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"El gobierno del pueblo está en manos de Dios", afirma el papa Juan Pablo II a su llegada a Turquia

Juan Arias

«El Gobierno del pueblo está en manos de Dios. El señala al dirigente más adecuado, en el momento más adecuado. El amor a la libertad y el respeto de la ley hacen que una nación sea grande, pero es Dios quien afirma su futuro.» Estas fueron las palabras que Juan Pablo II escribió ayer a las pocas horas de iniciar su estancia en Turquía, en el libro de oro de los huéspedes ilustres, al visitar el monumento de Kemal Ataturk. Estas palabras han impresionado mucho a todos los observadores extranjeros que siguen este primer viaje ecuménico del papa Wojtyla a Turquía.

Juan Pablo II llegó al aeropuerto de Ankara a la una de la tarde de ayer, hora turca. En el aeropuerto soplaba un viento helado que hacía ondear juntas la bandera roja con la media luna y la bandera vaticana. Esta vez, en el aeropuerto, tomado militarmente, estaban presentes sólo los periodistas acreditados y las más altas autoridades del Estado, el presidente de la República, el presidente del ejecutivo y el líder del partido de oposición. Ni un alma más. Fue controlado por la policía hasta el coche del nuncio apostólico.A los periodistas acreditados se les registró de todos los modos imaginables antes de poder entrar en el aeropuerto; incluso fuimos fotografiados uno por uno.

Esta vez el Papa no tuvo ni vivas ni aplausos cuando apareció en las escalerillas del avión vestido con sotana blanca y manto rojo.

Llevaba el solideo en la mano, para que no se lo llevara el fuerte viento que soplaba en el aeropuerto. Saludó muy formalmente al presidente de la República y, apartándose un momento con un gesto casi de sorpresa, se postró en tierra para besar el suelo, como hizo en los demás viajes, aunque muchos estaban seguros que no lo haría aquí, en tierra musulmana.

No hubo discursos, ni tronos, ni niños que le ofrecieran ramos de flores. El Papa subió sobre una pequeña plataforma. A su derecha estaba el presidente de la República y ambos escucharon con recogimiento el himno nacional, después, el Papa sacó del bolsillo de la sotana un trozo de papel y leyó dos palabras en turco: «Salud, soldados.». Y las fuerzas armadas respondieron a coro: «Larga vida.» Tras pasar revista a las fuerzas militares, salió en helicóptero para la nunciatura apostólica. En el aeropuerto se sentían sólo las voces de los periodistas.

Toda la jornada de ayer fue dedicada a encuentros políticos, pero no hubo discursos oficiales. El sustituto de la Secretaría de Estado vaticana, monseñor Martínez Somalo, dijo a EL PAIS que el Vaticano había aceptado que la jornada política de ayer la organizaran, con todo su protocolo, los responsables del Gobierno.

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Durante el vuelo papal, Juan Pablo II afirmó, mientras conversaba con los periodistas que le acompañaban, que estaba también abierto al diálogo con los anglicanos y dispuesto a ir a Londres.

Preguntado sobre cuál era su opinión sobre el resurgimiento del Islam en Oriente Próximo, dijo: «Estimo al Islam como una religión; como una religión monoteísta.»

Afirmó también que con los hermanos ortodoxos rusos existe ya una unidad espiritual, y que lo demás vendrá después. A una periodista española, que le preguntó si tenía miedo a los atentados, la contestó: «No; estamos en las manos de Dios.»

Pero si él no tiene miedo, las autoridades aquí están temblando, aunque han declarado que han movilizado todas las fuerzas posibles para «proteger al Papa». La izquierda no se explica aún cómo ha podido salir de la cárcel el joven asesino que ha asegurado que desea matar al Papa, ya que estaba en una cárcel blindada, dentro de un campo militar.

El nuevo Gobierno de derechas ha afirmado ayer que este viaje del Papa de Roma no es sólo para los cristianos, sino también para los musulmanes; que dará mucho prestigio al país y, sobre todo, «aumentará mucho el turismo».

Pero el pueblo ha ignorado completamente al Papa. Nadie salió a verle, ni menos a aplaudirle. Este ha sido más bien un viaje de penitencia.

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