La dirección de British Leyland frena una huelga en apoyo de un despedido
El despido de un trabajador por la British Leyland, la gigantesca empresa automotriz estatal de Gran Bretaña, ha desatado un conflicto que está poniendo en peligro la supervivencia de la firma, el poder del sindicato y hasta la entera estrategia industrial trazada por el Gobierno conservador para los próximos cinco años. La dirección de la empresa ha amenazado con dimitir si se producen huelgas en apoyo del despedido, y los sindicatos han aceptado investigar el tema antes de pasar a la acción.El trabajador despedido es Derek Robinson, un delegado comunista que trabaja en la enorme planta que tiene la BL en Longbridge (Birmingham), corazón de la industria automotriz británica, que en estos momentos se encuentra virtualmente en un estado de agonía financiera.
Sir Michael Edwards, director administrativo de la BL, despidió la semana pasada a Robinson, tras la publicación de un folleto en cuya elaboración participó el delegado, y que exhorta a los trabajadores a resistir e4cierre de talleres, previsto en los planes de racionalización de la empresa.
El despido motivó, el martes en Birminghan, una marcha de protesta que congregó a unos 5.000 trabajadores, con el apoyo de algunos parlamentarios laboristas y de delegaciones fraternales de otros países, incluida una de la Confederation Générale de Travailleurs (C.GT), de Francia,
En una concentración realizada después de la marcha, el ex viceministro de Industria, Les Huckfield, dijo, en medio de ovaciones, que la exigencia de que Robinson sea reincorporado por la empresa se convertirá en «política oficial del Partido Laborista para finales de esta semana».
Ante el desafío, la empresa reaccionó a tiempo, y ante la actitud de huelga en protesta por el juicio, que dura ya una semana, el presidente de la compañía prometió una investigación sobre el despido, mientras amenazaba con dimitir, junto a todo el equipo directivo, en una acción que podría provocar el colapso financiero de la compañía nacionalizada.
BL está actualmente poniendo en marcha un plan de recuperación y necesita a principios de año unos 600 millones de libras del contribuyente, que el Gobierno conservador no le daría en la actual situación de conflicto.
Con una masa laboral profundamente dividida en esta última huelga, aunque favorable en su mayoría a la vuelta al trabajo, el sindicato ha visto que no oponer resistencia al despido de un enlace sindical supondría pagar un precio alto por el mantenimiento de unos puestos de trabajo.
Estando el poder sindical en manos de los enlaces sindicales, al menos en Gran Bretaña, otras empresas podrían ver en el ejemplo de British Leyland una fórmula para acabar con sus enlaces sindicales más conflictivos.
Por ello, la batalla, desde el punto de vista sindical, se enfocó desde un principio en que el futuro de los sindicatos en este país estaba en peligro ante lo que consideran es una campaña contra los niveles más reivindicativos del escalafón sindical.
Por ello, abrir una investigación y recomendar la vuelta al trabajo hasta que no se sepan sus conclusiones es una fórmula para ganar tiempo y evitar una decisión muy comprometida.
El enlace sindical Dereck Robinson fue despedido por firmar un panfleto en que instaba a los trabajadores de Leyland a oponerse al plan de recuperación de la compañía, que fue aprobado en votación secreta por los propios trabajadores con un porcentaje a favor de siete a uno.
Este plan significa el cierre de trece de las 34 fábricas de que dispone la firma en todo el país, y la pérdida de 25.000 de los 165.000 puestos de trabajo actuales.
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