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Las elecciones municipales portuguesas se presentan como una continuación de las generales

Por segunda vez en quince, días, los portugueses van a votar hoy, para elegir sus representantes en los órganos de poder local. No se trata esta vez de elecciones anticipadas, sino de la renovación normal de los mandatos conferidos en diciembre de 1976, por un plazo de tres años. Sin embargo, todos los estados mayores políticos tienen ya los ojos fijos en las elecciones generales de 1980, y esta perspectiva ha condicionado toda la campaña para los comicios locales y así se interpretarán los resultados.

En apariencia, al menos, el juego está hecho; dos semanas son un plazo demasiado corto para que se registren sensibles variaciones en las orientaciones de voto del grueso del electorado. En materia de sufragios, los resultados deben, pues, confirmar los del 2 de diciembre.En este caso, la derrota del Partido Socialista sería aún mucho más espectacular que en las elecciones parlamentarias. El partido de Mario Soares está seriamente amenazado de perder la mayoria de las alcaldías que presidía, siendo incluso sobrepasado por el Partido Comunista. Según el sistema portugués, si bien los mandatos locales son atribuidos proporcionalmente al número de votos, el presidente de la Cámara -cargo aproximadamente equivalente al de alcalde- es necesariamente el cabeza de lista del partido más votado El 2 de diciembre, el PS sólo llegó en primer lugar a treinta consejos, por lo que debería perder la mayoría de los lugares que ocupaba (115), en provecho de Alianza Democrática (en el Norte y centro) o del Partido Comunista, en el Alentejo y en las zonas industriales.

Están seriamente en peligro la alcaldía de Lisboa y Oporto, aunque, en los dos casos, la izquierda conserve una sólida mayoría a nivel de Cámara y de Asamblea Municipal.

La campaña electoral comparada con la anterior, ha sido más bien discreta, sobre todo por parte de la coalición vencedora. Los líderes de Alianza Democrática están demasiado ocupados en preparar su llegada al Gobierno para prestar atención a la nueva campaña publicitaria. Cuentan con la dinámica de la victoria alcanzada para redondear su éxito de hace quince días.

Advertencia derechista

No faltan, sin embargo, voces de derecha para denunciar los peligros de la situación. La prensa conservadora cita, para reforzar sus argumentos, el ejemplo español y avisa contra el peligro que significaría, cara a las elecciones de 1980, un refuerzo de las posiciones de la izquierda -y más particularmente del Partido Comunista- a nivel del poder local, el que está más directamente en contacto con las poblaciones.Con el agravante -siempre según la óptica de la derecha- de la entrada en vigor de la ley sobre las finanzas locales, votada in extremis por el anterior Parlamento, y que pondrá a la disposición de las nuevas concejalías, a partir del próximo ao, una porción considerable de los ingresos resultantes de los impuestos locales.

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La derecha teme también que la participación electoral, siempre más reducida para la´s elecciones locales -consideradas como menos importantes en países con fuerte tradición centralista-, sea aún más anodina por el sentimiento de la victoria alcanzada. Contra una supuesta tendencia al abstencionismo, que haría el juego de la izquierda, galvanizada por el deseo de desquite, se han movilizado, una vez más, los grandes medios de comunicación controlados por Alianza Democrática y lajerarquía católica, que repite sus llamamientos antiabstencionistas de antes del 2 de diciembre. La izquierda está, efectivamente, movilizada, con motivaciones muy distíntas, según se trate de los socialistas, comunistas o de la extrema izquierda.

Parael partido de Mario Soares, se trata fundamentalmente de minimizar el impacto psicológico de la derrota del pasado día 2, limitando el inevitable retroceso a nivel local. Una ligera inversión de tendencia, en relación al comicio anterior, ayudaría a reconfortar las bases del partido, dando un mínimo de credibilidad a las afirmaciones de los dirigentes, según las cuales, «perder una batalla no significa perder la guerra». La presencia de personalidades socialistas a la cabeza de los grandes municipios de¡ país ayudaría a creer que el PS puede aún ganar la batalla de 1980.

El Partido Comunista está empeñado a fondo, convencido de jugar en este escrutinio su futuro de mayor partido de la izquierda. Hacerse con el poder local en algunas regiones del país puede ser un importante trampolín hacia la «italianización» del cuadro político portugués. Esta ambición del PCP está bien servida por la superioridad que sus adversarios le reconocen en el terreno de la organización partidaria a todos los niveles y de la militancia de sus agentes locales en todo el país.

La izquierda extraparlamentaria parece haber caldo en cuenta sobre el peligro que representa, para muchos de sus proyectos, el futuro Gobierno conservador. Los llamados al «voto útil» han encontrado un eco más favorable que en las elecciones generales. La UEDS, de Lopes Cardoso, que no consiguió elegir un único diputado, ha desistido de todas sus candidatura en las cuatro más importantes municipalidades en que se presentaba. La UDP llama a votar socialista y comunista en todos los círculos donde no está representada abierta o tácitamente. Los trotskistas harán lo mismo, y esta tendencia beneficiará fundamentalmente al Partido Socialista.

De la disciplina con la cual la, izquierda aplicará esta táctica depende, en último extremo, la amplitud de la victoria de Alianza Democrática. Los resultados del pasado día 2 asegurarían al PSD y al CDS más del 70% de las 305 alcaldías (presidencia de las cámaras municipales); conservarla mayoría de los votos párece al alcance de la izquierda: añadirle una mayoría de los mandatos en las cámaras municipales se presenta como un sueño de muy difícil realización.

Y a la espera de los resultados definitivos de los votos que otorgarán cargos municipales a 72.000 portugueses, el semanario liberal O Jornal, tras un cálculo sobre la trayectoria electoral del pasado día 2, se aventura a decir que la derecha, encamada en la Alianza Democrática, puede alcanzar fácilmente dos terceras partes del total de las alcaldías en litigio, siempre en detrimento del PS de Soares.

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