estaban allí y no en otro sitio mejor guardado.

La segunda consideración es la permanente sospecha de que detrás de los GRAPO se esconde un montaje más que artificioso, sometido a toda clase de manipulaciones e infiltraciones. La historia de los GRAPO se remonta al asesinato, en octubre de 1975, de cuatro policías armados en Madrid, coincidiendo con una monstruosa manifestación de adhesión al dictador en momentos del bloqueo diplomático y moral de todo el mundo contra el régimen franquista por el fusilamiento de varios activistas de ETA y FRAP. Pero el verdadero protagonismo de estos pintore,scos grupos de delicuentes tomó cuerpo en ocasión del secuestro de Antonio de Oriol -entonces presidente del Consejo de Estado- y el general Villaescusa -a la sazón presidente del Consejo Supremo de Justicia Militar-. Ambos salieron con vida de la aventura, pero no así cuatro infortunados miembros de las Fuerzas de Orden Público, asesinados en Madrid por los propios secuestradores de tan altas personalidades en plena etapa de tensión política, promovida por el asesinato de los laboralistas de Atocha a manos de elementos de la ultraderecha -uno de ellos también fugado de la prisión gracias a la benevolente actitud deljuez instructor del caso, que le dio vacaciones.

Todos los esfuerzos de los organismos oficiales para convencer a la opinión pública de que los GRAPO.eran sólo, en efecto, un grupo terrorista de extrema izquierda exento de la siniestra manipulación que algunos servicios de información paralelos se empefian en instrumentar en este país han resultado baldíos -quizá irrazonable o injustamente, pero, en cualquier caso, baldíos, sin duda-. Las interrogantes aumentaron de categoría cuando el magistrado del Tribunal Supremo Cruz Cuenca fue asesinado a la puerta de su casa, después de que dos días antes avisara en persona, al ahora jubilado comisario Conesa, de que en esa fecha asistiría a su despacho a una hora determinada y solicitara -inútilmente- protección.

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Todo esto se ha publicado decenas de veces en la prensa española. No bastó para hacer caer a Conesa -sin duda, en poder de algunos secretos mayores que le hacían fuerte- ni a Martín Villa, como no bastará esta fuga para mover de su asiento al señor director general de Instituciones Penitenciarias ni al señor ministro de Justicia. El Gobierno, mientras tanto, seguirá preparando decretos-leyes antiterroristas que vulneran los derechos constitucionales y ciudadanos, limitando las libertades democráticas allí donde le es posible y exhibiendo la razón de Estado como pretexto de numerosos desafueros. Para luchar, se entiende, contra los GRAPO y sus compinches. ¡Qué paradoja!

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