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Sofía Loren: "Las mujeres latinas hemos cambiado mucho"

Juan Cruz

Sofía Loren nos recibió descalza en la suite del hotel Ritz, de Madrid, donde se aloja, y automáticamente pidió perdón por su falta de zapatos. Luego se sentó contra la luz de la habitación, justificó su situación en el tresillo y dijo que la cala que iba a ofrecer era la mejor, apuntando que «la vanidad» la manejaba en ese instante. Luego sonrió y de su cara escapó la vanidad que había declarado. Al final habló de Valencia, su próxima escala en España, Y se alegró mucho de que hubiera allí naranjas tan maravillosas -su fruto predilecto-, pero nos despidió engullendo, como cuando un niño roba un chicle, una preciosa uva de moscatel. Luego, entre un tumulto de gente, seguiría firmando -como antes había hecho en El Corte Inglés- ejemplares de su libro Sofia, vivir y amar, la autobiografía de la actriz que ha publicado en España la Editorial Bruguera. Tiene fiebre Sofía Loren. Ella lo siente más que nosotros, dice, y se sitúa cómoda en los sillones barrados del Ritz, apoyando su cuerpo en los pies, cubiertos de finas medias negras, que van haciendo juego pon su pelo, con su maquillaje y con la cierta penumbra que hay en aquel rincón del cuarto. Sus manos son largas, finas, y, de cuando en cuando, acarician la única joya que levimos: una llave, una llave de alguna inaleta,- de alguna casa, o nada; una vieja llave de su casa de Pozzuoli, a veinticinco kilómetros de Nápoles, donde vivió en el seno de una familia de cuya pobreza ella sintió la realidad y los tiempos se han encargado de hacer la leyenda. No le importan las, referencias a su edad; es más, rectifica en su contra: «No, no tengo cerca de cuarenta; tengo 45 años.» Pero le decimos: «Cuando se dice cerca de cuarenta no se está diciendo que se habla de más o de menos años.» Ella vuelve a sonreír, con la boca inmensa que se le conoce, y que al natural, a veces, se achica en un mohín de reflexión. Agradece invariablemente en italiano.Y habla un inglés perfecto: un dominio que le ha permitido vencer, jugando al intelectual, a personajes tan shakespeareanos como Richard Burton y Peter O'Toole. «Por supuesto que yo me sentía feliz batiendo a estos dos campeones. Imagínese usted: una napolitana de Pozziioli venciendo en esejuego verbal a dos personajes como aquellos. Pero sí, yo me siento muy satisfecha cuando gano en' cualquier campo en que se produzca la competición. Eh la vida yo he ganado, pienso incluso que he ganado más de lo que debía. Pero no es mi culpa: yo tengo naturaleza de ganadora. Vittorio de Sica, que era un jugador empedernido, solía decírmelo, y cuando nosotros jugábamos a las cartas en los descansos de los rodajes, los electricistas, los cámaras, todo el estudio, solían apostar por mí. ¿Por qué me ha ocurrido esto? Supongo que esa es la naturaleza del destino. » Algo afónica, Sofla Loren va pa-sando por encima de las palabras como si las volviera a dictar a su biógrafo, que en el caso de So]¡a,, amary vivir fue A. F. Hotchner, el mismo que retrató recientemente a Ernest Hemingway. «No hay», dice Sofía Loren, «ninguna relaciónentre, su carácter y el de Hemingway.» La italiana agresiva del neorrealismo y del cine posterior dice hoy que «no soy la mujer agresiva cuya imagen ha retenido la gente. Aunque no lo parezca soy tímida, retraída, y siempre mi inclinación es la de retirarme de la luz pública, de la aglomeración; pero los que vivimos en esta situación debernos pagar -un alto precio por nuestra actividad». Tampoco cree que sea ya la mujer latina clásica, aquella que obedecía a los cánones que en la posguerra se quisieron imponer. «No es que yo haya cambiado; yo sigo siendo la misma. Ha cambiadola sociedad y ha cambiado el concepto que se tiene de la mujer latina. Ahora no obedecemos a aquel arquetipo, según el cual dependíamos enteramente del hombre y no pensábamos. No diré que las latinas somos ahora plenamente cultas y emancipadas, pero lo vamos consiguiendo.» En los tiempos en que el concepto de la mujer latina reflejaba otras, represiones, «hablar del aborto, por ejemplo, era impensable. Ahora es una cuestión discutible y discutida ».'Ella se enfrenta al hecho, por ejemplo, aplicando una disyuntiva que es general en su vida: «Nunca he estado en contra del aborto, pero yo sufrí tanto.hasta tener mis dos hijos que me parece un pecado esa intervención quir urgica. Pero comprendo que las mujeres deben tener.el derecho a hacer con su cuerpo aquello que les plazca. Yo no pienso, por ejemplo, que una chica tenga que ser necesariamente madre porque se acuesta con un señor y queda embarazada. Esa chica. tiene el derecho a elegir quéprefiere, porque ser madre es algo importante.»

Treinta años después de haber iniciado una carrerá. en la que empezó siendo una gran belleza, para terminar siendo una actriz excelente («Sí, creo que Una jornada particular, de 1971, es mi mejor película y supone un punto importante en mi carrera como actriz.»), Sofía Loren parece haber escrito su libro para demostrarse que sigue siendo la misma: «¿Si tengo nostalgia de la primera Sofía, la Sofía Scicolone, deNápoles? Bueno, yo voy a Nápoles con frecuencia, incluso mantengo allí la casa en que viví en mi juventud, y tengo todavía lbs mismos amigos. Pero para mí es muy triste que ellos hayan cambiado respecto a mí, porque yo sigo siendo la misma, la que salió de allí. Ellos son los que han cambiado. Y a lo mejor todo es porque apareces en las pantallas y ya creen que tú no eres aquella chica con la que jugaban.»

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