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Reportaje:

Françoise Sagan denuncia los "trapicheos" del último Festival de Cannes

Con retraso, pero la señora Sagan se desmelenó en una entrevista exclusiva al diario parisiense Le Matin, para revelar el tráfico de influencia económica que define, según ella, las obras, de arte cinematográficas consagradas como tales por el Festival de Cannes, el más célebre del mundo.Lo del retraso también se explica, pero antes de nada hay que oírle contar a la autora de Castillo en Suecia (obra de teatro) cómo se produjo la manipulación que llevó a cabo, el último mes de mayo, el presidente del festival, señor Favre-Lebret, para premiar el filme americano Apocalypse now.

Tras la proyección de dicha película, la señora Sagan, presidenta del jurado que iba a conceder los galardones, consultó a los miembros de este último. Todos coincidieron en la decepción que les había producido Apocalypse now, y que la mejor obra era El tambor. Al día siguiente, el señor Favre-Lebret convocó a la presidenta «para soltarme un extraño discurso: que la prensa ha destacado a Apocalypse como la mejor película, que no se puede contrariar a la prensa, que no se puede contrariar al público, que es la primera vez que la televisión americana envía a sus tres canales más importantes ... »

A la vista de las presiones y de los trapicheos, la señora Sagan reúne en secreto a los miembros del jurado y, una vez más, le confirman que están de acuerdo para votar El tambor. Sólo uno continúa disintiendo. Pero al llegar la hora de atribuir la Palma de Oro (premio supremo), la película americana resulta vencedora. Furiosa, la presidenta abandona la sala. Se le ruega que vuelva para efectuar un nuevo voto.

«Seguramente temían que les descubriera a la prensa los métodos de Favre-Lebret.» Se votó de nuevo «y comprendí que, durante mi ausencia, se habían operado ciertos acúerdos», ya que las dos películas, Apocalypse now y El tambor, consiguieron cinco votos cada una.

En resumen, el presidente del festival, señor Favre-Lebret, había presionado a los miembros del jurado. Estos últimos, según la señora Sagan, son honestos, amantes de su profesión, «pero dependen más o menos de las compañías productoras de filmes, y esto les impide elegir libremente, según sus preferencias». La presidenta del jurado afirma igualmente que varios periodistas amigos suyos le habían advertido que, de antemano, se había previsto la atribución de la Palma de Oro a la película americana y el galardón al mejor actor para Dewaere, porque así lo habían exigido las compañías distribuidoras francesa y americana.

En definitiva, «se sirvieron de mí para una operación publicitaria y, además, me han obligado a pagar mis gastos por no ser transigente».

Esta es la última parte de la historia. La señora Sagan se queja de que el festival, por no ser buena a la hora «delicada» de dar los premios, no le sufragó los gastos de estancia en el hotel Carlton de Cannes: 50.000 duros, teléfono incluido. «Espero», le dice al diario Le Matin, «que esta entrevista la compren muchos periódicos extranjeros y, así, podré pagar la factura del hotel, aún pendiente.»

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